VAMOS, aquí tiene usted a esa Dolli que tanto deseaba ver —dijo Anna a la princesa Varvara, sentada ante un bastidor en el terrado que se comunicaba con el jardín por una escalera—; no quiere tomar ni un bocado antes de comer, pero tal vez conseguirá usted que almuerce mientras yo voy a buscar a esos señores.
La princesa acogió a Dolli benévolamente, con cierto aire protector, y le explicó al punto las razones que había tenido para prestar su auxilio a Anna, a quien siempre amó más, que su propia hermana, Katerina Pávlovna, la que crió a Karénina, en aquel periodo transitorio de su vida tan aflictivo y penoso.
—Apenas su esposo haya consentido en el divorcio —dijo la princesa—, me retiraré a mi soledad; pero ahora, por sensible que sea, me quedo y no imito a las otras —indicaba con esta palabra a la hermana y a la tía que educaron a Anna, y con las cuales estaba en continua rivalidad—. Vronski y Anna viven como unos esposos perfectos; Dios será quien los juzgue y no nosotros. ¿Y Biriuzovski y Aviénieva? Y Nikándrov, Vasíliev y Mamónova, y Liza Neptunova... Y no pasó nada. Todos acabaron por recibirlos. Además, c'est un intérieur si joli, si comme il faut. Tout-à-fait à l'anglaise. On se réunit le matin au breakfast et puis on se sépare. Cada cual hace lo que se le antoja, hasta que llega la hora de comer. Stepán Arkádich ha hecho muy bien en dejarte venir, y le convendrá mucho mantenerse en buena inteligencia con ellos. El conde tiene bastante influencia debido a su madre y su hermano, y además tiene fama de generoso. ¿Te han hablado del hospital? Será admirable; todo viene de París.
Esta conversación fue interrumpida por Anna, que volvió al terrado seguida de los caballeros, a quienes halló en la sala de billar.
El tiempo estaba magnífico; no faltaban medios de divertirse, y aún faltaban algunas horas para que llegase la de comer.
—Vamos a jugar a los bolos —dijo Veslovski.
—Hace mucho calor; mejor será dar una vuelta por el parque para que Daria Alexándrovna pueda pasear en la lancha y ver el paisaje —replicó Vronski.
Veslovski y Tushkiévich fueron a preparar la barca, y las dos señoras, acompañadas del conde y de Sviyazhski, siguieron paseando por el parque.
Dolli, lejos de censurarla, se mostraba dispuesta, en teoría, a aprobar su conducta, y como acontece a las mujeres irreprochables a quienes la uniformidad de su vida cansa algunas veces, envidiaba un poco aquella existencia culpable, entrevista desde lejos; pero transportada a aquel centro extraño, donde observaba costumbres de refinada elegancia, desconocidas para ella, experimentó un verdadero malestar. Aunque dispensase a su amiga, a quien amaba sinceramente, la presencia de aquel que la había inducido a faltar a sus deberes la ofendía, y la complicidad de la princesa Varvara, que lo perdonaba todo para participar del lujo de su sobrina, le parecía odiosa. Además de esto, en ningún tiempo le había sido Vronski simpático; lo creía orgulloso, y en su concepto solo la riqueza podía justificar su vanidad. A pesar de todo, se imponía como amo de la casa, y Dolli se creía humillada en su presencia como delante de la camarera al sacar su camisola remendada. No atreviéndose a dirigirle un cumplido trivial sobre la belleza de su domicilio, no encontraba asunto alguno para entablar conversación, y a falta de otra cosa mejor, se permitía hacer algunos elogios sobre el aspecto de la mansión.
—La arquitectura es de buen estilo —dijo el conde.
—¿Estaba trazado del mismo modo en otro tiempo el patio de honor?
—No. ¡Si le hubiera usted visto en la primavera!
Y poco a poco, al principio fríamente y después con entusiasmo, mostró a Dolli los embellecimientos de que había sido autor: los elogios de su interlocutora lo complacieron visiblemente.
—Si no está usted cansada —dijo, mirando a Dolli para asegurarse de que la proposición no la enojaba—, podremos llegar al hospital. ¿Quieres tú, Anna?
—Ciertamente; pero no debemos dejar a esos señores aburriéndose en la barca, es preciso avisarlos. Ese monumento —añadió, dirigiéndose a Dolli— se ha erigido para gloria suya.
—Es una fundación magnífica —dijo Sviyazhski; y para que esto no pareciese lisonja, añadió—: Me extraña que ocupándose tanto de la cuestión sanitaria, no haya pensado usted nunca en la de las escuelas.
—Es porque ha llegado a ser demasiado común —contestó Vronski— y porque además me ha seducido... Por aquí, señora —añadió, dirigiéndose a una senda lateral.
Al salir del jardín, Dolli se encontró ante un gran edificio de ladrillo rojo y de estilo arquitectónico bastante complicado, cuyo techo brillaba a la luz del sol; junto a este edificio se elevába otra construcción.
—La obra avanza rápidamente —observó Sviyazhski—; la última vez que vine aún no se había puesto el tejado.
—Todo terminará en el otoño, pues el interior está casi concluido —dijo Anna.
—¿Qué construyen ustedes nuevo?
—Alojamiento para el médico y una farmacia —contestó Vronski.
Y al ver que el arquitecto se acercaba, fue a reunirse con él después de excusarse con las señoras. Terminado el diálogo, invitó a Dolli a visitar el interior del edificio.
Una amplia escalera de hierro fundido conducía al primer piso, cuyas grandes habitaciones recibían la luz por inmensas ventanas; las paredes eran de estuco y aún faltaba embaldosar el suelo.
Vronski explicó la distribución de las habitaciones, el sistema de ventilación y de calefacción; hizo admirar a los visitantes las bañeras de mármol, las camas, las camillas para transportar enfermos y los sillones con ruedas. Sviyazhski, y sobre todo Dolli, admirada de cuanto veía, hacían numerosas preguntas y no disimulaban su asombro.
—Este hospital será en su género el único en Rusia —dijo Sviyazhski, muy capaz de apreciar los perfeccionamientos introducidos por el conde.
Dolli se interesó en todo; y Vronski, satisfecho de la aprobación que se le manifestaba y sinceramente animado, le produjo la mejor impresión. «Es verdaderamente bueno y digno de ser amado —pensó—, y ahora comprendo a Anna.»
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Ana Karenina (Vol. 2)
Ficción históricaAna Karenina es la historia de una pasión. La protagonista, que da nombre a la obra, es un personaje inquietante y fascinador por la intensidad de su vida. Tolstoi, buen psicólogo y conocedor del mundo que le rodea, abre la intimidad de Ana y traza...