No hubo mucho tiempo para discutir sentimientos después de ese fin de semana, pues la universidad se me vino encima con la fuerza de una avalancha y no me dejó ni respirar. Le agradecía a la vida que la facultad de Sebastian ya se había enterado que él estaba en coma y le habían congelado el semestre, por lo tanto, sus trabajos y evaluaciones ya no eran una preocupación tanto para él como para mí. Después de que me confesara sus sentimientos y yo me hubiera deshecho en llanto, la responsabilidad de sacar mi carrera adelante se volvió una prioridad para los dos. Estaba a mitad de las entregas finales, la muñeca me dolía de tanto pintar y me tomaba tres cafés al día.
Ni Sebastian ni yo volvimos a tocar el tema.
Era miércoles por la tarde y yo me dirigía a una de las zonas verdes de mi universidad, el día estaba frío, así que traía un chocolate caliente en vez de mi típico café, prefería tomar chocolate cuando hacía frío, se disfrutaba más. Sebastian iba muy cómodo balanceándose sobre mi brazo izquierdo, a él no le afectab el frío, no le afectaba el hambre, ojalá no le hubiera afectado el maldito hechizo de amor. Me sacudí de mi mente la idea y seguí adelante, mi clase de fotografía estaba a punto de empezar y hoy me tocaba a mí exponer mi trabajo.
Dejé a Sebastian en el suelo junto a mi mochila y me agaché para sacar el portafolio de esta. Hice un esfuerzo monumental para no mirarlo a los ojos, me dolía evitarlo, me dolía lo mucho que lo ignoraba estos días, pero no tenía opción, mi cabeza no soportaría darle vueltas a dos cosas tan importantes al mismo tiempo. Entre él y yo se había formado un muro que yo misma había levantado, por mi bien, por el de él, por los dos. Mientras la universidad me exigiera mi total concentración ese muro iba a permanecer intacto, por mi sanidad mental.
Las personas se empezaron a acomdar para la clase, el profesor asumió su puesto al lado del caballete y nos indicó a todos que nos sentáramos. Cada persona adoptó una posición diferente: unos se sentarons sobre sus talones, otras personas sobre sus mochilas y otras, como yo, se sentaron ruzando las piernas. Quité a Sebastian del suelo y lo puse sobre mis pies, sosteníendolo de los brazos, como si estuviera a punto de jugar con él. El profesor dio inicio a la clase, todo transcurrió con total normalidad, nos iba hablando de la vida de Louis Daguerre, el inventor del daguerrotipo, y yo iba tomando notas mentales, pues había sacado mi portafolio y estaba repasando las cosas que iba a decir cuando me tocara exponer mi trabajo. De Louis me preocupaba después, con saber que era un inventor de 1800 y que era uno de los primeros inventores que había ayudado al nacimiento de la fotografía me bastaba por ahora.
La hora pasó más rápido de lo que pensé y, mucho antes de sentirme por completo preparada, el profesor pronunció las palabras por las que hoy yo estaba ahí:
—Listo, eso es todo por hoy, ¿quién sigue por exponer?
Alcé la mano, nerviosa y como pude me puse de pie. Dejé a Sebastian apoyado sobre mi mochila y me encaminé hacia el lado del profesor. Él me dio espacio y me señaló el caballete.
—Muy bien, puedes empezar cuando quieras —me dijo, dando un paso atrás. Vi cómo se sentaba en medio de los estudiantes.
Abrí mi portafolio con manos temblorosas, pero decididas, no me daba miedo hablar frente a un público, lo que me asustaba era que no les gustara mi trabajo, o que el profesor le encontrara muchos errores. Sí, errores en la fotografía, había muchos: de luz, de profundidad, de saturación, de edición..., con tan solo pensar que mis fotografías estuvieran llenas de errores se me aceleraba la respiración.
Me aclaré la garganta y pensé en Louise Daguerre, a quien había nombrado como mi patrón personal de la fotografía en ese mismo instante y le pedí que me diera una mano en esta.
—Buenas tardes —saludé, con una sonrisa—, mi nombre es Lisis Marino y mi proyecto de este semestre está basado en dos conceptos de color que me han parecido interesantes. —Me incliné hacia en caballete para pasar la primera página del portafolio (la cual tenía escrito mi nombre y mi número de estudiante) y mostré la primera fotografía. Observé el rostro de mis compañeros de clase, pero no vi ninguna reacción muy notoria. Si la primera foto les había gustado o no, no lo demostraban. Miré al profesor, pero este estaba serio, mirando con ojo crítico mi trabajo. Pasé saliva, tenía miedo.
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Encántame
Teen FictionLisis ha convertido a Sebastian en un oso de peluche, ahora deberá de encontrar una solución a su problema antes de que sea demasiado tarde y las consecuencias sean irreversibles... Desde que Lisis conoció a Sebastian el semestre pasado en una clase...