Capítulo 3

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Joaquín

Los tres agobiantes días del celo habían pasado, desperté un poco adolorido aunque, curiosamente, no me sentía tan mal como en mis otros celos y eso probablemente fue porque en esos días logré comer y dormir decentemente.

Me senté en mi cama y tomé mi celular de la mesa de noche, eran las 7:30 y mis clases comenzaban a las 9 así que decidí ir a la escuela porque no me sentía tan mal y tenía la entrega de un proyecto importante. Con un poco de dificultad me levanté de la cama y caminé al baño donde dejé mi celular reproduciendo mis canciones favoritas y entré directamente a la ducha.

Pasé un aproximado de media hora bañándome y cuando salí me sentía bastante bien, limpio y relajado, tomé mi celular y salí del baño dirigiéndome a mi armario para revisar que iba a usar. Mucha de mi ropa es confeccionada por mí, camisas anudadas, con encaje, algunas deshilachadas, otras de mangas con vuelos preciosos, muchas de ellas con brillos y casi siempre cortas o pegadas.

Pasaron los minutos y nada me llamaba la atención, amo mi ropa, siento que encaja perfectamente conmigo, con lo que soy, pero hoy solo tenía ganas de algo suelto y suave. Tomé unos jeans blancos entubados y unos botines rojos, luego me acerqué al cajón donde había dejado la otra camisa de Emilio, no la había necesitado pues su olor era tan fuerte que opacaba el mío a pesar de lo denso que es cuando estoy en celo.

Saqué la camisa beige con detalles en rojo y procedí a colocarme todo, me miré en el espejo, mis clavículas quedaban al descubierto, las mangas llegaban casi a mis codos y tapaba un poco la parte superior de mis muslos. Me sentí extrañamente bien con la camisa, el aroma a menta y chocolate llegaba perfectamente hasta mi nariz, la tela se sentía cálida y el sentimiento de protección total fue simplemente inexplicable.

De reojo vi el reloj colgado en mi pared y corrí al baño a lavarme los dientes, luego tomé mi mochila junto con el vestuario que entregaría hoy, de paso agarré mi celular junto con mis audífonos y me apresuré a salir, la universidad quedaba a tres cuadras así que podía ir caminando.

Una vez afuera comencé a correr hasta llegar a la entrada, rápidamente entré para llegar a tiempo a mi primera clase del día y noté como muchos se alejaban de mí cuando pasaba, aunque no le tomé real importancia pues solo necesitaba enfocarme en llegar a la clase.

Entré y me senté en mi lugar, por suerte aún quedaban dos minutos, así que acomodé mis cosas y tomé aire para calmar mi alterada respiración. El timbre sonó y la maestra entró alegre al salón, la clase comenzó y no pensé en nada que no fueran tipos de telas y combinación de colores.

Luego de tres clases, salí de la universidad antes de entrar a mi última clase del día pues comenzaba en una hora y yo no había desayunado por salir apurado. Caminé hacia el restaurante que está frente a la universidad y ordené un sándwich junto con un jugo de naranja. Mientras esperaba mi pedido, miré por la ventana y dejé que mi mente descansara un poco de las clases, entonces esos ojos cafés volvieron a mi mente.

"Omega, ¿puedes decirle a tu alfa dónde está tu cuarto?", la gruesa voz de Emilio sonó en mi cabeza y comencé a sentir mi cara calentarse. Todos los recuerdos llegaron de repente y sinceramente sentí que no podría mirarlo a la cara nunca más después de eso, maldito omega, ¿por qué me descontrolé así?, Emilio huele bien, pero eso no es excusa para dejar que mi omega enloquezca así.

­­­—Disculpe, ¿necesita algo más?— una suave voz me sacó de la burbuja de pensamientos en la que estaba, era la chica que me había tomado la orden y ya me la había traído.

—No, muchas gracias— le sonreí y la chica se fue, dejándome con mi desayuno y todas las preguntas a las que no quería darles respuesta.


Mi alfa || EmiliacoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora