༄ 𝐒𝐲𝐯𝐞𝐧𝐝𝐞 𝐊𝐚𝐩𝐢𝐭𝐭𝐞𝐥

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La isla era un lugar tan extraño para la joven sirena, no importara hacia donde mirase, siempre había algo que lograba llamarle la atención y hacer que sus labios se curvaran en una emocionada sonrisa. Sus ojos azules pasaban de un lado al otro, recordando todo lo que allí se encontraba. Las personas en el puerto, descargando el barco que se encontraba sujetado allí o simplemente subiendo a uno para comenzar una nueva aventura. Se sorprendió al ver animales sueltos, corriendo por cualquier lado y algunos siendo perseguidos por marineros.

Vio cajas y cajas, entre ellas hombres ebrios y profundamente dormidos. El asqueroso aroma invadió su nariz y una mueca fue presentada en su rostro. El terror inclusive, aferrándose al cuello de la pelirroja y ocultado su rostro allí al ver a unos hombres siguiéndolos. Quiso decir algo, advertirles a Anna y Kristoff, aquellos piratas la observaban con hambre y Elsa solo pudo sentir su cuerpo temblar de solo pensar que había sido descubierta.

Pero, jamás pensó que aquel dúo fuera tan precavido. Daba vueltas por la plaza de la isla, metiéndose en diferentes lugares mientras esquivaban y hacían que aquello hombres perdieran su rastro. Menuda suerte tenía aquella sirena al caer en brazos de Anna, se sentía más segura, protegida al estar entre sus brazos, sintiendo el calor corporal que la pelirroja poseía y, además, escuchando su corazón latir en la misma sincronía que el propio. Algo en Anna la hacía sentirse perdida, no sabía qué, pero poseía algo que no lograba hacerla pensar con coherencia.

Llegando a un lugar a salvo, Anna la bajó y Elsa sintió un vacío presente en su pecho. Tratando de mantenerse de pie, la albina se sujetó fuertemente del primer brazo que tuvo a su alcance, adquiriendo un rojo en sus mejillas apenas descubrió quien era: Kristoff había fijado su mirada miel sobre ella, reflejando la diversión que estaba sintiendo con respecto a la reacción de Elsa. Como última instancia, y para que Anna no dijera algo, se soltó de él, cayendo al suelo. Sintió el suelo repleto de paja debajo suyo, gimiendo de dolor por aquel impacto que llamó la atención de ambos piratas.

Anna reaccionó primero, asustándose apenas la oyó y tomándola de las manos para ayudarla a levantarse, permitiéndole aferrarse a su cuello mientras trataba de llevarla a un banquillo. Sabían que aquella herrería no abriría hasta dentro de pocas horas, conociendo al dueño de aquel lugar y su simpática personalidad. La pirata obligó a la sirena a sentarse mientras buscaba algo de ropa para ella, siendo aquel uno de los lugares donde Kristoff y Anna pasaban las noches. Como pudo, sacó unos viejos zapatos junto a una larga falda color crema, aunque poseía manchas de tierra y un pequeño corte al borde. Sacó, además, una camisa blanca con un ligero escote, dos cordones y algo sucia; al igual que un cinturón, ropa interior y una pequeña tela que colocaría sobre su cabeza.

– Kristoff, ¿Podrías salir? – Pidió Anna al voltearse, notando como el chico de hebras doradas levantaba una ceja mientras pensaba en su respuesta, aunque un puchero por parte de la pecosa lo hizo entender y aceptó sin quejas.

Quedando solas, Anna le extendió su nueva ropa y Elsa solo se limitó a inspeccionarla, comparándola con lo que la pirata estaba vistiendo en esos momentos y lo que ella estaba usando. Definitivamente estaba comenzando a apreciar lo que usaban, dio un rápido vistazo a Anna quien entendió de inmediato su pedido y decidió voltearse antes de dejarla sola. Y eso provoco que una cálida sensación se presentara en el pecho de la joven sirena, de solo saber que Anna no tenía planeado dejarla allí sola, aunque estuviera separándola unos cuantos pasos. La alegría no la abandonaría ese día, sobre todo al saber que lo compartiría con Anna.

Cuando estuvo lista, Anna perdió el aliento al verla. Observarla con algo más humano y pirata provocó en el aire se quedará atrapado en su garganta. La camisa prestada lograba marcar su cintura, además que el cinturón ayudaba con eso. La falda viéndose mejor en Elsa y el pañuelo sobre su cabello albino causo un remolino en Anna, ¿Cómo alguien tan perfecto como Elsa podía haberse fijado en ella? Porque de algo estaba segura, Elsa sentía lo mismo que ella... O solo la estaba viendo como un escape para salirse de su vida como sirena por unos momentos.

Hᴀᴠғʀᴜᴇ | ElsannaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora