Tengo un problema.
Un problema muy grande.
Un problema al que no le encuentro la solución, y no sé qué hacer al respecto.
Por las noches a veces me cuesta dormir cuanto me doy cuenta que me estoy acostumbrando a esto. Me siento mal, egoísta. Siento que no merezco nada de lo que me está pasando y, al mismo tiempo, no puedo evitar torturarme por pensar eso, porque sé que yo misma me lo busqué, yo soy la creadora de mis propias desgracias. ¿Suena muy exagerado? Puede ser, puede ser, pero ¿tengo razón?, ¿puedo sentir que no merezco algo que yo misma provoqué? Son preguntas que me atormentan por la noche, cuando me despierto y veo la solución al problema en frente mío, hasta que recuerdo que lo que veo no es la solución, sino el problema en sí. Nada puede ser tanto el problema como la solución al mismo, ¿o sí?
Bueno, ya comencé a desvariar y a irme por las ramas, ¿puedo volver a empezar? ¿Sí? Gracias.
Entonces... tengo este problema, que me agobia mucho, pero por las razones equivocadas. Me agobia porque no lo siento como un problema, no quiero buscarle una solución porque poco a poco he ido dandome cuenta que tenerlo en mi vida de esta manera me hace feliz, que me resulta bueno, me da tranquilidad, paz, cierto equilibrio que no se supone que deba tener.
Me siento culpable por pensar así.
Si sólo me involucrara a mí, no me torturaría tanto, viviría con el sentimiento de estar haciendo algo incorrecto y me sobrepondría a él, pero involucra a alguien que amo mucho y no quiero que él tenga que pagar por mis equivocaciones. No se lo merece, y entre más tiempo estamos metidos en esto, más me convenzo que tengo que buscar una solución por él. No por mí.
¿Por qué no por mí? Fácil, yo podría vivir con esto. Él no. Y no lo obligaría a estar así por un capricho mío, está mal, sé que está mal, pero si me dieran la oportunidad de elegir, no solucionaría nada. A ver, tampoco es que sepa mucho cómo hacerlo, no es que tenga todas las respuestas, pero podría esforzarme más por buscar una solución rápida.
Es como cuando tu alarma suena y tú sigues aplazándola cinco minutos más una y otra vez porque te gustaba el sueño que estabas teniendo.
Okay, te voy a dar un ejemplo para que me entiendas. Primero, el contexto: he comprado un libro, ese libro fue el causante del problema. El chico del problema se llama Sebastian y, como él también está involucrado en todo este embrollo, pues naturalmente me tuvo que acompañar a la librería en donde compré el libro. Al comienzo del día, yo estaba dispuesta a hacer todo de la manera más rápida y efectiva posible, pero luego él me invitó a su casa, conocí su habitación, no estuve mucho tiempo ahí, pero tuvimos un rato maravilloso... y ahí fue cuando decidí que no quería que esto se acabara tan rápido, así que, esa misma tarde, cuando lo llevé a la calle donde había comprado el libro, se me ocurrió la increíble idea de mentirle:
—No recuerdo por dónde era —le había dicho a Sebastian, tomando una calle distinta a la de la librería.
El centro de la ciudad se parece mucho por esos lados, las calles de piedra no tienen un orden en específico y son más bien caminos que improvisaron nuestros ancestros. Así que tomé una calle más allá de la que tendría que haber tomado.
—¿Segura? Necesitamos solucionar esto —me había pedido él.
Por un momento me arrepentí de mentirle y pensé que lo más conveniente era fingir que, por arte de magia, había recordado el camino. Quería decirle, pero verlo ahí, a mi lado, tomándome de la mano como si yo fuera lo más importante en su vida... no pude hacerlo. Quería alargar ese momento un poco más, unos días más, tal vez unas semanas más. Así que, sin pensar mucho más en las consecuencias que mis palabras podrían tener, le contesté.
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Encántame
Teen FictionLisis ha convertido a Sebastian en un oso de peluche, ahora deberá de encontrar una solución a su problema antes de que sea demasiado tarde y las consecuencias sean irreversibles... Desde que Lisis conoció a Sebastian el semestre pasado en una clase...