― Piensa en tu futuro, Soledad —insistió Santiago—, piensa en tu familia.
― ¡Y es que pienso en ellos siempre antes que en mí misma, créeme!
― Déjame ayudarte... Soledad... —y se acercó con lentitud—, Sol... —le tomó una mano—, confía en mí —susurró.
― Ojalá fuera así de fácil —le huyó—. ¡Ojalá todo fuera más fácil! —insistió—. Esto no se suponía que debía pasar así; Óscar..., él me dijo que yo no tendría que volverme a preocupar por mi familia, ni por el dinero, que todo estaría bien, y me olvidé de mí... No puedo creer que me haya atrapado de esta manera. Por eso yo había contratado abogados por mi cuenta, Santiago, yo quise averiguar, quise saber las consecuencias si yo me llegaba a separar, pero tú llegaste con tu arrogancia y tus acusaciones y te deshiciste de ellos, pensando que yo tramaba algo. Que otras mujeres de Óscar hayan intentado embaucarlo antes no quiere decir que yo pretendía hacer lo mismo.
― Al menos intento arreglar las cosas.
― Pero tú tienes intenciones adicionales. Me has dicho que... —y se sofocaba—, tú... ¡Todo es tu culpa! —se atrevió a señalar—. ¡Esa es la verdad! Todo iba bien hasta que llegaste. Desde un principio acaparaste atención y siempre te salías con la tuya, me humillabas con tus palabras, y de la noche a la mañana cambiaste, me... me enamoraste... ¿acaso todo fue parte de algún plan?, ¿acaso lo es ahora mismo?
― Sé que no me comporté como debía antes, pero tú lo dijiste: cambié. Empecé a verte con ojos distintos. Ya no era simplemente tu sobrino político, era el hombre que se sentía atraído a ti —y se acercó de nuevo—. Y sé que tienes miedo, lo noto con claridad, y por eso te repito: puedes confiar en mí —le acarició una mejilla.
― Quiero creerte, de verdad que sí.
― Soy completamente honesto —le buscó la boca y en un beso la convenció.
No tardaron mucho en salir del edificio y encerrarse en el apartamento de Santiago, en pleno centro de la ciudad. Ciertamente Soledad se deshizo de miedos, lo que su pecho le gritaba no podía estar oculto por más tiempo: lo amaba y con intensidad. Lo soñó por mucho tiempo, se enamoró sin control y su único deseo era estar con él.
Al fin Santiago escuchó el «te amo» que tanto había anhelado también.
Hasta hacía unas horas, él estaba convencido de irse a Francia, tan lejos como pudiera, pero... ella lo cambiaba todo. ¿Qué debía hacer?
Aquel asunto pasó a segundo plano, dejó todo a un lado por pasar el día con Soledad. ¡Y vaya que la hizo sonreír!, ¡era el mismo cielo verla feliz! Casi pareció irreal.
Fue en la noche, en plena madrugada que sonó el celular de la mujer. Pronto, la pareja se vio montada en un vuelo directo y privado hacia Madrid. Óscar había recaído gravemente.
En menos de una hora ya habían aterrizado.
― El estado del señor Óscar Landa, por favor —pidió Soledad con desesperación en la recepción del centro médico indicado.
― ¿Soledad de Landa? —intervino un médico al escucharla.
― Sí, soy yo.
― ¿Doctor, cómo se encuentra? —intervino Santiago.
― Pues, en realidad esperábamos que algún familiar apareciera antes —suspiró—. Llegó con quejas respiratorias. La verdad es que todo el equipo se empeñó en atenderlo, pero... lamentablemente debo informarles que el señor Landa no resistió.
Fue como sentir un abismo en lo más profundo del pecho.
No fue sencillo asimilarlo.
Soledad quedó en shock. No lloraba, no mostraba ninguna emoción.
― Sol, di algo —y es que le desesperaba el silencio de la mujer, ahí sentada en la sala de espera principal. Se agachó frente a ella.
― No debí haber dejado Madrid...
― Sol, sé que te sientes mal pero, si no hubieras ido a Barcelona, tú y yo...
― Lo sé, ¡lo sé, Santiago! Pero no puedo evitar sentirme así.
― Debo ir a hablar con la recepcionista —le besó ambas manos—. No te muevas, ¿de acuerdo? Nos iremos juntos.
Era una sensación casi vacía. Óscar de verdad se había ido. Por un segundo, Soledad se sintió libre, y al siguiente, abrumada por todo lo que tendría que afrontar. ¡Todo!
Doce años de convivencia, de cuidados, de apariencias, se los llevó el segundo hombre de Soledad Rey.
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La mujer del tío Óscar
ChickLitNOVELA PENDIENTE DE CORRECCIÓN. Soledad Rey llevaba años cuidando de su marido moribundo. Atada a él desde muy joven, pronto se vio ata-cado por cáncer y su mujer, como enfermera titulada, debió atenderlo. Ella había perdido sus mejores años en...