Capítulo 4

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Sarah se llevó las manos a la cara con un grito ahogado. Fuera lo que fuese, lo que le había ocurrido, era simplemente horrible teniendo en cuenta el aspecto que traía Jake.

-Vale-dijo primero Axel- lo mejor sería dividirnos, Jake y Sarah id en busca de Bryana. Agnes- su mirada azul se posó en mí- ¿vienes conmigo a avisar al Gran Icsel?

-Sí-asentí.

-Perfecto nos vemos en el ala para pacientes- se despidió Sarah agarrando a Jake por el brazo, echando a correr por el camino de piedra.

Las majestuosas puertas del salón de trono se abrieron delante de mí, por segunda vez en el día. El Gran Icsel estaba sentado en su trono reflexionando con la cabeza apoyada sobre su mano; su rostro era la viva imagen de la preocupación.

-Gran Icsel- llamó Axel mientras hincábamos la rodilla en el suelo mostrándole nuestros respetos- tenemos algo que comunicarle.

Con una sacudida el Gran Icsel salió de su ensimismamiento fijándose en nosotros de repente.

- ¡Oh! Vaya, lo siento Axel ¿Qué me decías?

-Tenemos algo que decirle respecto a su hija, ella...- antes de pudiese acabar, Raziel abrió los ojos y empezó a especular a voz en grito.

- ¿Qué ha hecho? ¿Es algo que tenga que ver con la boda...? ¿No se habrá escapado? ¡No! ¡No puede haberse escapado! ¡Maldita sea! - su estado emocional pasó de cero a cien en menos de un segundo. Su aparente tranquilidad, que le tenía sumido en sus pensamientos, quedó sustituida por el rugido de un gran enfado.

- ¡Tranquilícese! - alcé mi voz por encima de la suya, algo que hizo que clavaran sus miradas en mí sorprendidos -todos los soldados ahí presentes y Axel-, así que los colores cobraron vida en mis mejillas- verá... Su hija está gravemente herida, no sabemos qué ha pasado con exactitud. Sólo nos hemos encontrado a Jake de camino aquí para comunicarle la horrible noticia, pero creímos más conveniente que fuera a avisar rápidamente a Bryana.

Cómo si tuviera un resorte en el asiento del trono, Raziel se levantó de éste con el rostro sombrío.

-Llevadme con ella.

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Nunca pensé que íbamos a encontrarnos a Destiny en un estado tan... tan... compungido. Además, mirarla era cómo aprender el verdadero significado del dolor. La piel le había saltado en muchos puntos de su cuerpo y su vestido verde lucía prácticamente quemado... En cuanto asimilé lo que había debido de pasar Destiny, el alma se me rompió en mil y un pedazos.

Ella estaba acostada sobre la cama. Sus rizos rojos anaranjados se le pegaban a la cara debido al sudor y a las lágrimas. Mantenía sus ojos cerrados, aunque nosotros hubiéramos entrado en la habitación.

-Jake...-susurró débilmente.

Su padre se acercó a ella con el rostro tan descompuesto como los nuestros, cuando habló, su voz fue tan dulce cómo nunca la había escuchado en él o en cualquier otra persona.

-No... Soy yo mi vida...Tu padre- se sentó a su lado en el borde de la cama, le acarició el pelo dulcemente y luego le dio un beso en la frente. Hace unas horas, en el instante en el que lo conocí por primera vez, no hubiera dicho que la figura paternal entrara dentro de su persona. Pero ahora, veía que Raziel era mucho más que el rey de rostro firme. Sus ojos estaban llenos de lágrimas.

- ¿Papá? - gimió Destiny intentando mirarle a la vez que giraba sobre sí misma. Raziel le puso su mano en el lateral de su cabeza, diciéndole sin palabras que no se moviera.

Las alas de AureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora