Alguien una vez me dijo algo que me hizo recordar todo lo que vivimos tú y yo, no fue su intención y eso estaba claro, pero sus palabras desataron un torrente vivido de nuestros mejores y peores momentos.
Me preguntó si me sentía bien y se disculpó una y otra vez por haber causado esa reacción en mi, yo le dije que no se preocupara, es normal el poder recordar tanto las cosas buenas como las malas.
Y es que esa es la verdadera naturaleza de la vida, esa naturaleza que podremos siempre separar en bueno y malo, blanco y negro, obscuridad y luz.
Se desató en mi también mucha ira, mucha rabia que había permanecido adormecida muy dentro de mi, claro que esto último sucedió cuando ya se había ido aquel causante de mi súbito despertar.
Aquel que despertó los turbulentos mares de mis sentimientos, estos que siempre habían sido tormenta previa a la calma, este que nunca podía callarse ante las cosas que veía o escuchaba, lo odiaba por ser de tan fáciles palabras.
O quizás lo odiaba porque lo envidiaba, porque quería ser también así y nunca había podido por más que me esforzara, por más que intentara soltar mi lengua y ampliar mi léxico, no podía, la timidez me comía vivo.
Y por eso mismo la ira se acrecentó, ya no solo era dentro de mi, habían signos de lucha también en el exterior, la lucha ahora era visible para cualquiera que me viera con detenimiento, aunque seamos sinceros, ¿quién habría de reparar en alguien como yo?
Mis nudillos estaban rojos, mis manos formaban ahora un puño y me lastimaba la palma con las uñas, la ira ahora quería salir y hacer su típico espectáculo, no otra vez, ya no quería mostrar estos ataques de ira, ese no era el mejor lugar ni el mejor momento.
No creo que existiera otro sitio mejor para desplegar mi ira, que mi cuarto destrozado y esa noche la almohada sufriría otra oleada de histeridad de mi parte y como siempre sin una buena razón.
Todo por culpa de aquel que nunca se queda callado y también culpa tuya por aún vivir dentro de mis recurridos, por mostrarte siempre que puedes en mis sueños, aunque debería decir que son más pesadillas que otra cosa.
Siempre le pido a mi mente y a mi corazón que sean fuertes en esos momentos, pero la verdad es que ya no me quieren responder, siento que se dieron por vencidos también.
Mi debilidad son esas canciones, esos lugares, esas palabras, esas situaciones tan específicas que desatan el llanto interno, la ira que fluye a borbotones y esos gritos ahogados en mi garganta; ya no quiero ser tan débil.
Quisiera borrar esos recuerdos, quisiera ir al día que nos conocimos para tomar otra ruta, quisiera no haberte buscado en las redes sociales, quisiera no haberme equivocado con la hora ese día, solo necesitaba levantarme temprano ese día como todos los demás, pero justamente me quedé dormido y así fue como te encontré.
Entre mis apuros y carreras, me ayudaste a llegar a mi destino sin saber quién era yo, sin saber quién eras tú, me enamoré de tu sonrisa y tus ojos.
Esos recuerdos quisiera borrar de mi mente y ser feliz de nuevo, como lo era antes de ti.
Debo dejar de mentir, nunca fui más feliz que cuando estuve contigo, pero si puedo decirte que puedo llegar a ser mucho más feliz que cuando estuvimos juntos y eso es porque me enseñaste que mi felicidad depende principalmente de mi y no de alguien más.
Y es por eso que aún en este mar embravecido de ira y llanto, te agradezco por los recuerdos que formamos juntos.
Gracias te doy hoy, mañana y siempre.
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Palabras Que Duelen
PoetryLas palabras tienen casi el mismo poder que las acciones, y es que de la misma manera que un puntapié o un puñetazo nos puede causar dolor, las palabras no difieren de este concepto, una serie de palabras puede ser tan afilada como un cuchillo pero...