1. Esa chica, un desastre

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Existe la creencia de que todos le pertenecemos a alguien, que en alguna parte del mundo una persona está esperando a conocerte.

Sí bueno, ya estoy harta de eso.

Casi veintidós años, escúchame bien, VEINTIDÓS AÑOS, llevo esperando a que llegue esa "persona única y especial". Estoy a punto de graduarme de la universidad y, en lo que llevo de carrera, sólo me han invitado a tres citas. Dos por completo fallidas. Okay, ya sé lo que estás pensando "esta chica es muy superficial y banal, ¿qué importa si todavía no consigue a nadie? La vida no se trata sólo de eso, se nota que no sabe estar sola". Pues bien, en lo ultimo te equivocas, estar sola es lo único que conozco. No sé estar en pareja, querrás decir. Quiero saber qué se siente ser amada, que te consientan y te mimen, ¿tienes algún problema con eso? ¡Pues arréstame!

¿Por qué me miras así? ¿Acaso crees que estoy delirando? Puede ser, puede ser... ¡es que ya no sé qué hacer! No creo que deba hacer de esta situación el centro de mi universo, pero este semestre acabo mi universidad y empezaré una especialización en el extranjero, mi vida se ha basado en estudiar y estudiar porque el amor jamás ha tocado a mi puerta, ¿será que estoy exagerando mucho? No, no contestes, estoy segura que la respuesta es "sí", siempre es "sí".

No me considero fea, ¿sabes? Tampoco soy la mujer más linda del mundo, pero tengo con qué defenderme. Los amigos de mis padres siempre los felicitan diciendo que tienen una hija hermosa, entonces ¿por qué no puedo encontrar pareja?

—Bueno, Lisis, tal vez es porque no te permites a ti misma esperar —me contestó mi psicóloga, tomando notas en su libreta sobre todo el discurso que le acababa de lanzar.

Resoplé. Eso era precisamente lo que venía haciendo todo este tiempo.

—No —me respondió la psicóloga—. Siempre has tenido la idea en la cabeza, buscas en las personas una potencial pareja. No te has dejado llevar por el curso de la vida, no has dejado de pensar en eso, ¿me entiendes? No te has permitido esperar a que algo ocurra, andas a la defensiva constantemente.

Me crucé de brazos, puede que tuviera razón, pero eso no le daba la razón.

—Okay, lo admito, sí tengo esos pensamientos recurrentes de encontrar pareja —cedí, si no mostraba signos de estar avanzando, podía quedarme en terapia por muchísimo tiempo más y ya no podía seguir con esas terapias insulsas. No había nada malo conmigo, de verdad que no. Sin embargo, mis padres consideraban que no era normal que yo estuviera quejándome porque no encontraba ninguna persona que quisiera estar a mi lado, creían que, en mi desespero por no quedarme sola de por vida, iba a descuidar otras partes igual de importantes de mi vida. Así que aquí estaba yo, haciendo terapia.

Mi psicóloga revisó algo en sus notas antes de volver a hablarme.

—¿Cómo te sientes después de haber fracasado en dos de tres citas? Veo que lo mencionas mucho, ¿qué pasó con la tercera? —me preguntó, acomodándose las gafas.

Me aclaré la garganta antes de contestar, era una historia muy triste y algo patética. Como el resto de mi vida.

—Quedamos de vernos una segunda vez, pero cuando llegué al lugar acordado me di cuenta que me habían dejado plantada —gimoteé, lastimada por mi propio fracaso. No triunfaba ni para conseguir una segunda cita, era como si tuviera tatuado "imposible de amar" en la frente—. Luego me escribió pidiéndome perdón, y me dijo que las clases lo mantenían muy ocupado, pero que me iba a escribir después para cuadrar otra salida. Sigo esperando su mensaje —confesé, sintiéndome patética—. ¡Ni siquiera me gusta tanto!

Mi psicóloga asintió y garabateó algo en su libreta.

—Así que no volverá a pasar —afirmó.

—¡No lo sé! —contesté, ofuscada—. ¡Y de todas maneras no importa porque voy a morir sola, fea y muerta!

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