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Septiembre del 2007
Hogar de acogida Rahola, Tampere

Entre a aquella sala, llena de niños jugando cada uno en su grupo, algunas niñas con casas de muñecas, peluches y tazas de té, otros niños con autos de juguete, y aquel pequeño rubio que llamó mi atención, jugando sólo en una esquina con una rama y un peluche de oso. No se muy bien el motivo, no sé que me hizo acercarme a él, que llamó mi atención, pero me senté junto a él, apretando mis tres muñecas contra mi pecho. El chico me miro algo asustado y alejo el oso de mi alcance.
-¿Por que juegas solo?
Pregunte dejando mis muñecas en el piso
-No me caen bien los niños de acá, son malos conmigo
Asenti extendiendo mi mano hacia él
-Soy Matleena
-Soy Jonne
Respondió tomando mi mano algo indeciso. Aquel día fue el inicio de algo muy importante en la vida de ambos. No teníamos nada que perder, realmente no éramos conscientes de aquello, era una realidad que nos golpearía en algunos años. Por el momento solo eran nuestros fantasmas los que nos perseguían. Tal vez esos fantasmas nos hicieron amigos, teníamos la misma historia, las mismas penas flotando sobre nuestras cabezas sin dejarnos en paz. Una familia rota, alcohol de por medio. Años más tarde, Jonne lo describiría como "El clásico abuso finlandés del alcohol". Jonne había entrado a Rahola hacia unos meses, sus padres eran unos alcohólicos irresponsables y él con la edad de seis años había tomado la decisión de irse de ahí y mudarse a Rahola. Por mi parte, abandone mi hogar el día que no aguante más las peleas entre mis padres. Un acto de cobardía, pues deje a mi madre sola en manos de un alcohólico abusivo. Pero ya estaba ahí, y sabía que mi madre me prefería lejos de aquella casa.

Jonne fue mi apoyo durante los siete eternos años que estuve en Rahola. Fuimos como hermanos, el uno para el otro. Si a él lo molestaban ahí saltaba yo en su defensa y si a mi me molestaban, Jonne no perdía oportunidad de golpear a mi agresor, aún sabiendo las severas consecuencias que le seguirían. A la edad de once años me confesó que le gustaba uno de los chicos de ese lugar. Fue extraño, todos decían que él gustaba de mí, aunque supe que se dejaban llevar por las apariencias. Solo había que ver a Jonne con diecisiete años, era toda una puta con los chicos.

Finalmente, por navidades, en mi último año en aquel lugar, decidi volver a casa, no me quedaría, pero quería ver a mi madre por las fiestas. Aún sabiendo que debía lidiar con Olli, mi padre. Tenia la edad y la fuerza para hacerlo. Pero jamás me preparé lo suficiente como para lo que ocurriría en esa casa semanas después.

Rondaban las cuatro de la madrugada cuando oí los gritos de mi madre en el pasillo. Tuve que salir, armada unicamente con unas tijeras que había tomado de mi escritorio, aún entre el sueño. Lo vi golpearla una y otra vez incluso cuando ella ya estaba en el suelo, al borde de las escaleras.
-¡Deja a mi madre!
Grite alzando la tijera. Olliver alzó la mirada y soltó una sonora carcajada, tan tétrica que me puso los pelos de punta.
-Vuelve a tu cuarto, Matleena
Ordeno el hombre burlesco descargando una patada en el estómago de mi madre. No pude contener la ira del momento, las ganas que tenía de cortarle la garganta eran inmensas, pero muy en el fondo yo sabía que no podría hacerlo. Pero había algo que si podía hacer para acabar con esto. Tal vez debí llamar a la policía esa noche, hacer lo que mi madre jamás quiso hacer. Pero estaba cegada por la rabia, y lo empuje, sin siquiera pensarlo lo empuje. Olliver no consiguió mantener el equilibrio, pese a que mis fuerzas eran nulas para siquiera tirarlo al piso, su propio alcoholismo le jugó una mala pasada, perdió el equilibrio de su propio eje y rodó escaleras abajo. En la caída se rompió el cuello.

Fue tal vez el momento más traumático de nuestras vidas, pero a la vez fue un alivio. Las autoridades recogieron el cuerpo de Olliver Parkkonen horas después, no se levantaron cargos, fue en defensa propia. Tras aquel suceso, mi madre tardó en recuperarse, no volvi a Rahola, quería quedarme a su lado, ni siquiera le envié una carta a Jonne, un mensaje. Simplemente no volvi, ya no había necesidad. Nos mudamos a Helsinki un año después. Aún recuerdo el rostro de Jonne cuando me despedí de él. Le prometí que nos veríamos de nuevo, tarde cinco años en cumplir dicha promesa. Al fin y al cabo nos seguíamos teniendo solo a nosotros en esta vida. Jonne era mi mejor amigo, mi mundo, mi hermano de otra madre.

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Pregunta seria, ¿que tal les cae Jonne?

right here in my arms ;; v. valoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora