❄️capitulo 13❄️

697 68 9
                                    

Estaba asombrado,mucho de hecho.
Shura jamás había demostrado tener sentimientos por mí, o quizás era yo el que no se daba cuenta de su acercamiento.
No logro entender demasiado, pero por lo menos, llego a comprender que esto es mi culpa.
Si al menos, no me habría portado tan cerrado y egoísta como siempre, todo sería diferente.

Estuve pensando demasiado con relación a lo que me dijo. Me encierro en mi habitación y mientras ojeo un libro, que por cierto por más que releo una y otra vez una oración, no se me queda en mente, imagino: ¿cómo será mi hijo, será niña o niño? Probablemente sea un niño. De todas formas, voy a protegerlo con mi vida. Una sensación cálida provoca que sonría emotivo.

Desde esa respuesta, me abrí totalmente a él.
Pasaron ya meses, Shura se porta de forma muy distinta, no hablamos más de un tema sentimental, dejé de lado los antojos sexuales e hice lo posible para no comer cosas que podrían hacerme daño. Las manzanas, por ejemplo, eran unas frutas que contenían demasiada azúcar, Shura me las sacó de la lista de compras.
Me pregunta cómo estoy a cada rato, si tengo hambre, frío, algún capricho, pero mis respuestas son las de siempre. No te preocupes, es mejor así.
Y no lo digo por ser indiferente o egoísta, no deseo agobiarlo. Debía de regresar al santuario hace mucho y simplemente en una mañana algo tibia, susurró cerca mío que se quedaría el tiempo necesario, hasta que el bebé naciera y de ahí en adelante, cuidaría del pequeño como su padre, siempre a su lado.

Fue el día más feliz despues de mucho tiempo. No regresé al pueblo, y era complicado hasta dormir, lo único que hacía sobre la cama era dar vueltas y vueltas buscando conciliar el sueño, sin llegar a nada y esperando a que amanezca. Mi vientre ya había crecido bastante, los meses habían avanzado con gran velocidad. Aunque me colocara sopas sueltas, el vientre era voluptuoso.

En un momento, una punzada me hizo caer de rodillas, Shura que estaba a un lado me cargó y me recostó sobre la cama. El dolor era horrible,a decir verdad me quitó hasta la voz.
Sentía que la columna se me partiría y no pude evitar que unas lágrimas se me salieran a causa de esa desagradable molestia.
Desde esa vez, la atención que el pelinegro me brindó, fue tan tierna que me conmovió. Creí que mi corazón no podría aceptar a otra persona, pero apareció él, con esa mirada y esa sonrisa que me parecía demasiada gentil. Decidí que de una vez por todas, sin hacer caso a mi lado indiferente, le daría el puesto que me hacía falta a mi lado.
Se lo confesé, tragándome toda la vergüenza de decirle mis sentimientos. Al principio no hizo nada, pensé que estaba aterrado por habérselo dicho, pensé que en ese momento huiría. Pero no fue así, me abrazó con fuerza y besó mis labios con suavidad, no hice más que corresponderle.

Desde ese día creía que tendría una vida completamente feliz, sin problemas, pero no olvidaba que yo también, era un caballero dorado.

Shura y yo dormíamos juntos, lo hacíamos muy seguido aunque la mayor parte de las veces, él amanecía tirado en el suelo con una almohada porque yo ocupaba todo el espacio de la cama.
Esta vez..
Desperté asustado, el corazón me latía con fuerza y era como si el alma se me fuese a desprender del cuerpo. Ya llevaba seis meses y podría ser alguna complicación. El grito de auxilio no salió, se me quedó atorado en plena garganta y desperté a Shura en un lamento que me hizo estremecer.
Dolía, dolía horrible. Estaba seguro que algo pasaría pero no sabía qué.
Las punzadas regresaron, mas fuertes que nunca, antes eran leves, sin embargo ahora querían con tanto esmero matarme de sufrimiento. ¿Es así como una mujer sufre o es peor en el momento de dar a luz?
Apreté las sábanas con los puños y lloraba desconsolado. Shura se veía desesperado a tal punto que me envolvió en una sábana y me cargó al pueblo. No paraba de decirme que todo estaría bien y que debía de mantener los ojos abiertos.
La voz no me salía, no podía ni decir su nombre. La respiración se negaba a ingresar a mis pulmones aumentando el miedo de ambos.
En un momento la pesadez fue incomprensible, no pude seguir despierto por más que hubiera querido. Los gritos acongojados de Shura se hicieron lejanos exigiendo que no me durmiera. No oí nada más.



Madre a los 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora