23. Esa chica, tiene un amigo

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Luca fue el primero en hablar.

—¿A dónde quieres ir a comer? —me preguntó, con una pequeña sonrisa dibujada en los labios.

No lo dudé, desde la conversación con Eliana había estado dándole vueltas en la cabeza a una sola comida:

—La verdad tengo antojos de sushi —confesé, imaginándome los langostinos tempura con masago. Se me hizo agua la boca y mi estomago volvió a gruñir.

—Creo que vi hace poco un nuevo puesto en el Z —contestó Luca, refiriéndose a un edificio de la universidad—, no está tan lejos, si quieres, vamos allá, a menos que tengas otro sitio en mente.

Negué con la cabeza.

—Está perfecto —respondí, siguiéndole el paso.

Caminamos un rato por el campus, sorteando estudiantes que iban en grupo o a pareja. Siempre era fácil para mí pasar tiempo con Luca, lograba mantener la conversación interesante todo el tiempo y, si llegábamos a hablar de algún tema del cual yo no tenía muchos conocimientos y él sí, no me hacía sentir estúpida al respecto. Todo lo contrario. Me explicaba con paciencia todos los conceptos que yo no podía llegar a entender.

Luca poco a poco se había convertido en mi mejor amigo, y eso me hacía feliz. Le agradecía el hecho de haberse quedado a mi lado, porque eso me demostraba que valoraba más nuestra amistad que otra cosa. Eso significaba mucho para mí. Luca me había demostrado que no compartía tiempo conmigo nomás "por si algún día yo llegaba a aflojar y me acostaba con él", sino que, de manera genuina, a él le gustaba pasar tiempo conmigo como persona, que yo era suficiente así tal cual, como su compañía. Nunca más intentó coquetear conmigo ni insistió en tener otra cita. Yo se lo agradecí mucho.

Una vez, de camino a la universidad, él me había confesado cómo se sentía al respecto de mi rechazo. Para mi sorpresa, se lo había tomado muy bien.

—Lisis — me llamó, pues yo miraba distraída por la ventana.

—Dime.

—Quiero hacerte saber que me gusta compartir tiempo contigo. Aquí voy a estar para lo que necesites, eres de las pocas personas que siento que sí puedo llegar a considerar mi amiga. Y yo pongo a mis amigos por encima de todos. —Luca sonrió.

—Eres el mejor —le respondí, devolviéndole la sonrisa.

Con Luca y Sebastian en mi vida, ya no me sentía tan sola.

Una calorcito me llenó el rostro al ver a Luca quejarse de un profesor de una de sus clases. No pude evitar sonreír, aunque él tuviera el ceño fruncido y moviera las manos con algo de rabia. Tal vez era cierto eso que decían sobre el amor: que venía en distintas formas y nunca era el mismo. Todo parecía marchar tan bien en mi vida, que no pude evitar abrazar a Luca. El chico se interrumpió a sí mismo y puso sus manos en mi espalda, sin saber muy bien a qué se debía mi impulsiva muestra de afecto.

—¿Estás bien? —me preguntó, con justa causa. Yo no solía expresar cariño a las personas de mi alrededor, y él tampoco era la excepción.

—Sí —le respondí, todavía con el rostro enterrado en su camisa de algodón con el logo de Nirvana estampado en el fondo—. Es que estoy feliz de tener en mi vida, es todo.

Luca no contestó, en cambio me dio unas pequeñas palmaditas en la espalda y me dio un empujoncito hacia delante: la fila ya había avanzado y era mi turno de pedir. Ni siquiera dudé a la hora de realizar mi pedido. El único sushi que me gustaba comer era el tempura, y esta vez elegí uno con langostinos y una salsa picante.

Tomé el número de mi orden y me fui a sentar en la mesa más cerca disponible, vigilando cómo una gacela al sushero que se encontraba detrás de la barra preparando los pedidos.

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