·CAPITULO 19·

23 2 0
                                    

Creo que es momento de hablar del tiempo...

No diré, que simplemente transcurre en 24 horas y 86400 segundos por día,

O que la semana tiene 7 días, o el año 12 meses.

Eso creo que, es mejor dejarlo para otra ocasión. Hoy creo, que es más oportuno hablarlo de esta manera.

El tiempo, según algunos fue creado por el ser humano, para así darle nombre a los continuos hechos que ocurren, y que no fue mágicamente por azares de lo llamado destino; también algunos creen este último, llegando a la conclusión de que todo cae del cielo, que todo está predestinado y escrito. No sé, si considerarme alguien creyente de ambas cosas, pero tampoco las descarto, ya que como sabemos todo es incierto.

Puedo decir, que es distinto para cada uno de nosotros, puede ser desde infinito hasta finito, rápido o lento. Si nos encontramos en medio de una clase de filosofía, que puede solamente durar 45 minutos, pero si no es de tu agrado, se te hace eterno hasta pensar que ha durado 2 horas. O encontrarte en tu habitación teniendo una noche de películas con tu hermano, riendo y haciendo bromas más que todo, en un momento ves el reloj de tu mesa de noche y son las 7 y entre broma y broma, risa y risa; cuando lo ves de nuevo son las 10. Es así de complejo.

Puedo decir que cuando más felices estamos, sentimos que mas rápido pasa y cuando más tristes nos encontramos, más lento e inquietante se palpa. Todo depende de nuestra percepción, como nos sintamos o de lo que estemos viviendo.

Justo ahora, no puedo decir si lo siento rápido o lento, puede que esté pasando alguna de las dos y no me he percatado, más bien siento que está en pausa, en quietud, en fin, se encuentra estático.

Miro hacia el techo de mi habitación y es que me he detenido a pensar por un segundo que quiero hacer.

Y aquí, es cuando llego al punto de los que tanto nos cuesta aceptar, y que debemos encontrar y afrontar. El tiempo con nosotros mismos.

Solemos huir mucho de él, cuando nuestro yo interior es quien más nos necesita y debe ser escuchado con frecuencia y sumo detenimiento. Es quien tiene la respuesta a nuestras inquietudes, sobre qué debemos hacer, nos ayuda a sopesar nuestras decisiones y a estar en equilibrio. Cuando nos encontramos en caos total, y no hablo precisamente de desastres en el mundo exterior, sino en nuestro interior.

Este desastre nos abruma de tal manera, que se refleja en nuestra esencia y se exterioriza en nuestra mirada. Buscamos constantemente las respuestas en alguien más, tratando de evadir la responsabilidad de tener que discernir y sopesar, como si fuésemos un personaje de Mario Kart esperando que el jugador nos seleccione y ejecute nuestras acciones para así llegar a la meta sin tener que haber actuado por nuestra cuenta.

En la realidad, nada funciona así. Y nos da sumo miedo y pánico en ocasiones, porque a veces las respuestas que obtenemos al escucharnos, sabemos que son las correctas pero van contrario a lo que queremos y deseamos. Decidir entre que queremos y que necesitamos, es de lo más complejo que nos toca hacer en nuestras vidas, colocar todo en una balanza para evaluar los pros y los contras de cada una y elegir, suena sencillo pero realizarlo no. Solemos caer en una lucha interna de a quien debemos escuchar, quien tiene mayor peso, que es lo que nos hace estar en paz. Y puede que esas decisiones impliquen sacrificios, dolor y lagrimas, pero veremos en el momento especifico que fue lo mejor que pudimos haber hecho.

En este preciso momento, cuando marcan las 3am en el reloj de la mesa de noche que se encuentra al lado de mi cama, mientras abrazo la almohada estoy en ese debate. Pero no es como otras veces, esta vez las lagrimas no cubren mi rostro ni estoy nublada por pensamientos de culpabilidad.

Believe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora