❄️Capítulo 28❄️

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Camus fue enviado por Hermes de regreso, apareció detrás de la estatua de Athena y cuando apareció frente a todos, exclamaron un grito de asombro. Nadie se lo esperó en absoluto. Ya decían algunos que faltaban caballeros.

La duda de Camus se quedó grabada en él, dónde quedó el verdadero Milo?

El peliverde buscó a Shura, y cuando logró verlo, se fundieron en un tierno abrazo. Tomó a Shura de su brazo guiándolo en una esquina, le preguntó cómo estaban sus heridas con la voz suave, como si temiera que fuera a ser demasiado indiferente al preguntar formalmente.
Kert miró el gesto de reojo, se emocionó por un instante por el bienestar de su madre, sin embargo aún mantenía los ojos pegados a la figura algo lejana de Anteros. Estaba preocupado, si no fuera por ese hombre, de seguro que Eros ya lo habría llevado y lo estaría usando como un juguete, un pasatiempo..

¿Las cosas debían ser así de complicadas e incómodas de asimilar?

Anteros se movió incómodo bajo el agarre de Hefesto, quién vestido con una armadura negra de cuello a pies, lo lastimaba con la frialdad de esta. Una armadura como esa la usaba especialmente cuando trabajaba, ya que al ser fría, al golpear las armas ardientes no le harían daño para nada.

El patriarca se encontraba observando la situación, su túnica negra y el casco dorado fueron bastante imponentes sea noche o sea día. Pudo reconocer a Hefesto a distancia, su asombro fue tanto que dió un par de pasos al frente. Hefesto construía armas de guerra con la ayuda de cíclopes, despreciado por su propia madre y herido en una pierna en una vieja pelea con Zeus. El patriarca le tenía admiración, olvidó por unos momentos que era el de mayor ejemplo, y sus emociones le fallaron, incluso una sonrisa adornó aquel traje tan sublime sobre toda su piel clara.

Regresando con Eros, tenía la cabeza gacha, una ligera sombra cubrió sus ojos dándole un aspecto sombrío, temible. La línea recta en sus labios permaneció a pesar de que unas gotas de sangre los adornaron de rojo.
Estaría inconciente allí, con una rodilla en el suelo y el arco de soporte?

Hefesto soltó a Anteros en el suelo, caminó a paso decidido hasta cupido, sus cabellos rizados le iban tan infantilmente que le entró las ganas de pasar su manos por ellos.
Extendió su mano, a medio camino se detuvo cuando los ojos llorosos de Eros lo interceptaron.

-No iré con Ares, no pienso aceptar este castigo.-Dijo entre dientes.-Tuve mis motivos, y no peleaba por ese simple humano, puede que sea atractivo, lamentablemente solo lo hacía porque a mi hermano le gustaba. Él siempre fue tratado mejor que yo, y las preferencias nunca me agradaron.

Al final, no se podría decir si Eros o Anteros fueron tratados de diferente manera, o en partes iguales. Ambos quizá sintieron que alguno de ellos recibía más cariño y afecto que el otro. Hefesto se inclinó a su altura, lo abrazó dándose cuenta de los sentimientos heridos de su hijo, después de ser marido de Aphrodita no le importaba si fue producto de infidelidad, lo quería, lo veía como su sucesor aunque los demás no lo verían igual.

Los ojos inyectados en sangre del Dios entre sus brazos se abrieron en asombro, estupefacto de tal atención. Sonrió como si en alguna parte de su corazón, una poca de alegría se hubiera instalado. Pero pronto formó una bola de energía en la palma de su mano derecha junto con una flecha blanca, la cuerda del arco se extendió tanto que podría reventarse en cualquier momento, y antes de que eso suceda, soltó su agarre y envío esa flecha a su objetivo. Hefesto fue apresado entre sus brazos, no sabía si fue por la impresión de que su hijo realizara ese ataque, o fue por la cantidad de energía acumulada en un minisegundo que paralizó todo su cuerpo.

Kert seguía parado en el mismo lugar, viendo toda la escena con los labios entrabiertos, jamás se esperó ese movimiento dirigido especialmente hacia él, fue tan rápido que ni terminó de parpadear, y la flecha tocó su pecho. Sin embargo, esta había atravesado algo antes de él.

Madre a los 16Donde viven las historias. Descúbrelo ahora