Trinity

1.9K 153 6
                                    

Los días empezaron a pasar y Blythe era cada vez más unido a Bash, Ethan se mantenía cerca, aunque casi no participaba en las conversaciones que ellos tenían, lo que extrañaba al chico. Ese día se encontraban desembarcando en Trinidad, la tierra natal de Sebastián. Ethan no había estado ahí nunca, así que Blythe y él se paralizaron apenas pusieron un pie en tierra y vieron la hermosa isla.

—¡Hey, chicos! No me vendría mal algo de ayuda. — Ambos despertaron de su pequeño trance y acudieron a ayudar a Bash a bajar los barriles. Blythe se tambaleaba notablemente mientras cargaba uno.

—Cuidado niño, el equilibrio en el mar no es el mismo que en la tierra —. Ethan se río un poco porque a él le había pasado algo similar cuando recién llegó.

—Novato —se burló sonriendo, pero al ver cómo Gilbert le devolvía el gesto rápidamente se puso serio.

—¿Eso es todo, sin llantos ni siquiera un 'que bueno es volver'? —preguntó el chico de cabello azabache extrañado por la falta de emoción del adulto.

—¿Qué quieres, que baile?

—Han pasado dos años —intervino Ethan dándole la razón a Blythe.

—Me alegra estar en casa, pero ustedes llorarán cuando se tengan que ir. Trinidad se les meterá en la sangre.

—No lo dudo —aseguró Ethan mientras terminaba de bajar el último barril.

Cuando finalizaron la descarga del barco entraron en los mercados trinitenses. Los hombres llevaban un barril cada uno y Ethan llevaba un pedazo de sandía que compró en uno de los puestos. Blythe miraba todo maravillado cuando una fuerte corriente de aire pasó y lo hizo tropezar un poco al tomarlo desprevenido.

—No te vaya a llevar el aire Blythe —advirtió Ethan, luego de eso se regañó mentalmente por hablarle a Gilbert dos veces en menos de quince minutos. Se propuso cerrar la boca hasta volver al barco.

—Cuando era niño venía aquí a diario, los ingredientes de la cocina siempre tenían que ser frescos —explicó Bash recordando con nostalgia las travesuras que hacía en la calle.

—Jamás creí que existieran lugares así.

—¿De dónde dices que eres?

—Avonlea —Y ahí se fue la promesa de no hablar hasta volver al barco, genial. Tomó una semilla del pedazo de sandía y fingió indiferencia ante las miradas de los otros dos. Ambos estaban extrañados, no sólo por escuchar al chico hablar, sino porque sabía algo acerca de Gilbert. — ¿Qué? Lo ha dicho un par de veces ya.

—Como sea, ¿qué es lo que más te gusta comer?

—Me gustan las papas.

Ethan comenzó a reír fuertemente al ver la cara que Bash había puesto cuando Blythe mencionó las papas. El pedazo de sandía estuvo a nada de caer, por suerte logró salvarlo haciendo un movimiento muy extraño, Gilbert por otro lado se sonrojó fuertemente al escuchar la suave risa de la chica.

—¿Enserio niño? Dame algo con que trabajar.

Blythe pareció pensarlo por un momento antes de responder.

—La señora Kincannon hacía cangrejo.

—Bueno estamos mejorando, ¿con qué lo preparaba?

—Sal —respondió Ethan sarcástico tratando de bromear con el hombre, cualquier intento de burla se desvaneció al ver la cara del chico— ¿Enserio solo sal? —El muchacho asintió algo tímido.

—¿Qué tiene de malo?

—Nada, el cangrejo es muy rico si se sabe preparar. Les conseguiré medicina trinitense —prometió Bash bastante orgulloso de sí mismo por ocurrírsele tan buena idea.

Part of Your Sky (En edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora