Joshua dejó de estar más cerca de los veinte que de los treinta a finales de abril porque había llegado su cumpleaños número veintiséis.
El tiempo avanzó rápido, cuando miraba hacia atrás, parecía que todo lo nuestro empezó solo semanas antes, y en realidad pasaron más de siete meses desde que él se presentó por primera vez a darnos clases.
La doctora Keysen suele decirme que me la vivo divagando demasiado en tiempos pasados. Le creo y estoy de acuerdo en que a veces el futuro me causa tal terror que prefiero mirar atrás; mirar atrás y darme cuenta de que pude haber gozado más ciertas cosas, mirar atrás y enterarme de lo idiota que fui la mayoría de las veces, mirar atrás y entristecerme porque no puedo regresar el tiempo.
Desde la fiesta de Hannah comencé a asistir a terapia de forma regular, una vez a la semana cada jueves por la tarde. Justo el día en el que salía una hora antes de clases e iba a ver a mi novio a su departamento. Tuve que modificar esa parte de lo que era mi rutina, situación que no le gustó, pero no me recriminó.
Le dije a Joshua que cambiaría las sesiones para más tarde o que lo haría con menor asiduidad, sin embargo, se negó. Recuerdo que sus palabras exactas fueron:
—Ya deja de joder, vete a terapia.
Resignado, continué yendo a las sesiones de una hora. Mismas en las que descubrí que necesitaba pasar más tiempo con mi familia, replantearme mi relación —todavía no le soltaba que era mi maestro—, y buscar apoyo psiquiátrico, ya que era probable que necesitara tomar medicinas para mejorar mi ánimo y ansiedad.
Me negué a todas menos a la primera.
No me sentía tan mal, no al grado de necesitar medicinas. Como le dije a Joshua, pensaba que había gente en peores condiciones. Yo todavía podía tener amigos, ir de fiesta y salir de casa sin problemas. En cuanto a lo de replantearme mi relación, ni siquiera lo dudé. Le expliqué a Keysen que Joshua me había hecho más bien que mal, que estuvo para mí y que gracias a él la estaba viendo a ella.
Mis decisiones no le agradaron mucho, pero por su profesionalismo lo dejó como algo privado, y que trabajaríamos en otras sesiones. Ese día solo me dio la tarjeta de un psiquiatra —mandarme con mi propio padre y que él me medicara era un error—, para que en caso de que lo sintiera necesario, fuera a verlo.
Guardé la tarjeta en mi bolsillo y en cuanto pasé por un bote de basura la tiré. Nadie debía encontrarla. Si mi padre o Alice la veían, insistirían hasta que aceptara engullirme tres tipos de pastillas al día, o si Joshua lo sabía, me llevaría por la fuerza. Era mejor que yo solo sujetase las riendas sobre aquello.
Luego de salir del hospital, caminé un par de cuadras para llegar a la pastelería. Era el cumpleaños de Joshua y debía compensar los días que no habíamos podido vernos. Le compré una torta de zanahoria, pequeña y con betún de vainilla, se supone solo seríamos nosotros dos. Ya le había mentido a mi padre desde antes de ir a clases con que me quedaría a dormir en casa de Jason. Pasaría la noche entera con Joshua y la sola idea me hacía sentir como una colegiala hormonal.
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El retrato de un joven lúcido | ✅ |
Teen FictionChristian intenta reprimir, sin mucho éxito, sus deseos por el nuevo profesor de arte. Además, lidia con los daños psicológicos que le dejó el abandono de su padre y el acoso escolar en su viejo instituto. 🎨🖌🎨 Cuando Chris descubre el secreto de...