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Abrí la puerta y ahí se encontraba el morocho más hermoso que había visto.

—Un día que no te veo y ya te extraño—dije sonriendo y abrazándolo.

—que exagerada—quizo reír pero pareció más una mueca que una sonrisa.

Deje pasar por alto eso y me corri para que entrara y así cerrar la puerta.

Mateo saludó a Isabella que estaba en el sillón esperando a su "amigo" y ambos subimos a mi habitación.

—¿Pasa algo Matu?—dije cerrando la puerta, él ya estaba acostado en mi cama.

—Eh Nono—aunque lo negara lo conocía demasiado para saber que algo le pasaba y no quería decirme que.

—Para tu mala suerte te conozco mas que a mi misma—dije acostándome al lado de él.

No dijo nada, estaba callado boca arriba y mirando el techo, era como si físicamente estuviera conmigo pero su cabeza no.

Me acerqué más a él y lo abracé pasando una de mis manos por su panza mientras que con la otra le tocaba los rulitos.

Me quede así esperando lo mismo de su parte pero nunca llego, era la primera vez desde que lo conocía que no me correspondía un abrazo. Estaba demasiado raro y me enojaba no saber porque.

—¿Porque no fuiste al cole?—pregunte para cortar un poco el incómodo silencio que se había formado.

—Me quede dormido—asentí aunque no le creí nada.

—Mateo—levante mi cabeza de su pecho para mirarlo.

—¿Que pasa?—pregunto con la vista en el techo.

—La pregunta es que te pasa a vos—por primera vez desde que había llegado me miro a los ojos—estas raro Teo.

—Mambos míos no te preocupes—volvió su vista al techo y yo ya me estaba enojando, odiaba que me excluya de lo que le pasaba, respeto si no quiere contarme pero no me gusta que este raro conmigo cuando no tengo nada que ver... o eso creo.

—¿te hice algo?—pregunté en un hilo de voz, ser tan sensible me jugaba siempre una mala pasada, a la primera muestra de desinterés o enojo ya me amenazaban las lagrimas con salir.

—Micaela no quiero hablar—dijo levantando su tono de voz provocando que me asuste, nunca me había hablado fuerte, ni siquiera habíamos discutido, todo lo que pasaba lo arreglábamos tranquilos, excepto la vez que me llamo puta pero eso fue la excepción.

Me cayo una lagrima y mis ojos empezaron a cristalizarse, rápidamente Mateo noto esto y se calmo.

—Perdon—dijo limpiando la lágrima que caía por mi mejilla—La puta madre Mica perdón no se porque te hable así—estaba arrepentido y podía notarlo.

—Está bien ya está Mateo—saque su mano de mi mejilla y me paré de la cama para agarrar unos pañuelitos del escritorio.

Mateo me miraba atento desde la cama sin saber que decir o que hacer mientras que una de sus manos rascaba su nuca como cada vez que se pone nervioso.

—Mica hablemos—soltó después de un interminable silencio.

Asentí y me senté en la cama al lado de él mirando como sus manos jugaban entre ellas.

—Habla—dije levantando la cabeza para encontrarme con esos hermosos ojos café.

—últimamente estoy con muchas preguntas que no dejan de darme vueltas en la cabeza—estaba muy nervioso y le costaba hablar.

Enséñame //Mateo Palacios//Trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora