—¿Qué haces? —Le pregunté a Joshua al mismo tiempo que saltaba a su espalda para escrutar en la pantalla de su teléfono.
Él bloqueó el aparato, tras esto se movió y me hizo caer de culo en la arena.
—Deja de andar de curioso —replicó, enfadado.
Soltó un suspiro largo y me ayudó a ponerme de pie.
—¿Tienes el periodo? —Sacudí mis pantalones, odiaba la arena. Temía que se metiera en mis testículos y terminara causándome comezón todo el maldito día.
Joshua cruzó los brazos y bufó. Se ahorró con solo la mirada la explicación de por qué mi broma no fue graciosa. Di media vuelta para enfocarme en la playa, fría y gris. Sus olas eran agitadas, llenas de espuma, furiosas y vehementes.
—Imagino que ya hiciste tu cita con el psicólogo. —Él puso una mano en mi hombro—. ¿Verdad?
—¡¿Cuántas putas veces debo repetirles que estoy bien?!
Estaba harto del tema. Cansado de que lo único que me preguntara Max fuera cómo me encuentro, harto de las disculpas de Lilly y de la insistencia de Joshua de que hiciera una cita en el psicólogo.
Esa tarde, después de haber comenzado a llorar, me llevaron devuelta al departamento como una masa maleable. Terminé sentado en el sillón de Joshua, con la cara embarrada —seguro cubierta de mocos y lágrimas— en su pecho, un hielo en las manos y con todos a mi alrededor repitiéndome que me tranquilizara.
Llegó un momento en el que se debatían si debían llamar a mi padre o llevarme a una sala de emergencias —esa última sugerencia del exagerado de Joshua—. Al final, al ver que empezaba a dejar de llorar y a estar lo suficiente consciente como para negarme, solo me permitieron dormir en el sillón.
—Ya es milagroso que mi padre siga dirigiéndome la palabra después de que me rechazaran. —Estaba lleno de coraje, pero hacia mí mismo—. No puedo salirle con el capricho de que quiero ir a terapia cuando ni siquiera la necesito. —Moví el hombro para que quitara su mano, no volví a mirarlo, seguía enfocado en las olas, deseando en silencio que llegara una con el suficiente tamaño para tragarme.
—No me hagas hacer la llamada del profesor preocupado por el comportamiento de uno de sus alumnos. —Joshua dio un par de pasos y quedó delante de mí.
—Eso sería injusto —vacilé—, estoy bien. Si no estuviese bien, no me iría de fiesta esta noche. Si no estuviese bien, sería como esos chicos que nunca salen de sus casas y se la pasan viendo anime mientras fingen que tienen una novia en uno de esos juegos online.
—¿Al final resultará ser un hombre?
—Uno gordo, calvo y cuarentón.
Ambos soltamos una leve carcajada.
—Y respondiendo a tu pregunta, estoy buscando un nuevo trabajo —confesó Joshua.
—Genial —contesté, sincero—, así lo nuestro dejará de ser una fantasía masturbatoria adolescente y entrará en otro cliché.
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El retrato de un joven lúcido | ✅ |
Novela JuvenilChristian intenta reprimir, sin mucho éxito, sus deseos por el nuevo profesor de arte. Además, lidia con los daños psicológicos que le dejó el abandono de su padre y el acoso escolar en su viejo instituto. 🎨🖌🎨 Cuando Chris descubre el secreto de...