El Amor de Dios

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En un momento, fuiste una persona ajena a mí.
Al siguiente, nos vimos y sonreí. 

Un día, convivimos sin más, desinhibidos en lo que hubo y demás. 
Nos unía algo, pero no sabíamos qué. 

Yo aseguraba que era la luna reflejada en tus ojos y tu sonrisa.
Quizá era un viaje provocado por toda una pesquisa. 

Quería protegerte, te vi caer por un idiota, por dos y tres. 
Te vi llorar y quise que eso no volviera a suceder. 

Yo volaba a lo lejos, hacia el sol, con alas de plumas y cera.
Tú ibas a la distancia, quizá con el mismo artilugio, pero estabas tan cerca.

Un día, volvimos a caer.
Pero esta vez en los brazos del otro. 

Nos vimos y dijimos: "Vamos a fluir". 
E inició un pequeño riachuelo.

Su cauce crece día con día.
Y a pesar de ser grande, no es turbulento. 
A pesar de estar confinado a momentos, es fuerte. 
Nos arrastra. 

Nos une y lleva hacia el vasto océano. 
Quizá allí podamos volver a ver la luna, juntos.

Pero esta vez, ella será testigo del amor que sentimos.
Y todo será silencio, amor y unas Pléyades de besos. 

Es momento de decirte lo que creo. 
Te amo hoy, mañana y desde hace mucho tiempo. 

Si hay un Dios, seguro te ama.
Pero ten por seguro, Ama, que no es ni una pizca de como yo lo hago. 
Si hay un Dios, seguro te ama.
Pero no de manera cercana. 
Si ese Dios te ama, no se compara.

Por tu nombre, te juro.
Soy yo quien más te ama. 


Poesías sin nombreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora