Capítulo 20

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Cuando sus respiraciones ya se habían normalizado entonces ya había transcurrido la mañana entera. Ninguno de los dos mostraba cualquier signo de cansancio en sus rostros, pero sí de regocijo. Mas hacía mucho tiempo que Lucifer y Aeryn no disfrutaban el uno del otro con tal intensidad.

Los dos se hallaban tumbados de lado de modo que se miraban fijamente a los ojos. Sus piernas se encontraban ligeramente entrelazadas bajo las sábanas color champán, y sus manos todavía no se habían despegado de la piel del otro.

-Tengo un mal presentimiento, querido.

Sus ojos se ensombrecieron tras pronunciar esas palabras en voz alta.

- ¿De qué se trata? - respondió él frunciendo el ceño, manteniendo su despiadada mirada.

-Esa repentina devoción de tu madre hacia nuestros planes...Estoy segura de que esa mosquita muerta nos va a traicionar.

Maldiciendo con su voz el nombre de su madre, Satanás sintió como se enervaba su interior. Y agarrándole la muñeca, la cual en ese momento se encontraba en su brazo izquierdo, tiró de ella hacia él bruscamente. Así pues, quedaron otra vez piel contra piel, sin embargo, de ninguno de los dos emanaba siquiera algún ápice de excitación. Mas, Aeryn se mostró totalmente impasible ante la agresividad de él. Si quería asustarla tenía que ir más lejos.

-Jamás oses ultrajar el nombre de mi propia madre, Aeryn. Jamás.

Sin mostrar arrepentimiento alguno, ella continuó altiva.

-Si sigues defendiéndola así, como si fuera la pobrecita mujer impura que echaron del Cielo, entonces puedes estar seguro que va a hacer de ti lo que se le venga en gana.

- ¡Aeryn! - su roja mirada refulgió como el fuego implacable del infierno a la vez que intensificaba su agarre.

-Abre los ojos de una vez, Satanás. O echarás por tierra todo lo que hemos conseguido hasta ahora- continuó fría como el hielo.

-Es mi madre, soy lo más importante para ella. Por eso no va a traicionarme. Por no hablar de que sabe a ciencia cierta de lo que seria capaz de hacerle, si acaso se atreviera a intentarlo.

-Tu ingenuidad me sorprende de verás.

Cansada de esa conversación, se liberó de aquel fuerte agarre con tan solo hacer evaporar su brazo, para luego darse la vuelta sobre la cama con el fin de levantarse y partir. Pero Satanás no iba a dejarle marchar tan fácilmente, por lo que se evaporó repentinamente frente a ella.

-Si crees que vas a marcharte te equivocas, Aeryn.

- ¿Acaso no has pensado cual puede ser su verdadera motivación para ayudarnos? - respondió poniendo los ojos en blancos, llena de irritación.

Rodeó su cuerpo y siguió caminando hacia dónde su vestido se había caído horas antes.

-En serio, Lucifer. Piensa fríamente y respóndeme, ¿no piensas que nos va estropear nuestros planes?

- Lo que pienso es que el miedo es suficiente para tener a alguien a tu merced.

- Con que miedo, ¿eh? Estamos hablando de la misma mujer que le fue infiel al mismísimo San Pedro. Se arriesgó a que cayera sobre ella la ira de Dios, y acabó desterrada, sin alas. ¿Qué miedo puede tener ella si ya lo ha perdido todo?

Recogió su rojo vestido del suelo sintiendo como su paciencia se agotaba.

- Sabes bien que mis castigos no tienen nada que ver con perder aquello que forma parte de tu vida, sino con torturar de la manera más cruel y despiadada.

Las alas de AureaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora