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Bariloche día 3

De a poco me fui despertando, la cabeza me explotaba y no me acordaba nada de lo que había pasado ayer. De a poco fui reaccionando y me di cuenta que no estaba en mi habitación. Preocupada me pare rápido de la cama dispuesta a salir corriendo pero una voz me freno.

—Mica al fin—me di vuelta encontrándome con Pedro.

—Pedro me asuste ¿que hago acá?—pregunté acercándome a él.

—Te trajo Mateo anoche por lo poco que me contó dijo que te desmayaste porque tomaste mucho—hablo un poco preocupado.

—la puta madre, no me acuerdo de nada—dije llevando ambas manos a mi cabeza.

—Bueno Mica no te preocupes que yo no le digo nada a tus viejos—me sonrió—pero habla con Mateo que el sabe bien qué pasó.

—dale gracias Pedro—lo salude y salí de la habitación para dirigirme a la mía.

Entre al cuarto y me pegue un gran susto al ver a Mateo sentado en mi cama.

—La concha de mi vieja—dije llevándome la mano al pecho—¿que haces acá?—pregunté con el ceño fruncido.

—Te estaba esperando—se paró y se acercó a mi.

—¿y el resto?—pregunté mirando la habitación vacía.

—Son las 11:50, están en una excursión y hasta las 3 no creo que vengan—lpm me había perdido una actividad.

—¿y vos no fuiste?—pregunté sin entender que hacía Mateo acá.

—No, quería ver cómo estabas, con mi viejo hablamos de nos quedábamos los dos para cuidarte—hizo una media sonrisa.

—Gracias Mateo.

Y aunque no sabía si estaba bien no me pude contener y me tire en sus brazos. Después de cinco meses lo estaba abrazando de nuevo, era increíble lo bien que se sentía, todo lo que pensé que había olvidado había renacido de nuevo en ese abrazo. Y aunque sabía que estaba mal se sentía tan jodidamente bien que se me hacía imposible separarme. No quería que este momento se acabe, no estaba lista para volver a tener que dejarlo ir. Unas lágrimas empezaron a caer por mis mejillas mojando el hombro de Mateo.

—Gracias Mateo, no se que habría pasado ayer si no estabas ahí—dije separándome de sus brazos.

—No me tenes que agradecer nada, vos siempre estuviste ahí para mi Chanchi—respondió con una sonrisa.

"Chanchi" volver a escuchar de sus labios esa palabra fue de las mejores cosas que me habían pasado desde el viaje hasta ahora. Me hacía creer que todavía la amistad seguía intacta a pesar de todo lo que había pasado.
Al notar mis lágrimas Mateo pasó sus dedos pulgares sobre mis mejillas para limpiarlas.

—Eh...—no sabía que hacer—voy a ir a comer algo.

—¿te puedo acompañar?—pregunto con un poco de miedo a la respuesta.

Asentí y nos dirigimos al bufete en silencio.
Me serví un vaso de jugo de naranja y para comer dos tostados de jamón y queso.
Fuimos hacia una mesa y nos sentamos enfrentados, ninguno hablaba, yo comía y Mateo me miraba, algo que me ponía bastante nerviosa.

—Mica—habló bajito.

—¿que?—pregunte mientras seguía comiendo.

—¿Podemos hablar?—lo mire con el ceño fruncido—de lo qué pasó.

—No hay nada de que hablar—respondí seca.

—Si qué hay y lo sabes.

—No, no hay—apoye mis codos sobre la mesa—te confesé lo que sentía, dijiste que no podíamos ser más amigos y no me contestaste un puto mensaje en cinco meses, no hay nada de que hablar—le di la última mordida al tostado y me levante para volver a mi habitación dejándolo solo.

Enséñame //Mateo Palacios//Trueno Donde viven las historias. Descúbrelo ahora