Karen se reía con el móvil en la mano, mientras yo trataba de hacer bizcos para mirarme la nariz. De fondo estaba la clase de la señorita Harper, algo sobre los electrones o conductores eléctricos, qué sé yo. Desde la última sesión de septiembre que le perdí el hilo al temario. Eso justo por la época en la que empecé a sentarme en la mesa de Hannah, Jason y Karen. Así que, aun si hubiese ido a clases los días anteriores, habría dado lo mismo; seguiría sin entender un carajo.
Hacer bizcos no era la gran cosa, sin embargo, yo también reprimía la risa. Eso hasta que Harper nos gritó:
—¡Miller y Jones!
Nos callamos al instante. Todas las miradas eran para nosotros y cuando vimos como la profesora se acercaba a donde estábamos, supimos que el asunto iba en serio. Harper le quitó el móvil a Karen, quien prefirió quedarse callada para no armar escándalo en el salón. La profesora hizo que yo tomara mis cosas y me levantara del asiento. Señaló en dirección al único sitio vacío del aula: la silla al lado de Steve Walker.
Hice un mohín para que otros viesen lo mucho que me molestaba sentarme junto a él.
Cuando fue mi primer día de clases en ese instituto, tuve la fortuna de no habérseme ocurrido usar esa banca. Me dije a mí mismo: «Si está solo es por algo». De modo que ocupé la que daba al fondo y se encontraba vacía. Segundos después llegó Karen, y ella prefirió acomodarse al lado del nuevo que de Steve.
Indirectamente sentía el repudio de forma genuina. El otro Chris habría disimulado para no herirlo, en cambio, a este no le importaba.
Harper continuaba hablando de fuerzas electromagnéticas. Yo abrí mi cuaderno y de manera inconsciente empecé a garabatear números áureos. Me obsesioné con la forma desde que me quedé solo en el departamento de Joshua y comprendí a que se refería cuando habló de caracoles y ramas de los árboles.
Harper detuvo su explicación, borró el apunte que hizo en la pizarra y escribió, furibunda: examen rápido.
¿Eras tú, Ley de Murphy?
Anotó números, signos, unidades y uno que otro diagrama. La muy maldita ni siquiera puso las fórmulas. Miré al reloj, quedaban solo quince minutos para que se acabara la clase y la instrucción era bastante obvia: termina hasta donde el tiempo te permita.
Lo común era que nos preparáramos un día antes para esos exámenes. Le decíamos a uno de los alumnos del comité estudiantil que nos pasara la lista de ejercicios resueltos de Harper para poder memorizar los que iban de acorde al temario y responder los más que se pudiera. No pagábamos nada por pedirla, ellos se sentían honrados de ayudarnos, como si les estuviésemos haciendo un favor.
Miré de soslayo a Karen, quien resolvía los ejercicios sin detenerse, era obvio que se memorizó los resultados. Si no me hubiesen cambiado de silla, ella habría acercado su cuaderno para que pudiera copiarle.
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El retrato de un joven lúcido | ✅ |
Ficção AdolescenteChristian intenta reprimir, sin mucho éxito, sus deseos por el nuevo profesor de arte. Además, lidia con los daños psicológicos que le dejó el abandono de su padre y el acoso escolar en su viejo instituto. 🎨🖌🎨 Cuando Chris descubre el secreto de...