Epílogo: Loba Blanca

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Jassie: 

—¡No! — grité cuando fui cubierta por la sangre de mi abuelo. Alec sonrió de oreja a oreja y luego se fue tan rápido como vino. — ¡Abuelo! 

Volví a gritar una vez que vi el cuerpo de mi abuelo Billy sin vida, frente a mí. Mi familia logró moverse y fue corriendo a ver qué había sucedido. Mi mamá al verlo estaba como yo... Con los ojos llenos de lágrimas... 

Con solo ver el cuerpo y de quién se trataba mi papá se derrumbó a llorar con mi mamá. Siempre conocí a mi papá como un hombre fuerte que no le afectaba nada, pero hoy estaba completamente en el suelo... 

Sebbas me abrazó fuerte y me dejé consolar por unos minutos. Hundí mi cabeza en su pecho y estoy segura de que empapé su camisa con mis lágrimas por un tiempo... Pero de pronto otro sentimiento remplazó la tristeza que sentía. Levanté mi cabeza y me separé un poco de mi prometido. 

Mi respiración iba tan o casi igual que mi corazón. Recordé la dirección que había tomado el desgraciado de Alec y me levanté del suelo en donde estaba. Me dirigí a mi casa para quitarme mi vestido; que de igual forma ya estaba completamente arruinado, gracias a las manchas de Sangre. 

Llegué a mi habitación y lo primero que hice fue tirar todo y romper uno de mis espejos que estaba en mi cómoda. Tenía tanta rabia acumulada que solo podía destrozar cosas con mis propias manos, hasta que vi una pequeña llama salir de mis manos. Supe lo que debía de hacer... 

Iba a salir por la puerta, pero escuché a alguien; quien supuse que era mi prometido; en el pasillo y decidí hacerlo por la ventana. Por suerte mi ventana daba al sitio contrario en donde estaban todos los invitados. Salté...

Me dirigí al bosque, justamente donde había visto a Alec irse y comencé a buscarlo. 

—¡Alec! ¡Alec! ¡Aquí estoy! ¿Es lo que querías? ¿Querías que viniera sola, para que me pudieras matar?  ¡Aquí estoy y te juro que lamentarás haber nacido y haberte convertido en vampiro! — le grité furiosa, mientras que de mis manos las llamas salían y salían. 

No hubo respuesta durante un rato, pero pronto lo que supuse que era un neófito salió de uno de los árboles. 

—¿Entonces eres tu la Loba Blanca? — preguntó divertido.

—¡Hay por dios! ¡Claro que es ella! 

—Probecita... Está completamente sola... Amor ¿No se supone que estabas a punto de casarte?

—Si lo hacía; créanme que no estaría viva — dijo una voz que yo conocía bien. 

—¿Silvana? — pregunté al ver como una mujer embarazada salía de las sombras. 

—Pagarás muy caro por haber nacido Black... De todas maneras ¿De qué te sirvió? ¿Dónde está tu príncipe azul? No está aquí. 

La miré a los ojos y luego decidí intervenir... 

—Silvana; tu no eres así... No quiero usar mi don contra ti... Estás embarazada y estoy segura que alguno de tu manada debe ser el padre y debe estar esperándote. 

—Te equivocas en todo... Esto es solo un parásito y cuando termine contigo voy a deshacerme de él y me casaré con tu príncipe azul... ¡Corrección! Mi príncipe azul. 

—¿Quieres correr niñita? — me dijo una neófita. — somos más de 50 y estás tu sola... 

—¡No! No está sola... — mi prometido irrumpió el lugar. Volteé a verlo. 

—¿Qué haces aquí? — le pregunté.

—Cumpliendo con mi deber. No voy a dejarte pelear sola; siempre juntos... Eso me hiciste jurar cuando aceptaste ser La Loba. — lo miré a los ojos y lo besé. 

Hielo/FuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora