༄ 𝐓𝐨𝐥𝐯𝐭𝐞 𝐊𝐚𝐩𝐢𝐭𝐭𝐞𝐥

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Anna nunca había creído poder estar viviendo aquello, adentrarse a las profundidades del océano, ser testigo de la gran cantidad de criaturas que vivían allí abajo, la infinidad de kilómetros y kilómetros de arena, corales y algas. Peces que las saludaban, delfines que parecían querer competir con ella y demás criaturas que tenían un buen trato con la albina por conocerla y ser hija del rey. Tratos especiales de ciertas criaturas marinas y largas charlas de viejos peces que hablaban demasiado lento. Elsa no había querido soltar su mano y Anna tampoco lo deseaba, estar cerca de la sirena causaba varias sensaciones que jamás había pensado sentir. Felicidad, emoción... aquella calidez que una vez sintió al tener a sus padres.

Elsa era feliz, más de lo que ya era. No había logrado dejar de sonreír desde que le enseñó su mundo a Anna, como la llevaba de un lado al otro, como le presentaba a las diferentes criaturas y relataba sus momentos con total emoción. Como, en las pocas ocasiones n que estuvieron solas, pudo volver a probar sus labios que ahora estaban mezclados con el sabor salado de las aguas marinas, pero al fin de cuentas, seguía gustándole sentirlos contra los propios, también adoraba la forma tímida en que Anna la tomaba de la cintura para poder besarla, con miedo a ser descubiertas por alguien o algo.

– Quédate quieta, ¿Sí? – pidió la sirena, recogiendo una flor anaranjada que colocó en el cabello de Anna, enredándola de modo que no se cayera.– Ya. Ahora eres toda una sirena, Anna.

La pirata se rio entre dientes, tomándola de las manos para hacerla girar antes de soltarla y nadar entre los arrecifes de colar. Elsa gritó su nombre, persiguiéndola entre las algas y siguiéndola dentro de una cueva submarina que conocía a la perfección y en la que Anna podría perderse de no tenerla a ella cerca. Se detuvo, mirando los diferentes caminos que, al fin de cuentas, te regresaban al inició. Pero eso Anna no lo sabía y podría estar vagando por alguno de ellos, aterrada de no encontrar la salida y de que alguna criatura que solía estar en la oscuridad.

– Rape Abisal... Oh no, no, no... - balbuceó la sirena.– ¡Anna, ¿Puedes oírme?! – gritó nadando hacia el túnel de la derecha, volviendo a gritar su nombre.– ¡Anna, respóndeme!

– ¡Boo!

Unas manos la habían sujetado de la cintura y apretaron para hacerla chillar, Elsa se volteó para encontrase a la sonriente y divertida pirata. La albina golpeó su brazo, murmurando pequeños insultos hacia Anna, la cual intentaba a duras fuerzas de contener las risas, pero era difícil. Sujetó el mentón de Elsa, rozando sus labios y queriendo probarlos, pero una lejana luz la hizo alejarse para enfocar toda su atención en aquella luz que, poco a poco, se volvía más fuerte y grande.

– E-elsa...

La sirena se volteó, justo a tiempo para tomar a Anna del brazo y sacarla de aquella cueva. Aquel pez de un metro, con desproporcionados y filosos dientes, grandes ojos y esa especie de antena sobre su cabeza que brota de su nariz en forma de caña, las estaba persiguiendo. Elsa logró desorientarlo, nadando en zigzag y entre los diferentes huecos de aquella cueva, siempre llevándose a Anna consigo mientras lo hacía. Gruño al encontrarse atrapadas porque tomó un camino equivocado. La oscuridad las envolvía y Anna volvió a balbucear.

– Lamento haberte traído aquí, Elsa.– susurró Anna, aferrándose a la sirena que también se encontraba temblando.

– Yo lamento no haberte avisado de estos peces.– murmuró la albina, cerrando los ojos y en la espera de sentir los dientes de aquel pez.

Tuvieron gran suerte al ser sacadas de allí por Ryder y Rapunzel, ambos las habían logrado tomar de los brazos y sacarlas por un pequeño pasadizo que el tritón conocía. Ahora, ambas chicas aún seguían abrazadas y temblando, sobre todo Anna que sintió como su vida pasaba en un solo segundo. Rapunzel se rio en su cara, viendo lo pálida que se encontraba la pelirroja. Elsa logró separarse, sin soltar la mano de Anna por ningún motivo.

Hᴀᴠғʀᴜᴇ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora