Capítulo 27

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        -Sarah, ¿de qué hablas? – dijo Axel entrecerrando los ojos.

-Cuando estuve aquí hace muchos años, descubrí una especie de enlace entre el Cielo y esta basílica de la Tierra. Solo tenemos que salir y trepar por la semiesfera de la cúpula más grande, hasta alcanzar la linterna. Una vez allí dentro únicamente

Sonrió con entusiasmo. Aunque su hermano no estaba muy conforme con la idea, pero no le quedó otra que resignarse pues sabía que su hermana tenía razón. Era el mejor sitio dónde esconder a Cupido.

-Está bien – cedió rascándose la nuca- vamos.

Así pues, Sarah le guío hacia una de las pequeñas cúpulas de la derecha, por la cual salieron al exterior por una de las ventanas del cuerpo de luces. Fueron a parar al tejado de la puerta principal divina, por la cual Oráculo, Damian y las amazonas celestiales habrían entrado minutos antes. Una vez allí, se dirigieron hacia las pechinas de la bóveda principal y se encaramaron hacia su linterna. Durante su escalada, pudieron observar el interior de la gran cúpula, dónde se hallaban los demás con la falsa Cupido. Aunque no sólo los vieron a ellos, sino también a un hombre alto y moreno, de mirada escalofriantemente roja, que vestía un elegante traje blanco con camisa roja.

-Oh no, Axel, Satanás está aquí.

-Será por Dios, ese maldito demonio- soltó lleno de rabia, luego cambiando el tono se dirigió a su hermana- Sarah, eso es signo de que no nos queda mucho tiempo. Debemos darnos prisa.

- Tienes razón. Vamos.

Escalaron hasta lo alto tan rápido como pudieron, sin si quiera atreverse a mirar abajo. La joven pelirroja llegó primero al interior de la linterna, un espacio de piedra blanca totalmente vacío. En cambio, el techo albergaba unos dibujos que recreaban una escena de amor entre un ser celestial y un ser humano. El ángel, se hallaba reposado en una nube blanca en el Cielo, mientras estiraba su brazo hacia abajo, hacia la Tierra. Lugar dónde estaba su amada, también extendiendo el brazo hacia él. A pesar de la belleza que desprendía aquella pintura, también se podía apreciar la angustia de los enamorados por la imposibilidad de estar juntos; la cual se veía en la diminuta distancia que separaba a sus manos en el espacio.

Axel llegó después de ella al interior de la linterna. Y nada más poner un pie en aquel sitio, Aeryn apareció de improviso por detrás suyo.

- ¡Axel cuidado! - advirtió ella.

Pero era demasiado tarde, Aeryn tenía a Axel cogido, rodeándole el cuello con su brazo.

- ¡Suéltalo! – gritó Sarah con miedo en los ojos.

La aludida únicamente rio de manera perversa en respuesta. Aunque también le hizo algo a Axel que provocó que se retorciera de puro dolor, lo cual causó a su vez que este abriera sus alas de par en par. De modo que estas, empujaron, repentinamente, a Aeryn fuera de la linterna dónde se hallaban. Luego Axel se llevó la mano a la espalda, al lugar exacto dónde había sentido ese pinchazo de dolor. Y cuando retiró la mano de allí para examinarla, vio su propia sangre dorada, cubriendo una vez más, la palma de su mano.

- ¿Estás bien? - corrió su hermana hacia él con gran preocupación.

- Sí. Al menos eso creo.

- No parece que sea muy profunda- dijo escrutando la herida que le había hecho Aeryn- será mejor que yo me encargue de ella. Tú ve a por Cupido.

-Pero...

-Axel- comenzó posando su mano en su hombro- ya soy mayorcita. Ve a por Cupido.

Las alas de AureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora