Sobreviviendo

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Estoy vivo, despierto.
No sé cuánto tiempo llevaba en este lugar... Ahorita les platico.

La última ocasión que escribí en la bitácora fue hace unos cuantos meses. Las personas de la ciudad nos encontraron y nos sometieron con mucha facilidad, algo normal tomando en cuenta que ellos solos limpiaron prácticamente una ciudad, después nos encerraron en una especie de cárcel de alta seguridad (o al menos eso parece), pues no llega ni un rayo de luz del Sol.

Estaba solo, mi celda era de apenas dos metros de largo por uno de ancho y metro y medio de alto. Lo que hizo de ese tiempo un verdadero infierno, la comida que nos daban sabía horrible, peor que la de un perro, supongo. Hacía un frío de diez mil diablos, también, que ni una manta me dieron.
Pero por fin hubo un día que escuché la puerta abriéndose, me arrastraron y me interrogaron, no dije mucho, pero se dieron cuenta que era un buen sujeto. Por suerte el tipo que me interrogó también lo era, buscó sacarme con la plática información de mi familia, mis compañeros y amigos, etc.  Y finalmente, al ver que no representaba ninguna amenaza me soltaron con la condición de que me largara inmediatamente.

Debo admitir que sentí un vacío en el estómago al saber que de los 6 que éramos solo quedé yo. No aguantaron las condiciones y se suicidaron.
Me dieron mis cosas, todas y cada una de las armas que todos traíamos, unas pocas provisiones y un mapa de cómo salir de la zona (aunque ya lo sabía, pero un mapa de más no sobra).
Lo primero que busqué recién abandoné la zona fue la bitácora, pero no me lo podía creer. La sensación que tuve fue más perturbadora que el peor de los escalofríos.

Habían pasado cuatro meses.

Infección al corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora