28.Feliz Realidad

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Habían pasado meses desde el día de la boda, y la casa de David y Victoria había experimentado una transformación total. Lo que una vez fue un espacio tranquilo y organizado, ahora estaba lleno de amor y anticipación por la llegada del bebé. Peluches de colores suaves adornaban los estantes, mantas tejidas con cariño cubrían la cuna, y la habitación preparada para el pequeño estaba repleta de detalles que contaban la historia de la ilusión de los futuros padres. Las noches se llenaban de conversaciones susurradas sobre cómo imaginaban sus vidas una vez que el bebé llegara, y el sonido de la risa de ambos resonaba, rompiendo el silencio.

Una noche de invierno, cuando el viento helado azotaba las ventanas y el crepitar de la chimenea proporcionaba un calor acogedor, Victoria despertó con un sobresalto. Una punzada aguda recorrió su cuerpo y supo de inmediato que el momento había llegado. Respiró hondo, intentando calmarse, y extendió la mano para tocar a David, quien dormía profundamente a su lado.

—David... despierta —dijo, con la voz entrecortada mientras apretaba los dientes por el dolor.

David se incorporó de golpe, con los ojos desorbitados y el corazón latiendo con fuerza.

—¿Es... es ahora? —preguntó, con un tono entre nervioso y emocionado, mientras su cerebro procesaba la realidad.

—Sí, es ahora —Victoria asintió, agarrando su mano con fuerza y respirando profundamente para soportar la siguiente contracción.

David, tratando de mantener la compostura, se puso en acción. Cogió el bolso que habían dejado listo y ayudó a Victoria a levantarse con cuidado. Sus ojos reflejaban una mezcla de emoción, miedo y amor mientras la guiaba hacia la puerta.

—Amor, todo va a salir bien. Eres increíblemente fuerte —le dijo, dedicándole una sonrisa cálida que pretendía transmitir la seguridad que él mismo necesitaba.

—Lo sé... pero no me sueltes —susurró Victoria, con lágrimas de emoción y dolor en sus ojos, mientras se apoyaba en él.

El trayecto al hospital fue corto, pero para ellos pareció eterno. Cada segundo transcurrido estaba cargado de expectación. El silencio en el coche solo se interrumpía por las respiraciones profundas de Victoria y las palabras de ánimo de David.

Al llegar al hospital, el lugar estaba tranquilo, iluminado por luces tenues que contrastaban con la prisa de los médicos y enfermeras que los recibieron. David no soltó la mano de Victoria ni por un momento mientras la llevaban a una sala de partos. Sus dedos entrelazados eran un recordatorio silencioso de que estaban juntos en esto.

Las horas que siguieron estuvieron marcadas por el esfuerzo y la entrega. Victoria apretaba los dientes con cada contracción, mientras David, a su lado, le susurraba palabras de aliento y secaba el sudor de su frente con una toalla.

—Lo estás haciendo increíble, amor. Ya casi... —murmuraba David, aunque su voz traicionaba la emoción contenida.

Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, el primer llanto del bebé llenó la sala, un sonido que hizo que ambos sintieran que el mundo se detenía por un momento. La emoción los inundó al ver cómo el doctor colocaba al pequeño en los brazos de Victoria. Su piel rosada, sus pequeñas manos y el leve parpadeo de sus ojos hicieron que las lágrimas de ambos fluyeran sin control.

—Es perfecto... —susurró Victoria, acariciando la mejilla de su hijo y mirándolo con amor infinito.

David se inclinó y besó la frente de ambos, su voz quebrándose por la emoción.

—Bienvenido al mundo, Santiago. No sabes cuánto te hemos esperado —dijo, dejando que las lágrimas rodaran por sus mejillas.

Los primeros días en casa fueron un torbellino de emociones. David y Victoria, aunque agotados por las noches en vela, se apoyaban mutuamente y se turnaban para cuidar al recién nacido. Las risas, los desvelos y los momentos en los que ambos se quedaban mirándolo dormir se convirtieron en la nueva normalidad, una que llenaba sus vidas de felicidad indescriptible.

Con el pasar de los meses, David y Victoria se adaptaron a su nueva vida como padres. Las noches sin dormir y los llantos del bebé se convirtieron en parte de la rutina. Aunque Victoria era fuerte y siempre había sido capaz de enfrentar los desafíos con determinación, David notaba cuánto esfuerzo le requería cuidarse a sí misma y al bebé al mismo tiempo.

Una noche, mientras acunaba al bebé que lloraba inconsolablemente, David miró a Victoria, que dormía agotada en el sofá. Sabía que ella necesitaba un descanso real, algo que la ayudara a recuperar sus fuerzas. Fue entonces cuando una idea le cruzó por la mente. Sin hacer ruido, fue al dormitorio y tomó el sostén de Victoria que estaba sobre la cómoda.

—Esta vez, es por ella y por nuestro hijo —susurró para sí mismo mientras se lo colocaba.

El familiar escalofrío recorrió su cuerpo, y en un parpadeo, David se transformó en la imagen de Victoria. Sentía el peso en su pecho y las curvas que ahora conocía tan bien. Pero más allá de los cambios físicos, algo en él resonaba con una conexión profunda al ponerse en su lugar de esa manera.

David regresó a la sala y tomó al bebé en brazos. Su instinto de protección se intensificó mientras lo mecía suavemente, tarareando una canción que Victoria solía cantarle.

Las semanas siguientes, David repitió este gesto en varias ocasiones, especialmente durante las noches más duras. Aunque las transformaciones le resultaban intensas, la sensación de poder ayudar y compartir la carga con Victoria hacía que valiera la pena.

(4 años más tarde...)

El tiempo pasó rápidamente, y en un abrir y cerrar de ojos, su hijo Santiago había cumplido 4 años. Era un niño curioso, de mirada vivaz y una energía inagotable. A menudo, David se preguntaba si el pequeño habría heredado algo más que su sonrisa o el brillo de sus ojos. Había una pregunta que lo había rondado desde el nacimiento: ¿habría heredado sus poderes? Aquellos que le permitían transformarse cuando usaba el sostén de Victoria.

Una noche, mientras el niño dormía plácidamente en su habitación, David tomó una decisión. Con el corazón latiendo fuerte en el pecho y un nudo en el estómago, entró en la habitación de su hijo. La luz de la luna se colaba por las cortinas, iluminando el rostro tranquilo del pequeño. David se acercó con cuidado, llevando un pequeño top en las manos, y lo colocó suavemente sobre su pecho. Durante un momento, no pasó nada. Pero luego, en un destello de luz, el cuerpo del niño se transformó ante sus ojos, convirtiéndose en una niña de rizos oscuros y ojos curiosos.

David dio un paso atrás, asombrado. La realidad de lo que acababa de presenciar lo golpeó como una ráfaga de viento.

Después de devolver al niño a su forma habitual, David se dirigió al salón, donde Victoria lo esperaba con una taza de té. Cuando vio la expresión en el rostro de su esposo, supo que algo importante había sucedido.

—¿Qué pasa, David? —preguntó, preocupada.

—Victoria, lo comprobé. Nuestro hijo... ha heredado mi poder —respondió, dejándose caer en el sofá y pasándose una mano por el cabello.

Los ojos de Victoria se agrandaron, y dejó la taza sobre la mesa con un leve temblor.

—¿Estás seguro? ¿Lo viste? —preguntó, la voz cargada de asombro.

David asintió y, tras un breve silencio, añadió:

—Creo que debemos mantenerlo en secreto hasta que él sea lo suficientemente mayor como para entenderlo. No quiero que crezca confundido o asustado.

Victoria se acercó y tomó las manos de David entre las suyas.

—Tienes razón. Vamos a protegerlo y a enseñarle cuando llegue el momento. Pero hasta entonces, esto será nuestro secreto.

Ambos se abrazaron, compartiendo el peso de aquella revelación y la certeza de que, aunque sus vidas eran más complejas de lo que habían imaginado, estaban dispuestos a enfrentarlo juntos.

Los días siguieron pasando, llenos de amor, risas y momentos inolvidables. David y Victoria continuaron viendo a su hijo crecer, con la promesa de guiarlo y protegerlo siempre. Y aunque sabían que el futuro traería desafíos, también sabían que mientras estuvieran juntos, podrían enfrentarlo todo.

Aquí acaba esta parte en sus vidas, pero comenzaba uno nuevo, lleno de misterios y posibilidades....

UN SOSTEN FANTASTICODonde viven las historias. Descúbrelo ahora