༄ 𝐅𝐣𝐞𝐫𝐝𝐞 𝐊𝐚𝐩𝐢𝐭𝐭𝐞𝐥

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La tensión entre sirena y pirata era tan notoria, aun sabiendo que Anna solo parecía una niñata que intentaba ser algo más y eso la hacía verse más adorable de lo que era. Elsa se acomodó en la roca, rebuscando algo en su bolso que solo causó pánico en Anna, la cual no tardó en tantear su cintura para conseguir tomar la empuñadura de su espada e intentar, sin temblar, de sacarla de su funda. Y esa torpeza captó la atención de la criatura frente a ella, haciendo que Elsa fijara su mirada azul en ella.

– ¿Qué haces? Prometiste no hacerme nada. – Recordó Elsa.

Anna frunció el ceño, sin soltar la empuñadura. Podía verse firme y sin miedo alguno en el exterior, pero en el interior, la pobre pelirroja estaba temblando del miedo a la sirena que tenía delante suyo, recordando aquellas historias que sus padres le cotaban cuando era pequeña, aquellos relatos salvajes que oía de la boca de marinos cuando pasaba a su lado, hechos de piratas ahogados a causa de oír una dulce melodía.

– ¡Ibas a atacarme con lo que sea que tengas ahí! – Chilló la joven pirata.

Una ceja de Elsa se levantó, observándola con poca credibilidad, estaba claro que estaba frente a la humana más torpe y adorable que haya conocido. ¡Y era la primera humana que veía! Se quedó quieta unos segundos, moviendo su mano dentro del bolso para sacar el primer objeto que logró tener entre sus dedos: un catalejo.

Anna la observaba con cautela, sin entender por qué una sirena tenía algo de su mundo. Quizás lo robo, si, era la mejor idea que había tenido, de seguro había conquistado a algún pirata y cuando lo ahogó, se llevó el catalejo de este como un trofeo para demostrar su gran hazaña. Eso era lo que sabía, las sirenas ahogaban a los marinos que atravesaban su territorio, porque eran criaturas malas y adoraban jugar con la vida de los humanos. Anna creció con esa idea y, poco a poco, se la fue creyendo.

– ¡Cla-claro que no! – Exclamó Elsa. – ¡Tú pensabas lastimarme! – agregó observándola negar.– ¿No? Entonces, ¿Por qué estas sujetando tu espada? ¿Mhm? ¿No piensas hacerme daño?

– Uhm... No, so-solo procuraba que tuviera mi espada y eso...

Elsa asintió suavemente sin creérselo por completo, estaba claro que iba a hacerle daño si seguía allí. La humana solo esperaba el momento justo, cuando ella bajara la guardia, para poder atacarla y llevársela. ¿Quién le aseguraba que estaba a salvo con ella? Claro, era demasiado torpe, pero no era excusa alguna. Quizás solo era una fachada suya para hacerla creer que no le haría daño, debía ser eso.

– Ajá... ¿En serio crees que me tragaré esa excusa? ¡Quieres llevarme contigo para obtener un beneficio!

Anna abría y cerraba su boca como pe fuera del agua, intentando modular alguna respuesta ante dicha acusación, demasiado brutal a su gusto, sobre todo porque la sirena era la peligrosa que podría usar su voz contra ella. Sin pensarlo dos veces, sacó la espada y la señaló sin quitarle la dura mirada de encima. Elsa hizo lo mismo, apuntándola con el catalejo y separando un poco sus labios para emitir alguna melodía, más nada lograba salir de su garganta y eso la frustró. Cerrando su boca y dejando el catalejo a un lado, la sirena cruzó sus brazos sobre su pecho y desvió la vista hacia otro lado, dejando a la pelirroja confundida.

Sin mucho que hacer, Anna volvió a guardar su espada e imitar su acción de cruzarse de brazos. Observaba a la albina con curiosidad y cautela, intentando entender porque no había cantado para atraerla al agua y ahogarla, quizás era tan torpe e inexperta como ella. Sus ojos color turquesa divagaron por la figura de aquella mítica criatura, observando cada detalle: su larga cola de pez cubierta de escamas de un color azul que, a la luz del sol, le daban un hermoso brillo que la dejó sin aliento, más arriba logró apreciar su plano abdomen como su piel blanca, acabó viendo poco aquel brasier de conchas marinas color azul pastel, dejándola con un fuerte rojo en sus mejillas de solo pensar en aquello.

Hᴀᴠғʀᴜᴇ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora