Capítulo 45: Idílicos peces Koi

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Antes, imaginaba el día de mi graduación del instituto como en el que recibiría un diploma por mi excelencia académica

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Antes, imaginaba el día de mi graduación del instituto como en el que recibiría un diploma por mi excelencia académica. Un día en el que mi madre y mi abuela estuvieran ahí para felicitarme por mis logros, y el haber entrado a estudiar a una prestigiosa universidad. Sin embargo, una cosa es lo que idealizamos y otra lo que de verdad sucede, y aunque ese día no fue así, no puedo decir que la pasé mal.

Me divertí tonteando en la cámara del móvil de Karen y cuidando que no nos pillaran grabando historias para Instagram en medio de la ceremonia. Como era de esperarse, ninguno de los cuatro recibió un reconocimiento, lo más cercano fue Miranda, quien obtuvo el suyo por ser del comité estudiantil y de paso, dio un corto y emotivo discurso de graduación.

Recuerdo casi a la perfección sus palabras:

«Cuando llegué aquí, hace ya varios ayeres, vine con la única expectativa de ser perfecta en cada cosa que me propusiera, no obstante, el paso del tiempo me mostró que algo como eso es imposible y que se puede encontrar valor en aquello que más despreciamos de nosotros. En este mundo de máscaras y maquillajes a la realidad, poco queda para lo que es de verdad auténtico.

Fue durante mis últimos meses en esta institución que tuve la oportunidad de observar a buena distancia a algunas personas que en apariencia lucían intocables. La cercanía me ayudó a caer en cuenta de la carga que cada uno de ellos y ellas llevan encima, sin embargo, también noté que son maravillosos y maravillosas a su manera.

Por eso, compañeros, les pido que jamás pongan en duda su valor solo por no ser lo que otros esperan. Mucha suerte a todos en lo que sea que tengan planeado hacer».

Mis amigas y yo nos quedamos en un vahído, hasta que Jason aplaudió, eufórico, con lágrimas y pareciendo un maníaco al borde del éxtasis. Fue ahí cuando me solté a celebrarle a Miranda lo acertado de su discurso, y también que comprendí que aquella escena no fue más que un acto de amor juvenil de parte de ambos.

Una vez mermaron los aplausos, felicité en silencio a Jason por haber sido el único de nosotros que consiguió mantenerse en una relación preciosa hasta la graduación. Karen, Hannah y yo, continuábamos siendo los solterones, pero no por eso nos hallábamos solos, nos teníamos los unos a los otros.

Mi móvil tiene cerca de cincuenta imágenes de esa mañana. Fotos de nosotros cuatro, con conocidos y haciendo el ridículo, hasta poseo una imagen mía presumiendo mi mural y también una fotografía familiar: papá detrás de mí, con la mano en mi hombro, Alice cargando a Heather y yo mostrando mi certificado de instituto. Ya no me sentía el intendente que les llevaba las botellas de agua y barría el sitio cuando la grabación terminaba, era parte del comercial de leche baja en grasa y cereales de fibra. El extranjero se volvió un local.

Algunos se pusieron a llorar despidiéndose de sus viejos compañeros porque irían a otro estado a iniciar una vida distinta, pero yo no, y eso que Jason y Karen se marcharían. No lloré porque sabía que en cualquier momento podría llegar de improviso al departamento de ambos y me recibirían.

El retrato de un joven lúcido | ✅ |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora