Final

257 9 0
                                    


Un millón de ideas negativas cruzaron por su mente mientras conducía de manera psicópata a través de las anchas calles de la ciudad, no sabía qué pasaba, no entendía por qué pasaba, solo sabía que Lena ocupaba de ella.
-Estoy... estoy buscando a Elena Katina, va a tener un bebé, soy su esposa. –Dijo en la recepción.
-¿Yulia Volkova?
-Sí.
-La están esperando, la sala de maternidad esta en el tercer piso, habitación 339.
-Gracias.
Subió corriendo por las escaleras los tres pisos y con la mirada ansiosa y desesperada buscó el número de la habitación.
-¡339! –Dijo aliviada al ver la puerta de la habitación. En un solo movimiento la abrió cuidadosamente y entró.
-¡Yulia! –gritó Lena.
-Tranquila mi amor, todo va estar bien. –Le dijo acercándosele pero una enfermera la detuvo y le entregó una bata y un gorro.
-Ay Yul... no se... -Dijo empezando a llorar de nuevo. –Es mi culpa, el bebé aún no está listo para nacer, es muy pequeño, perdóname.
-Lena, escúchame con atención, nuestro bebé va a estar bien, es fuerte cómo tú, te prometo que todo va a estar bien. –Le dijo besando su mejilla. –Te amo mi amor.
- Yulia, tengo mucho miedo. –Dijo empapada en sudor.
Un intenso grito se escapó de su garganta y se aferró con ambas manos a la sabana de la cama.
-Todo está bien, el doctor sabe lo que hace.
-Duele.
-¿No puede ponerle algo? Denle algo para el dolor. –Pidió Yulia.
-Lo siento señora, el trabajo de parto está muy avanzado, no serviría de nada la anestesia. –Dijo el médico mientras ponía las piernas de Lena sobre un soporte metálico.
-¿Está seguro?
-Sí, La señora está a punto de dar a luz, una contracción más y el bebé estará afuera.
Yulia tomó la mano de la pelirroja.
-Ya casi se termina todo esto Lena, respira, solo una vez más. –Le dijo dulcemente mostrando su nerviosismo.
Lena no dijo nada, estaba sintiendo de nuevo otra contracción, volvió a gritar, sentía como si le estuvieran arrancando una parte de su ser. Apretó la mano de Yulia lo más fuerte que pudo y enseguida escuchó un llanto musical y no hubo más dolor.
-Mi bebé. –Dijo Lena con lágrimas escurriéndole por la cara.
-Su hija parece sana, tiene buenos pulmones, eso nos preocupaba mucho, la llevaremos a observación para que la revisen y si todo sale bien, que yo pensó que así es, se la traeremos en un rato. –Dijo entregándole el pequeño cuerpo a una enfermera; la pequeña lloraba y gritaba, mientras la alejaban de sus madres.
-¿Hija? –Preguntó Lena contrariada.
-Sí.
-¿Está segura de qué es niña? –Preguntó la pelinegra.
El doctor sonrió. –Sí, ustedes la vieron nacer.
-Oh... Dios... mi amor, tenemos una niña. –Dijo Yulia emocionada.
-Oh, con que a eso se refería cuando me dijo que me iba a sorprender.
-¿Quién?
-Ella...
Yulia sonrió y la besó en los labios dulcemente. Lena no la detuvo, aun tenía las piernas sobre el soporte y sentía cómo su interior comenzaba a comprimirse nuevamente.
-Ve con ella, no la dejes sola, por favor, tráela a mi cuando este todo bien, ¿Si?
-Sí mi amor, lo que tu digas, me dividiré en 2 para no dejarte sola tanto rato.
-Anda Yul, ve con ella, es pequeña, dime cómo es.
Yulia sonrió. –No me tardo. Salió de la habitación temblando de nervios, tenía demasiadas emociones en ella. –Soy Yulia Volkova, vengo a ver cómo está mi hija. –Le dijo a la enfermera encargada de las incubadoras.
-La están revisando, tiene pulmones fuertes. –Dijo
-¿Puedo verla? Por favor.
-Sí, pase, tenga cuidado, la enfermera encargada se llama Violeta.
-Gracias. –Contestó y entró. Las paredes blancas estaban adornadas con globos de colores hechos de tela y letreros que decían "Feliz nacimiento" había unos 6 bebés más aparte de su hija, pero el llanto de esta era intenso y lleno de sentimiento. La enfermera la estaba limpiando mientras un pediatra le escuchaba los pulmones y hacía una revisión general.
-No llores hija. –Le dijo suavemente acercándose.
-¿Quién es usted? –Le preguntó el médico.
-Soy Yulia Volkova, soy su madre. –Dijo.
-Bueno, señora Volkova, todo parece en orden con su hija, le mandaré hacer unos estudios, solo para estar bien seguros, pero para ser una niña de 7 meses parece muy saludable.
-Es pequeña. –Dijo Yulia acariciándola con el dorso de la mano. –Es muy, muy pequeña.
-Es normal, solo tiene 7 meses, pesa dos kilos trescientos gramos, teniendo en cuenta los meses de gestación, tiene buen tamaño, mide 42 centímetros, es pequeña, pero va a crecer.
-¿Yulia Volkova? –Preguntó la enfermera.
-¿Sí?
-La Yulia de Lena.
-Am... supongo... ¿Por qué?
-¿Esta es la bebé de Lena?
-Y mía.
-Por todos los cielos, mi nombre es Violeta, yo estudiaba con Lena en el internado.
-Oh, sí, me habló de ti. –Contestó Yulia mirándola un segundo para luego concentrarse de nuevo en su hija. –Es perfecta ¿Cierto?
-Sí.
-Tiene el pelo tan rubio que parece que no tiene, es tan... -Dijo comenzando a llorar. -¿Puedo cargarla?
-Violeta, lleva las muestras al laboratorio, señora Volkova, ya puede llevarse a su hija. –Le dijo entregándosela envuelta en una sábana.
-Gracias, es usted muy amable. –Dijo saliendo con la pequeña en brazos. Había dejado de llorar en cuanto Yulia la había tomado. –Hola hija, soy yo, tu mamá, ¿Me reconoces? Te amo. –Le dijo y la besó en la mejilla. Temerosa caminaba hacia la habitación, en búsqueda de la pelirroja; empujó la puerta y vio que su madre estaba allí, junto a Michelle que dormía en el sofá y las enfermeras limpiando todo; Larissa se acercó y miró a la pequeña, no pudo evitar soltar unas lágrimas.
-Llévasela a Lena. –Le dijo haciéndose a un lado. Lena se veía exhausta, ya no sudaba pero el sudor seguía en ella, con su cuerpo desfallecido miraba a la puerta y sonrió cansada al verla entrar con su hija en brazos.
-Mi amor, es perfecta. –Le dijo entregándosela delicadamente.
-Hola mi vida, soy tu mami. –Expresó cortantemente mientras lágrimas de felicidad nublaban su vista. –Yulia, es una niña. –Dijo mirándola fijamente, tenía los ojos abiertos y su manita en la boca. Su cabello rubio se veía lacio, su nariz era redondita de muñeca y los labios diminutos que tenían atrapada su mano mientras intentaba sacarle algo de comer la hacían una visión mágica y casi irreal.
-Sí... es perfecta.
-Mi vida, toda la ropa es de niño. –Dijo Lena con un poco de humor en el tono.
-Bueno, creo que deberemos conseguir cosas de niña, no importa, es lo de menos, además no ocupas ser hombre para usar los converse rojos.
-Hermosa... es hermosa, como tú, Yulia, las amo.
-Hola mamás. –Dijo Violeta entrando a la habitación.
-Wow, ¿Qué haces aquí? –Le preguntó Lena mirándola con incredulidad.
-Soy enfermera, soy tu enfermera, y me di cuenta de que no les ayudé a cambiar a la niña, no pueden tenerla solamente en sábanas.
-Gracias, que gusto verte.
-Es un gusto verte también, y con Yulia, aunque debo admitir que no me imaginaba que fueras a tener un bebé. –Le dijo quitándole a la pequeña de los brazos, la cual comenzó a llorar instantáneamente. -¿Y la pañalera?
-Solo tenemos ropa azul...
-Créanme, a ella no le importa si su ropa es azul, solo sabe que tiene frio.
Yulia alcanzó la pañalera que no recordaba haber bajado del auto y se la dio a Violeta quien enseguida sacó los pañales y le puso uno diminuto. –Eres tan pequeña... ¿Cómo se llama?
-Izi. –Contestó Michelle quien se había despertado solo para contestar esa pregunta.
-¿Izi? –Le preguntó Lena, -Parece nombre de juguete.
-Izel. –Dijo Michelle bajándose del sofá, se paró junto a Yulia y le pidió que la cargara. –Hola Izel, soy Michie. –Le dijo con su voz seria. –Esta chiquititititita. –Completó cerrando un ojo y juntando su dedo índice y pulgar para enseñarles lo pequeña que era.
-Lena comenzó a reírse. –Ay no, si me rio duele. –Dijo sin poder controlarse.
-Ya, tranquila Lena, no la hagas reír Michelle. –Le dijo Larissa mirando aun incrédula a la hija de su hija.
-¿Michelle? Eres de Natalia, ¿Verdad? –Le preguntó Violeta.
-Sí, mi mami.
-Wow, eres exactamente igual a ella.
-No, mami grande, yo pequeña como Izel, gueno, no tan chiquita.
-Sí, se me hace demasiado sorprendente lo mucho que se parecen. ¿Entonces le pusiste Izel a la bebé?
-¡Yo no, así se llama! –Exclamó estresada cómo si se sintiera atrapada por no poder decir todo lo que quería.
-Oh, ok... ¿Le dejarán el "Izel"? –Preguntó Violeta mirando a Lena mientras le ponía el mameluco azul cielo a la pequeña.
-En los 7 meses jamás me puse a pensar en un nombre... ni de niño ni de niña ¿Y tú Yul?
-No, tampoco.
-Izi... ¿Estás segura Michie?
La pequeña quien aun no superaba el stress de que la ignoraran solo asintió con la cabeza, con la mirada resentida enfocada en el suelo.
-Bueno, Izel... asi se llamará.
-¿Van a hacerle caso a una niña de 2 años? –Preguntó Violeta incrédula.
-¡Tengo 3! -Gritó la niña haciendo llorar a Izel. –Perdón Izi, te quiero, no llores.
-Bueno... la vida me enseñó a respetar las opiniones de las niñas de 3 años. –Dijo Yulia sonriendo hacia Lena antes de darle un beso.
-Bien... una de esas cosas que no se ven mucho en la vida. –Afirmó Violeta poniéndole uno de los 6 gorros a la pequeña. -¿Por qué tantos gorros? –Preguntó.
-No me pude decidir, estaba muy emocionada al hacer la pañalera.
-bueno... le puse el azul cielo, como el mameluco, pero en enfermería tengo una caja llena de gorros rosas, ¿Acaso son unos converse rojos? –Preguntó mientras volvía a guardar las cosas en la pañalera.
-De bota. –Completó Lena estirando los brazos para que le pasaran a su hija de nuevo.
-Tómala, voy por el gorro rosa. –Dijo sonriente al salir de la habitación.
-Es nuestra. –expresó Yulia dejándose caer en el sofá de al lado, como si todas las emociones la hubieran dejado agotada.

-¿Dónde está? –Preguntó Rebecca entrando de la mano de Natalia a la habitación. -¿Están bien? Lara le avisó a Gina y Gina nos dio el día libre para venir. –Explicó con un globo de "Feliz cumpleaños 0" amarrado de un ramo de flores.
-Voy a llamar a Lara y a Gina para avisarles que todo está bien. –Dijo Larissa saliendo de la habitación.
-Sí mamá, Hola chicas, todo está bien. –Contestó Yulia. –Somos madres de una niña.
-¡Izel! –Exclamó Michelle. –Hola mami, hola ma.
-Hola muñequita, ¿Cómo estás? -Le dijo al cargarla. -¿Es una niña?
-Sí, es hermosa, es pequeñita, es nuestra.
-Es Izel. –Repitió Michelle.
-Sí, es Izel. –Dijo Yulia con una sonrisa.
-¿Se les acaba de ocurrir el nombre?
-No, asa se llama, nos dijo Michelle.
-Ay Dios... Michelle, pero no puedes cambiarle de nombre cuando te canse ese, ¿Entendido, hija? –Le dijo Natalia.
-No mami, es Izel siempre. –Dijo intimidada.
-No te estoy regañando hija.
-No mami, no me estas regañando. –Dijo aun más intimidada.
-No eres víctima Michelle, vamos a hablar tu y yo afuera. –Le dijo al cargarla, la niña puso resistencia pero termino cediendo y salieron de la habitación.
-¿Acaban de tener una discusión? –Preguntó Lena.
-Sí, y no puedo intervenir. –Dijo riendo. –Es que las dos no solo son igual físicamente, sino que tienen las mismas actitudes alocadas, chocan mucho por eso.... Y yo las amo mucho por eso. Tal vez ya se dieron cuenta de que Michelle puede ser muy mentirosa, eso no lo sacó de ella... Natalia intenta quitárselo, por eso discuten... ¿Están seguras de que así quieren llamar a su hija? –Preguntó.
-Sí, nuestra hija es Izi, Michelle es la única que sabía que era niña... además... es bonito el nombre. –Dijo Lena segura de respetar la opinión de Michelle.
-Ay es tan hermosa... -Dijo Rebecca acercándose. –Es muy chiquita.
-Te lo dije. –Le dijo Yulia
-Sí pero... ay... es tan chiquita... parece una muñeca...
-Ya traigo el gorro. –Dijo Violeta entrando a la habitación.
-¡Tú! –Exclamó Rebecca con una sonrisa.
-¡Hola! ¿Qué haces aquí? ¿Y Natalia?
-Yo soy la que te debo de preguntar qué haces aquí... Natalia está afuera con Michelle... ¿Qué haces aquí?
-Soy la enfermera de Lena. –Dijo con una sonrisa. –Las demás vienen para acá.
-¿Quiénes son las demás? –Preguntó Yulia.
-Alejandra y Diana, Alejandra viene desde lejos, Diana vive conmigo.
-¡Genial! –Exclamó Lena. –Ay, duele...
-No te esfuerces, solo vas a alentar la recuperación, creo que ya es tiempo de que le des de comer a tu hija, ¿Quieres que saque a Rebecca de aquí?
-Por favor.
-¿Ocupas ayuda? –Preguntó Violeta.
-No, creo que puedo hacerlo sola.
-Yo estoy aquí. –Le dijo Yulia al besarla en la frente.

Yulia las miraba dormir a las dos, Izel había comido un poco, dijo el médico que era normal que bebés de su edad no quisieran comer mucho, los estudios habían regresado bien y todos estaban en cafetería del hospital poniéndose al día, era demasiado hermoso y era demasiado real... ya no podía tener miedo, ya no podía volver a casa con Said, ahora tenía una hija, una hija con Lena y simplemente estar con él no era justo para nadie.
Estaba segura de que al llegar a casa después de su viaje, la llamaría, pero ella había apagado su teléfono y si él llegaba a enterarse del nacimiento de la niña, no sería por su boca, deseaba que Lena no se diera cuenta de lo cobarde que se estaba portando.

-¿Qué haces Yul? –Le preguntó Lena abriendo los ojos.
-Las miro dormir... son tan hermosas... las amo...
-Quiero un beso.
-¿Solo uno?
Lena sonrió y enseguida se acercó Yulia a besarla. –Son maravillosas, las amo.
-Te amo Yul, y amo que Izel esté afuera, me siento ligera.
Yulia sonrió y la volvió a besar. -¿Sabes? Estaba preparada para un bebé que llorara toda la noche, pero ella solo llora cuando la separan de nosotras... has dormido 4 horas y ella se ha despertado solo una vez, le cambié el pañal y antes de que se lo terminara de poner, ya estaba de nuevo dormida.
-Es tan increíble...
-Sí, lo es.
-¿Podemos pasar? –Preguntó Natalia con la niña en brazos.
-¿Tu y cuantos más? –Preguntó Yulia.
-6 aparte de pinocho.
-Pásenle. –Les dijo y entraron, Violeta, Rebecca, Alejandra, Diana, Lara y Gina,
Alejandra con un oso de peluche gigante, Diana con un regalo envuelto y Lara y Gina con globos y un montón de bolsas de una tienda de ropa de bebés.
-Es que no me pude decidir solo por un mameluco rosa. –Dijo Lara.
-Sí creo que me puedo dar cuenta. –le dijo Yulia.
-Yulia, hija, ocupo tu ayuda con unos papeles. –Le dijo Larissa asomando la cabeza por la puerta.
-Claro mamá, no tardo mi amor. –Le dijo Yulia. -¿Qué papeles? –Le preguntó en cuanto cerró la puerta.
-Ningunos. Acabo de ver llegar a Said.
-Oh...
-Es hora Yulia, vas a hacer enojar a alguien mucho el día de hoy, yo te seguiré queriendo, no importa la decisión que tomes, pero yo soy tu madre, no te aseguro el cariño de nadie más.
-Lo sé mamá. Ve a la habitación, dile a Lena que no me tardo mucho y quédate allí.

Yulia inhaló y exhaló fuertemente cuando estuvo sola, intentaba pensar en palabras, en alguna explicación para su comportamiento, pero nada servía...
Tenía las manos sobre la cara cuando lo escuchó.
-¿Yulia? Hola mi amor, me acabo de enterar que ya somos papás. –Le dijo. –Esta lo miró a la cara y vio ilusión y esperanza, llevaba un ramo de rosas blancas y un peluche.
-No, Said, Lena acaba de ser mamá.
-¿A qué te refieres? No nos lo va a dar.
-No precisamente...
-Tengo que verla, hablar con ella. –Exclamó intentando entrar a la habitación.
-¡No! –Respondió tajantemente al empujarlo. –Esto es entre tú y yo.
-¡Es mi hijo el que acaba de nacer!
-No, no lo es. –Le dijo haciéndose la fuerte.
-¿Qué dices Yulia?
-El bebé es mío y de Lena.
-Eso es ridículo, rentamos el vientre de Lena, es mi esperma, es nuestro hijo.
-No Said, no es tuyo... no te puedo pedir que me perdones... no es tú hijo.
-Yulia ¿De qué hablas? Yo di el esperma, es mi hijo.
La pelinegra suspiró fuertemente. –Vamos a sentarnos. –Le pidió apuntando las sillas de la sala de espera.
-¡No! Dime qué demonios pasa. ¿Lena no es tan lesbiana? ¿Tuvo una aventura con un hombre? ¿Es por eso que no es mío?
-¡No! Claro que no... yo... Lena... em...
-¡Habla! Exigió.
-Después de que me diste tu esperma, lo tiré y usamos el de otro hombre.
-Pero... ¡¿Por qué hiciste eso?!
-Por qué no te amo y no quería que fueras el padre de mi bebé.
-¿De qué hablas? –Preguntó con ambas manos sobre la cabeza.
-Amo a Lena... no solo ella a mí, ella si iba a darme su bebé al inicio, pero me di cuenta de que no quiero un bebé si no es con ella.
Said guardó silencio.
-No debí de haberte metido en esto pero tenía miedo de no recibir la atención adecuada para Lena, soy muy egoísta y solo pensé en mí, ella no aguantó y por eso se fue de la casa, no soportaba vernos juntos.
-No Yulia, esto no es verdad... tu no eres lesbiana.
-Amo a Lena, si eso me hace lesbiana, pues si lo soy, realmente lamento que estés en esta situación... eres mi mejor amigo...
-No Yulia, soy tu esposo, esto no puede ser verdad, dime que no es verdad, dime que allí dentro está mi hijo, por favor.
-No, allí está mi hija, mía y de Lena.
-¿Y qué se supone que debo de hacer yo? ¿Debo resignarme a que mi vida entera fue una total farsa? ¿Me vas a decir ahora que mi madre tenía razón sobre ti? Tú eras homofóbica y ahora eres lesbiana... ¿Podrías decirme que clase de juego morboso es la vida para ti?
-No es un juego, amo a Lena, se que te es difícil asimilarlo, no voy a volver a casa contigo, no tienes un hijo y no quiero ser tu esposa, no te amo.
-¿Desde cuándo?
-Desde un día antes de nuestra boda.
-Mi vida es una mentira, me arrastraste como si fuera tu mascota.
-No sabía que más hacer, soy muy cobarde y realmente no fue mi intención lastimarte, solo sentirme bien.
-Pues me lastimaste.
-Perdón.
-Vamonos Yulia, vámonos de aquí, deja a Lena con su hijo y vámonos.
-No, es mi hija, no voy a dejar a Lena y a mi hija.
-Vete en el espejo amor, no actúes como una niña de 18, estás por cumplir 30 y ella ni 20 tiene, su amor no puede ser.
Yulia agachó la cabeza y miró sus zapatos de tacón, miró sus pantalones de vestir y por último su blusa blanca de encaje y su saco.
-Puede ser... tienes razón, estoy grande, pero la amo y ella a mi, 10 años nos separan, eso es cierto, pero algún día teníamos que estar juntas, y creo que "Algún día" es hoy.
"Algún día es hoy..." todo parecía estar demasiado claro para Yulia... Said pudo verlo en sus ojos, se recargó en la pared y se dejó caer lentamente hasta estar sentado en el suelo y aun impresionado se talló la cara.
-Tienes un día para sacar tus cosas de la casa, veré que mi abogado te haga llegar los papeles. –Le dijo en un tono desfallecido. –Ya me voy, felicidades a Lena, ahora entiendo por qué ella me tiene lástima... –Dijo y se puso de pie, no miró atrás, solo salió de allí.
Yulia caminó los pocos metros que la separaban de la sala de espera y se dejó caer, sabía que dentro de la habitación la esperaba Lena, sabía que su pelirroja había captado el mensaje oculto de su madre antes que ella y tenía en mente que era probable que estuvieran intentando hacer que no se levantara de la cama para salir... No sabía exactamente cómo sentirse, sus prioridades y sentimientos estaban tan mezclados que la única solución que s ele ocurrió, fue pensar en vos alta.
-Ya está, ya lo hice... ¿Estoy feliz? Sí, lo estoy, ¿Fue una buena decisión? Bueno... tomando en cuenta mi propia idiotez, creo que esta fue la situación más madura... Amo a Lena, amo a Izel... tengo un negocio que nos va a sacar adelante...
-Todo va a estar bien. –Le dijo Lena sentándose junto a ella.
-Mi amor, deberías estar en cama.
-No, debo estar junto a ti, verás, tu madre me dijo algo muy cierto que al principio me confundió pero ahora parece tener mucho sentido, ella dijo "Hay gente tan pobre que lo único que tiene, es dinero" yo te tengo a ti, tú me tienes a mí, ambas tenemos a Izel, y tenemos una familia grande, que aunque suene un poco presuntuoso, no nos van a dejar caer.
-Eso es verdad. Gracias, te amo. –Le dijo y la abrazó.
Muchas veces se pude pasar demasiado tiempo pensando en el futuro, tanto, que se pierde el presente, Yulia salió del hospital en búsqueda de sus cosas, de nuevo volverían a casa de su madre antes de arreglar la casa de Inessa, ella no tenía claro nada, pero le gustaba que Lena sí, le gustaba la elección que había tomado, no se puede ser feliz todo el tiempo, la felicidad es algo subjetivo que uno elige tener o lo deja escapar, ella lo había escogido, para ella ese "Algún día" al fin estaba allí, podía sentirlo, le asustaba y lo amaba al mismo tiempo, era brillante y era suyo.



-Fin.-

Algun DiaWhere stories live. Discover now