05. UN PARAÍSO PARA TI.

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El funeral de su hermano fue... raro, no había cuerpo que velar, ni llanto y había asistido un número pequeño de personas, entre ellas un hombre que no conocía, que trataba con tal familiaridad a su padre.

Después de velar una caja pequeña, llena de las cenizas de su hermano, tuvieron la reunión en su casa, donde había aperitivos y café para aquel que tuviera hambre tras todas las horas que pasaron desde la entrega de cenizas.

Las personas se aglomeraron en la sala de estar y la cocina, solo unas cuantas se fueron después de comer y de despedirse de la familia en la entrada de la casa, aquel hombre palmeo el hombro de su padre y le dio sus condolencias, su padre no se veía muy feliz de verlo, Aurora se percató y se despidió de los amigos de su hermano, con los que había estado hablando y servido café, se acercó, pensando en que podría aligerar el ambiente.

¿Todo está bien? ¿Papá?‒ Aurora abrazo a su padre, dejando la jarra de café en el desván de enfrente ‒si cariño, el señor...‒ antes de dejarlo continuar el hombre lo interrumpió ‒Luka, y tú debes ser Aurora, mis condolencias pequeña, tu hermano ahora está en un mejor lugar‒ la joven pudo sentir la tensión en el cuerpo de su padre y prefirió dejar de abrazarlo ‒gracias‒.

No había dolor en su voz, no tenía dolor alguno, y realmente tenía esa sensación de que su hermano no había muerto. Incluso cuando hablo con los amigos de su hermano, ninguno supo decirle quien había sido el supuesto amigo con quien Jade se había quedado, y entre ellos sabían todo de cada uno. Ambos miraron como el hombre se subía a su carro y se iba, solo así pudieron regresar adentro, junto con su madre, quien realmente se veía fatal.

Jade despertaba todos los días solo y después del incidente con las esposas no quiso volver a dormir con Luka otra vez. Se volvieron distantes, solo se veían dos veces al día. Por la mañana Luka le permitía lavar sus dientes —aunque no podía emiti ni un sonido o era castigado— y a la hora de la comida, a Jade le era obligatorio como él; en ocasiones le traía algún regalo, joyas en especial, creadas solo para él, joyas que terminaban abandonadas en algún lugar del armario.

Pasar tantos días en ese claustro, lo volvieron en alguien a quien no le importaba su apariencia, no veía a nadie más que a Elli y Luka, por lo que se quedaba en pijama todo el día, luego dejo de moverse, solo se quedaba acostado en su cama, Luka tenía que ir por el para hacer que lo acompañara a comer, mientas el niño lo miraba con odio y la sonda se vaciaba en él.

En uno de esos tantos días, donde solo se quedaba viendo a la ventana, acostado en su cama, con Elli a un lado suyo haciéndole compañía, Luka entro de sorpresa en una hora donde se supone estaba trabajando.

Quiero hacer algo por ti, como todo el día estas aquí en el cuarto, supongo que ya te aburriste‒ lo tomo de la mano y lo saco del cuarto, Elli lo alentó a que lo siguiera, después de pensarla un poco se decidió por ir con él, Jade se sentía en un sueño, realmente feliz, tanto que no aparto su mano ‒además, ya no estoy tan enojado para dejarte ahí todo el día‒ era la primera vez que las criadas y el resto del personal le miraban la cara, solo habían escuchado que el jefe había traído a alguien pero nunca vieron a quien, hasta ahora. A Jade no legustaba las miradas hacía su dirección, se sentía tan humillado.

Entre todos los pasillos y las puertas, en un rincón de la casa, bajaron unas escaleras que conducían al final de un pasillo con una única puerta como entrada y salida ‒ábrela, lo que hay ahí adentro es todo tuyo‒ Jade desconfiaba de él, así que con algo de miedo abrió la puerta, sin pensar que dentro estaría una gran felicidad, un bálsamo para su alma herida.

Todo estaba cubierto por un domo de cristal, había ventanas en el techo abiertas y el verde inundaba sus ojos con algunos destellos de color, entre las flores había lavanda, jacintos, narcisos nardos, begonias, entre otras y bonitas enredaderas en los árboles y en el marco de las ventanas. Un sendero de piedra lisa te guiaba hasta el centro, donde la fuente estaba erguida gracias a bellas y pequeñas estatuas, adornada con una especie rara, Julieta, costosa y hermosa, no le sorprendía que estuviera ahí.

Jade estaba maravillado, estaba feliz por primera vez después de tanto tiempo, no prestaba atención a nada ni nadie a su alrededor, él estaba enfocado en tocar y experimentar ‒este lugar es tuyo, lo mande a construir para ti‒ se detuvo, no siguió viendo el lugar y volvió con él a paso lento, como no podía hablar lo único que hizo fue tomar su mano y darle un apretón cariñoso, solo para después salir corriendo y perderse en ese paraíso.

Escucho la puerta cerrarse, lo que indicaba que Luka se había ido y que estaba solo, no quería salir, estaba tan a gusto en ese lugar.

Luka sonrió después de salir, era un avance ver que el chiquillo se emocionara por algo, camino de regreso por la extensa casa hasta llegar al hall de la casa, donde Elli lo esperaba y al ver que Jade no lo acompañaba, no quiso pensar en lo peor ‒donde esta Jade, señor‒ Elli se comenzó a alarmar, sujeto sus brazos con sus manos y su pierna se movía de una forma muy rápida ‒no te preocupes, él está bien, esa en el jardín del que te hable‒ sin más palabras la dejo ahí, un hombre a su servicio le abrió la puerta de la casa y se fue.

Cuando llego al jardín, el chico no se veía por ningún lado, así que tuvo que buscarlo un poco más, hasta que lo encontró tumbado en el césped con sus ojos cerrados, se sentó a su lado y le hablo ‒sé que estas a gusto aquí y es un hermoso regalo‒ lo ayudo a enderezarse y ponerse de pie ‒pero tenemos que volver, tienes que comer y asearte‒ lo tomo de la mano para ir hacia la salida y volver al cuarto ‒volveremos mañana si tú quieres‒.

Después de que su amiga se iba, se quedaba solo, pensando todas las noches en que si realmente su hermana habría estado involucrada en ese sucio trato contra él.

Escucho la puerta del cuarto principal abrirse, pero no iba a ir a recibirlo, nunca lo hacía ‒Jade ven, quiero hablar contigo‒ se despegó de la ventana para ir con Luka con su pizarra en mano.

Aquel hermoso hombre se quitaba la ropa frente al niño, se quedó con el torso desnudo y tomo el objeto con el que Jade escribía ‒ya no vas a necesitar esto‒ estaba confundido, porque de lo contrario con qué se comunicaría ‒creo que ya fue suficiente castigo, así que, voy a quitarte el cubre boca ahora y hablaremos de otra cosa‒ lo giro para poder ver los números e introducir el código ‒veras, dentro de unos días se va a celebrar una cena con mis colegas, e irán otros chicos... de otras situaciones diferentes a la tuya‒ después de que el seguro se abrió, procedió a retirarle aquel lastimoso objeto de la cara.

Para Jade era un alivio y movió su mandíbula para poder darle un descanso de esa postura que mantuvo por lo menos tres meses.

Tomo su mano y lo giro, su otra mano se dirigió hacia su cintura para mantenerlo más cerca ‒por favor Jade, que necesitas para que estés bien conmigo‒ inclino su cuerpo para que su cabeza pudiera alcanzar la del más pequeño ‒quiero cuidar de ti, protegerte, pero no lo lograre si sigues peleando conmigo‒ él no iba a decir nada en esos momentos, no le iba a dar una respuesta esa noche.

Llorar y seguir llorando.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora