Para las que sueñan con un príncipe azul,
vestido de negro.
—Lo siento mucho, querida, pero quien no salda una cuenta con nosotros, tiene este destino — expresé sonriente observando a la señora White moribunda en el suelo, sostenía una mano en la costilla donde la sangre corría entre sus dedos, me miraba con una expresión de dolor.
—Morirá en el infierno, Black Angel —siseó antes de caer desmayada.
—Imbécil...— contesté entre dientes para luego dar media vuelta y caminar hacia la puerta.
Me sentí las manos húmedas llenas de sangre y pensé que si llegaba así frente a mi padre me obligaría a hacerme exámenes ya que no quería que me contagiara de alguna enfermedad, pero eso era demasiado drama, sino me había contagiado en veintisiete años, ahora menos.
Caminé dentro de la casa pasando al lado del bulto que ahora era White, en pocos minutos se habría desangrado por completo y sería un caso más de la morgue, cuando iba a cruzar la puerta del baño sentí las uñas de la víctima enterrarse en la piel de mi tobillo, con un movimiento rápido tomé uno de los cuchillos de mi cinturón, para agacharme y le hice un corte en la muñeca que la hizo soltarme. Seguí hacia el baño y me lavé la sangre que se había impregnado de mis manos, una muerte más, una menos, un trabajo bien hecho, por supuesto.
Abrí la puerta de aquella tienda y salí para dirigirme a mi carro con rapidez, seguro en unos minutos alguna persona entraría para algo de la tienda y vería el cuerpo sin vida de White así que debía irme ágil; me subí a la puerta del conductor y me quité el guante de cuero lleno de sangre, herir antes de matar con un arma blanca era una buena táctica, hasta que la sangre empezaba a manchar el cuero, lavarme la mano que no tenía guante era fácil ya que la sangre de la piel salía solo con agua, ¿pero de la tela y el cuero? Misión imposible. Dejé los guantes en una bolsa y guardé el revólver en mi cinturón de armas, me puse las gafas de sol y observé a una chica entrar a la tienda, como había predicho, alguien entraría, escuché su grito al ver a la señora White en sus últimas, sonreí con maldad y encendí mi BMW serie 8 negro, momento de irme, mi trabajo estaba culminado.
Me dirigí hacia la empresa de mi padre, una alianza de "empresas de petróleo", que en realidad era lo que encubría nuestro negocio de homicidas privados, tráfico de armas y drogas, los ingresos eran potencialmente increíbles, pues cada semana, con la cifra ganada podíamos comprarnos cinco casas, en la mejor ubicación, esto hacía que hubiéramos recorrido el mundo mudándonos constantemente, Italia, España, Argentina, Bolivia, Ecuador, Estados Unidos buscando mejores opciones y contactos para nuestro negocio, éramos reconocidos mundialmente gracias a que mi abuelo había comenzado años atrás compartiéndole la tradición a mi padre y luego a mí.
Subí hasta la oficina de mi papá tras llegar a la empresa, debía reportarme con él ya que él siempre quería saber todo de mi boca antes que de boca de los medios, me era costumbre que al caminar por el pasillo todas las miradas masculinas admiraran mis piernas, bastante visibles por el pantalón de cuero ajustado, debía admitirlo, me hacía sentir poderosa, ya que yo era la hija del jefe y nadie podía tenerme. Entré a la oficina de mi padre y dejé el bolso en el sofá mientras lo observaba servirse un Whiskey de su mini bar, giró al escuchar mi bolso caer, me miró sonriente.

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Crímenes De Verano.
ActionLos Leblanc siempre han reinado en la mafia italiana, un linaje donde la destreza, la inteligencia y el peligro se entrelazan. Angel Leblanc es una mujer poderosa, decidida y capaz, bajo su fría corteza, aún late un corazón que alguna vez conoció el...