17. Esa chica, no es la única mentirosa

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Torre de control, responda, Torre de control.

Aquí Torre de control, ¿informe de daños?

Severos. La palabra novia causó un cortocircuito en la región de la razón y el habla de nuestra Lisis.

¿Respuesta a estímulos externos?

Nula, Torre de control.

Activa el sistema de respuesta automático B: sonreír y asentir mientras la brigada de reparaciones soluciona los daños.

Afirmativo, Torre de control, permiso para retirarme.

Concedido.

—Vamos, cariño, deja que la chica al menos se siente antes de atosigarla con preguntas.

La persona que me devolvió a la realidad fue el padre de Sebastian. Parpadeé y tomé una rápida respiración: se me había olvidado hasta eso. Intenté verme desde la perspectiva de ambos adultos y no me gustó para nada la imagen mental que tenía formada en mi cabeza. De seguro me encontraba parada como una estúpida con la mirada perdida y la boca entreabierta por el desconcierto.

—¡Discúlpame, linda, si te incomodé! —se disculpó conmigo rápidamente la madre de Sebastian.

No respondí, en cambio levanté levemente la comisura de los labios y me senté en el único puesto vacío que tenía servido un plato de comida en frente. Bajé la mirada para observar con más cautela lo que tenía en el plato: pechuga de pollo con pasta de tomate, queso fundido y unos toques de orégano por encima de todo, decorado con algunos tomates cherrie a un lado. La bebida era una burbujeante soda con bastante hielo y trazas de manzana verde flotando y, en el fondo del vaso, un líquido verde.

—Bien, ¿cómo te llamas? —me preguntó el padre de Sebastian, tomando una cucharilla que se encontraba al lado del vaso y revolviendo el líquido verde que se sentaba al fondo.

Aaaaaaaaaah, así que así se tomaba esto.

—Lisis —contesté, tomando mi cucharilla—, Lisis Marino. —Revolví el líquido con delicadeza, mi vaso tenía bastante hielo y si no tenía cuidado podía hacer todo un reguero.

—¡Qué hermoso nombre! —me respondió la madre de Sebastian—. Nuestro hijo nos ha hablando mucho de ti, ¿sabes? —El vaso se quedó a un centímetro de mis labios, ¿cómo había dicho?—. Y me alegra que hayas venido a visitarnos en estos momentos, cuando quieras acompañarnos a verlo al hospital nos puedes decir y nosotros te llevamos con nosotros. —Mientras la escuchaba hablar, las únicas funciones que se me ocurrían eran asentir y sonreír, de resto no tenía ni la menor idea de qué estaba pasando—. El doctor dice que está estable y que no hay riesgo alguno, sin embargo eres bienvenida a pasar una noche allá si gustas, daría tu nombre para que te autorizaran a acompañarlo, ¿qué dices?

Forcé una sonrisa aún más ancha.

—Me encantaría... es solo que, bueno, yo no soy la novia de su hijo —quise aclarar, no sabía por quién me habían confundido, pero quién fuera que sea la afortunada, no se trataba de mí.

La madre de Sebastian asintió.

—Sí, lo sé, aunque, aquí entre nos, él me ha dicho que te ve como una gran futura novia, ¡aunque te veías distinta en la foto que él subió contigo!, ¿te tinturaste el pelo? —el tono de voz de la mujer fue dulce, como si estuviera compartiendo un secreto muy feliz para mí.

Claro, ese no era el caso.

El hielo de mi bebida se atascó en mi garganta por la sorpresa de lo que acababa de escuchar. Eso quería decir que... los ojos se me llenaron de lágrimas. No sabía si era porque me estaba atragantando o porque me había dolido descubrir que Sebastian me había mentido.

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