N/A: Steve es el fortachon que normalmente conocemos... XD
Disfruten su lectura.
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Steve Rogers casi podía decir que nada podía sorprenderlo. En su niñez había sido un niño enfermizo y debilucho que continuamente tenía que ser llevado al hospital, mismo en el que vió cosas perturbadoras y preocupantes. En su adolescencia fue un chico enclenque que debido a las enfermedades que sufrió de pequeño, su desarrollo no fue óptimo, así que en la escuela vivió más calamidades para sumar a la lista de desgracias que había tenido en su vida. Luego sus padres murieron y él tuvo que comenzar a buscar la manera de sostenerse a sí mismo. Sin embargo, un día la vida le sonrió y conoció a Sam, Natasha y Bucky, los cuales le ayudaron a conseguir trabajo, pagarse los estudios y terminar siendo una especie de artista callejero y maestro particular de arte. Sus pinturas era algo que le apasionaba y la gente solía ser generosa con su apoyo; era por eso mismo que él solía moverse mucho de un lado a otro de la ciudad y había visto otro tanto de cosas extrañas mientras viajaba en el metro.
Entonces, Steve no era fácil de sorprender. Pero un día, ciertamente, mientras viajaba en el metro, hubo algo que llamó fuertemente su atención.
Steve iba sentado con su block de dibujo en sus manos y un lápiz, había aprendido que debía estar listo para plasmar lo que viera que llamara su curiosidad y su venita artística. Así que, mientras observaba a su alrededor, se detuvo en un punto y parpadeó varias veces para asegurarse de que lo que veía era real; había un pequeño niño sentado en el suelo y a su lado, había un gran pato de color café y destellos verdes.
Steve se quedó ligeramente atrapado con la imagen, pues el niño comía un panecito y de vez en vez convidaba al pato algunas migajas. Steve sonrió, su mano moviéndose inconsciente sobre la hoja en blanco trazando líneas que para otros podían ser sin sentido.
La voz de un hombre avisando la siguiente parada desvió su atención. El rubio se puso de pie y se acercó al igual que otras personas hacia la puerta. Buscó con su mirada nuevamente al niño, pero este ya no estaba. Frunció el ceño levemente extrañado.
La puerta se abrió y las personas inmediatamente comenzaron a bajar como un mar embravecido. Steve se vio empujado por la marea hacia la salida. Una vez fuera comenzó a caminar sin prisa, y grata fue su sorpresa al ver nuevamente al niño caminado a unos metros delante de él, y con el patito siguiéndole de cerca los pasos. Algo más que terminó de romper la cotidianidad de su vida, fue ver que dicho pato tenía puestos unos tenis. ¡Unos tenis, por Dios! Steve pensaba que ahora sí, ya lo había visto todo.
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Durante toda la semana, Steve había estado viajando en el mismo metro, a la misma hora, pues se había dado cuenta que el mismo niño siempre estaba ahí. Y fue por eso que Steve "conoció" a la hermosa madre del pequeño.
Se trataba de una chica castaña, delgada y de baja estatura. Su cabello siempre estaba atado en una coleta, usaba pantalones ajustados y blusas un poco anchas para su figura. Era bellísima. Tenía una sonrisa preciosa que siempre se ensanchaba cuando veía a su hijo. Steve estaba fascinado con la naturalidad de ella y la felicidad que se podía sentir en ambos, en ella y su pequeñito.
Steve sabía que se veía como un acosador, pero simplemente no podía dejar de buscarlos con la mirada todos los días para subir al mismo vagón y ver su interacción. Era como si todos los demás desaparecieran para esa chica y su hijo. Era fascinante. Steve realmente estaba atrapado. Le parecía que realmente no había palabras para describir a la curiosa familia, que hiciera honor a la tranquilidad que transmitían.