Capítulo 24

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En la oscuridad de la noche, una mujer de cabellos rojos como la sangre acudía rápidamente a la entrada de la fortaleza de los ángeles negros. A pocos metros de distancia de la puerta, se dio cuenta de que ya había alguien esperándole fuera: una figura completamente vestida de negro. Una figura en la cual únicamente sus ojos plateados se distinguían la noche.

- ¿Qué has averiguado? – preguntó con firmeza.

-La visita será mañana, poco después del alba.

Los blancos dientes de Aeryn, relucieron malévolamente en respuesta.

-Bien, para entonces Cupido estará sumida en un sueño muy profundo.

Luego su profunda y perversa risa, inundó por completo la entrada al castillo, provocando que la piel de Aurea se erizara de manera ipso facta.

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Jason y yo dormíamos profundamente con nuestros cuerpos entrelazados. Nuestras respiraciones iban acompasadas a la misma vez, serenas y profundas. Llevaba buen rato descansando por fin, sin que ningún sueño me atormentara; desgraciadamente mi tranquilidad no perduró mucho tiempo.

<<Todo se hallaba escondido detrás de la negra oscuridad. El silencio dominaba con creces, produciendo un pitido en mis oídos. Mi incipiente ansiedad, crecía por momentos ante el miedo de encontrarme sola ante lo desconocido, ante cualquier peligro.

De manera abrupta unas alas doradas surgieron entre las negras tinieblas, inundándolo todo con su propia cegadora. E incluso, comencé a escuchar una misteriosa voz desconocida, que me susurraba:

-Agnes...Agnes...

Nerviosa intenté encontrar el lugar de procedencia de aquella voz en la oscuridad de mi alrededor; pero estaba sola.

- ¿Quién eres? – pregunté asustada.

-Agnes...

- ¿Qué quieres de mí?

-Agnes debes decidir... Agnes ¿A quién vas a entregar las alas de Aurea?

Entonces me di cuenta de que esas brillantes alas frente a mí, eran aquellas alas tan ansiadas y buscadas por todos; menos por mí. Las mismas que podrían causar la destrucción del universo, o la misma prosperidad de él. Las misma que habían llevado a otros a hacerme daño. Por eso lo único que tenía claro en ese momento era que las odiaba, las odiaba profundamente.

Además, alguien gritó mi nombre detrás de mí sin previo aviso:

- ¡Agnes! - era una voz masculina. Pero no era cualquier voz, sino la de aquel traidor que me había manipulado: Axel.

Me di la vuelta para enfrentarle, llena de rabia y, sorprendentemente, fortaleza. En cambio, esto último se vino ligeramente abajo cuando vi que no estaba solo. Sarah estaba con él, de rodillas, amordazada, con lágrimas de profundo dolor corriendo por sus mejillas. Tenía las manos a la espalda, así que supuse que se las había atado también.

Aquello no hizo más que aterrorizarme: su propia hermana. ¿Cómo era Axel capaz de llegar a eso? Ser capaz de hacerle daño, únicamente me hizo abrir los ojos: no era más que un monstruo. Y que ilusa me sentía en esos momentos por haber creído que alguien bueno. Por otro lado, aquella escena, me provocó un profundo dolor en el pecho. Sarah no podía ser la siguiente que utilizara para fustigarme, para forzarme a cambiar de bando. Sarah no. Ella era como mi hermana, la única que siempre había estado a mi lado, la única que sentía como mi verdadera familia.

Las alas de AureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora