La desesperación comenzaba a apoderarse de David. Sentía el sostén pegado a su cuerpo como si fuera una prisión. Tenía que deshacerse de él a como diera lugar. Sin pensarlo dos veces, se cambió rápidamente y salió de la habitación, bajando las escaleras con prisa en busca de la cocina. Su mente solo tenía un objetivo: encontrar unas tijeras.
Cuando llegó a la cocina, su búsqueda fue interrumpida por la presencia de Victoria, quien lo miró con curiosidad.
—Alejandra, ¿has visto a David? Lo he estado buscando por toda la casa —preguntó Victoria, sin saber que la persona delante de ella era David en el cuerpo de Alejandra.
David, aún en el cuerpo de Alejandra, intentó actuar con naturalidad, aunque su corazón latía con fuerza.
—Eh... no, no lo he visto. Debe estar por ahí en algún lugar. —Intentó sonar despreocupado, pero su voz tenía un matiz nervioso.
Victoria lo miró por un momento, desconcertada por la respuesta evasiva, pero decidió no insistir más.
—Bueno, si lo ves, dile que lo estoy buscando, ¿vale?
David asintió rápidamente, y Victoria se marchó. Tan pronto como se fue, David continuó buscando frenéticamente las tijeras. Cuando finalmente las encontró, su alivio fue temporal. Corrió de vuelta a la habitación y cerró la puerta con seguro, decidido a cortar el sostén que lo mantenía atrapado en el cuerpo de Alejandra.
Sin embargo, cuando intentó cortar el sostén, algo extraño ocurrió. Era como si una fuerza invisible lo impidiera. No importaba cuántas veces presionara las tijeras contra el sostén, el material no cedía. La ansiedad de David crecía cada vez más, sintiéndose atrapado y sin salida.
Después de unos minutos de intentos fallidos, la frustración lo superó. Se dejó caer en la cama, respirando con dificultad. Nada parecía ayudar a calmarlo. La única forma en que podría relajarse era dejándose llevar por las nuevas sensaciones de su cuerpo.
Lentamente, comenzó a despojarse de la ropa, quedando solo con su ropa interior. El cuerpo de Alejandra lo tentaba. No pudo evitar empezar a tocarse, acariciando su vagina mientras exploraba cada rincón de su nueva anatomía. Los gemidos de placer comenzaron a surgir mientras su cuerpo respondía a las caricias en sus labios inferiores, cada movimiento generaba más placer, haciendo que introduzca sus dedos en su vagina y realizando movimientos cada vez más rápidos. Poco a poco, la angustia disminuyó y la calma lo invadió.
Una hora más tarde, sintiéndose más relajado, David decidió intentarlo una vez más. Con mucho cuidado, comenzó a quitarse el sostén. Esta vez, para su sorpresa, lo logró. Se transformó de vuelta en sí mismo y sintió un alivio inmenso al verse nuevamente en el espejo como David.
Se cambió rápidamente y volvió a la fiesta, donde se encontró con Victoria y Jorge. Ambos lo miraron con curiosidad, notando que había estado desaparecido por un buen rato.
—¡David! —exclamó Jorge—. ¿Dónde estabas? Te perdimos de vista.
David, intentando actuar despreocupado, se encogió de hombros y se rascó la cabeza.
—Ah, la puerta del baño estaba rota. Me quedé encerrado un buen rato hasta que logré salir —respondió, con una risa nerviosa.
—Vaya, qué suerte la tuya —bromeó Victoria—. Deberías haber gritado para que te sacáramos.
—Nah, al final lo solucioné —dijo David, intentando que su voz sonara relajada.
La noche continuó, y aunque todo parecía volver a la normalidad, David no podía quitarse de la cabeza la sensación de lo que acababa de vivir. Mientras la fiesta se extendía por horas, y las personas comenzaban a tomar más y más, David decidió que ya era momento de marcharse. Sin embargo, antes de hacerlo, volvió a la habitación de Alejandra. Esta vez, su intención era clara. Encontró uno de los sostenes de Alejandra y lo guardó discretamente en su maleta.
Con el sostén a salvo, volvió a la sala principal, tomó a Victoria de la mano, y juntos se despidieron de sus amigos antes de salir rumbo a la casa de ella. David dejó a Victoria en su casa y luego se dirigió a la suya.
Una vez en su habitación, escondió el sostén de Alejandra debajo de su cama, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo. Sabía que no podía seguir escondiendo este lado de él, y tendría que encontrar un lugar más seguro para guardar los sostenes sin ser descubierto. Esa idea se quedó en su mente mientras se dormía, exhausto por la noche.
Al día siguiente, David se despertó con un fuerte dolor de cabeza, resultado de la fiesta de la noche anterior. Sin embargo, mientras desayunaba, una idea comenzó a formarse en su cabeza. Ahora que era sábado, tenía el día libre. ¿Qué pasaría si decidiera pasar un día completo como mujer? La idea lo tentaba más de lo que quería admitir.
Después de desayunar, decidió poner su plan en marcha. Llenó su maleta con los sostenes que había recogido, y esta vez, también añadió uno de los vestidos de su hermana. Estaba decidido a vivir un día entero en su cuerpo femenino, y nada lo detendría.
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UN SOSTEN FANTASTICO
Ficção CientíficaDavid era un joven de 20 años, lleno de energía y pasión por los deportes. A pesar de su vida normal y su círculo social formado por sus mejores amigos, Victoria, Alejandra y Jorge, había un secreto que lo consumía por dentro. Al usar un sostén de m...