Peter era hijo único. Su padre Tony había dado todo de sí mismo para darle lo mejor de lo mejor. Siempre había hecho un excelente trabajo en dividir sus tareas entre su empresa, su trabajo de héroe y el compartir tiempo con su hijo. Claro que Pepper Potts tenía mucho que ver en ello. Aún así, había que reconocer que Tony se esforzaba por romper aquel mal ejemplo que recibió de su padre. Tony no quería ser como Howard.
Así que, en 16 años, Peter había sido un niño bueno, muy feliz y lleno de amor, rodeado de lujos y de personas que lo querían mucho. Peter no podía pensar en ningún sentimiento que fuera negativo. Todo era perfecto en su vida.
Al menos lo fue, hasta que llegó él.
Harley Keener; el pasante de Tony Stark.
Harley era un chico bastante avispado, activo, carismático, confianzudo y muy inteligente. Había congeniado inmediatamente con todos los vengadores, incluso con la tía Natasha. El joven no tardó demasiado en adaptarse y volverse una pieza constante en la vida de todos. Peter no quería admitirlo, pero Harley le agradaba.
Ambos casi eran de la misma edad y Peter casi podía sentir que el chico podía llegar a ser como su hermano mayor.
Sin embargo, un sentimiento amargo comenzó a colarse en su corazoncito, cuando una mañana de sábado se levantó con toda la intención de ayudar a su padre a hacer el desayuno como siempre, pero unas risas provenientes de la cocina le confirmaron que en su lugar, estaba Harley.
Peter se había quedado pasmado viendo la escena frente a él.
Harley y Tony reían y se hacían bromas el uno al otro. Parecían relajados y felices. Su papá parecía muy cómodo con el chico rubio.
Peter intentó negar e ignorar la punzada de dolor que cruzó su pecho. Se adentró a la cocina en silencio para servirse un simple cereal y volver lo más pronto posible a su habitación.
Luego de eso, Peter comenzó a sentirse desplazado. Mientras él iba a la escuela, su padre pasaba tiempo con Harley, y cuando estaba en casa, Tony solía estar en la empresa. Así, poco a poco, la atención en Peter comenzó a desviarse y a disminuir.
***
Peter estaba en el gimnasio recostado contra la larga colcha que le permitía hacer sus acrobacias de gimnasta. Miraba fijamente el techo mientras permitía que su respiración se tranquilizara.
Había estado entrenando por más de 3 horas y se sentía agotado, aunque no lo suficiente como para que sus pensamientos no le aturdieran su mente.
—¿Estás bien, chico?
Peter alzó un poco su cabeza y se encontró con la mirada del capitán América, el cual recién había entrado al gimnasio y se colocaba unas vendas en sus manos.
—Sí, señor.
Steve sonrió. Peter siempre había sido demasiado educado con él. Todos los demás eran "tío o tía" pero él, él siempre había sido "señor".
—Pareces preocupado—dijo Steve con suavidad.
Peter nuevamente se dejó caer en la colchoneta y soltó un largo y profundo suspiro.
—No es nada, supongo.
Steve se puso un poco más alerta ante el tono bajo y triste del menor. Con cuidado se acercó a él y se sentó a su lado.
—¿Por qué no me cuentas? Así tal vez pueda ayudarte a decidir si es "algo" o no.
Steve no era alguien demasiado social. Desde que tenía uso de razón, fue alguien con dificultad de palabras y de crear lazos con las personas. Sin embargo, al ver al pequeño Peter ahí, no pudo evitar esa punzada de querer proteger al que estaba desprotegido; aunque ¿Por qué el hijo de Tony Stark podría sentirse así? Tony era un buen padre. Y además era Iron Man.