Capítulo 4

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- ¡Ughhh! Esta ha sido la peor clase de todas, lo juro. -Gruñí, saliendo del salón junto a Danielle y Lauren.

- ¡Pero si has quedado preciosa! -Alagó Danielle con una sonrisa.

- Ni lo menciones. Odio esta cosa. -Pasé rústicamente la toalla "desmaquillante" por mi rostro que ahora debía parecer el de un payaso.

- No seas tan bestia, Blair. -Me regañó Lauren. -Ser un poco más suave no te mataría.

- Pero usar más maquillaje, si. -Dije y ella rodó sus ojos.

- En la habitación tengo crema desmaquillante, deja de arruirnarte el rostro. -Quitó la toalla de mis manos.

- Espero que si sea desmaquillante y no como esta toallita. -Resoplé.

Al llegar a la habitación, le quité a Lauren la dichosa crema y me encerré en el baño a solucionar el desastre en mi rostro. Había usado cosas que ni sabía que existían, bueno, no es como si supiese mucho de maquillaje de todos modos pero, ¿sabiais que hay algo llamado rubor? Se aplica en las mejillas para que se vean rosadas.

Tenía delineador, máscara para pestañas, base, pintura para labios, el mencionado rubor y no sé que más mierdas pero si sabía que quería quitarlas de mi rostro. Jodidaclase de maquillaje. Y eso que apenas era el básico.

Abrí el grifo del lavamanos y ahuequé un poco de agua entre mis manos y humedecí mi rostro como la crema decía, froté un poco en toda mi cara, quitando todo y volví a lavarme con más agua. Cogí una toalla y la pasé por mi rostro.

- Finalmente soy yo de nuevo. -Salí del baño y tiré la toalla sobre mi cama.

- Eres tan dramática. Juro que antes de conocerte, pensaba que yo lo era. -Rió Danielle. Le saqué la lengua a la vez que me tiraba en mi cama con mi móvil en mano.

- Nosotras vamos a hacer algo de yoga, ¿vienes? -Ofreció Lauren.

- Umm, no, yo paso.

- Bien, tú te lo pierdes. -Mostró su lengua y cogió su toalla.

- Volvemos en un rato. -Se despidió Danielle con un guiño.

Suspiré. Los chicos estaban en clase y apenas eran las 5:34 pm. Observé uno de mis libros sobre la repisa. Lo cogí junto a mis llaves y móvil antes de salir.

Pasé a la cafetería por una manzana y seguí caminando en busca de un buen lugar para leer. Observé un frondoso árbol que daba buena sombra así que le di un primer mordisco a mi manzana y caminé hasta el árbol. Me recosté en el tronco y abrí el libro. 

- Me quedé esperándole en el castigo, señorita Ross. -Habló una voz, haciendo que levantara la mirada del libro.

Bufé. Matthew estaba recostado contra el tronco del árbol de brazos cruzados. -Lástima. -Sonreí sarcástica y bajé la mirada nuevamente, dispuesta a ignorarle.

- Eres toda una rebelde. -Negó con la cabeza.

- Wow, qué novedad.

- ¿No temes de alguna sanción peor que un simple castigo?

- La verdad, me vale todo esto. -Me encogí de hombros, mordisqueando mi manzana. -Además bien sabes que no merecía ese castigo.

- Reglas son reglas.

- Las reglas están hechas para romperse.

Abrió sus ojos en sorpresa. -Si las reglas fuesen para romperse, nadie hubiese gastado su tiempo haciendo unas.

- Tú lo has dicho, sólo gastan su tiempo.

Sacudió su cabeza. -Las reglas mantienen un buen orden y equilibrio en el internado. Son la base de todo.

- Seguir siempre las reglas es aburrido.

- ¿Está llamándome aburrido, señorita Ross?

- Así es, señor Clark.

- Estás entrando en terreno prohibido.

- Tú ya lo has hecho ayer cuando decidiste darme un "castigo" por llegar un minuto pasado de las nueve.

- Sólo sigo las órdenes.

- Déjalo estar y vete que bien que estaba leyendo en la solitaria tranquilidad.

- Pues, esta es una zona con derecho a la libre expresión—

- Este internado es de todo menos una zona con derecho a la libre expresión. –Le interrumpí, cruzándome de brazos.

Enarcó una de sus cejas. –El punto es que si quiero quedarme, me quedo.

- Bien. –Y en vista de que él no se iría ni me dejaría leer el libro, tuve yo que levantarme y encaminarme nuevamente a mi habitación maldiciendo por lo bajo.

¡Es el más grande idiota que conozco!

- ¿Dónde estabas? –Preguntaron mis compañeras en cuanto entré a la habitación.

- Sólo leyendo. –Levanté el libro antes de lanzarlo a mi cama. – ¿Cómo les fue en la clase de yoga?

- Relajantemente bien. –Sonrió Danielle. –Deberías probarla alguna vez.

- Si, quizá. –Y contesté algunos de los mensajes que tenía de Amber. Los cuales eran muchos.

Eso pasa cuando tienes una amiga tan enamoradiza como ella, sonreí, negando con la cabeza.

Lo contrario a una damaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora