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Estábamos a diez minutos del hospital así que llegamos rapidísimo. Una vez que entramos fuimos directo a hacia la recepcionista.

—hola, ¿en qué puedo ayudarlos?—dijo con una sonrisa que por los nervios que tenia no le pude devolver.

—venimos a ver un paciente, Pedro Palacios—hablo mi viejo que estaba un poco más tranquilo.

—¿y ustedes que son del hombre?—pregunto mientras buscaba anda a saber que en la computadora.

—Familia, somos familia—hable exaltada, la estaba haciendo muy larga y yo necesitaba ver a Mateo—¿puede decirnos dónde está por favor?

—No pueden pasar a verlo, esta en quirófano lo están operando de urgencia—y escuchar esas palabras hicieron que todo a mi alrededor se detuviera, las lagrimas empezaron a caer con más fuerza y cantidad, sentía un horrible dolor en el pecho, la respiración se me cortaba y las palabras no salían de mi boca. No podía pasarle nada, a Pedro no, es como un segundo papá para mí y no se que haría sin él, no se que haría Mateo y Emi sin él, no podrían soportar que le pase algo y yo tampoco.
No me puedo imaginar como debe estar Matu ahora, la puta madre necesito verlo y abrazarlo.

—¿y sabes dónde puede estar el chico que vino con él? Uno morochito de unos 18 años con un tatuaje en el cuello—hablo mi viejo ya que yo seguía petrificada.

—Si, está esperando afuera del quirófano, por el pasillo al fondo a la derecha—nos indicó la recepcionista y enseguida salí corriendo hacia donde nos había indicado.

Solo doblar al final del pasillo lo vi, estaba parado contra la pared con las manos en la cara y limpiándose las lagrimas. Tenia solamente una remera manga corta y toda mojada de tanto llorar. A su lado se encontraba Penny que estaba en las mismas condiciones que él.

—Mateo—grite como si no importara nadie más y solo estuviéramos nosotros solos en ese hospital.
Al escuchar mi voz rápidamente levanto la cabeza y nuestros ojos se conectaron por unos milésimos segundos antes de que venga corriendo hacia mi y yo hacia él.

—Chanchi—dijo en mi cuello con la voz agitada y las lagriman mojándome.

—Matu—le susurre en el oído. Estábamos abrazados como cuando nos despedimos, el con la cabeza escondida en mi cuello y yo con mi mano haciéndole mimos en el pelo, no tenía idea de cuánto necesitaba este abrazo. Nos quedamos unos minutos así, ninguno tenía intenciones de separarse, era como si de alguna forma nos estuviéramos reconstruyendo, entre los dos éramos uno.

—Gracias—dijo sacando la cabeza de mi cuello para mirarme a los ojos.

—¿por que?—le pregunte agarrando su cara entre mis manos.

—por estar cuando te necesito, a pesar de todo—dijo intentando hacer una sonrisa que con la angustia y el miedo que tenia no le salió.

—Matu no me tenes que agradecer nada, siempre voy a estar para vos pase lo que pase—dije con una sonrisa sin mostrar los dientes.

—te necesitaba tanto.

Me estaba haciendo mierda, tenía unas ganas de mandar todo a la mierda y besarlo ahí, sin importar nada ni nadie.

—Mateo ¿cómo estás?—apareció mi viejo por atrás mío.

—Agusto—dijo acercándose a saludarlo, era la primera vez que no le decía "agosto".

—Penny hola—dije acercándome hasta esta y la abracé logrando que vuela a romperse en lagrimas.

—Hola hermosa—dijo con la voz entrecortada, estaba destrozada.

Enséñame //Mateo Palacios//Trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora