Capítulo 3 ✔

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Después de volver del instituto (donde casi me vuelven a echar del comedor al contarle todo lo ocurrido a Ela y que ella armara un escándalo) y comer, me preparo para pasar la primera tarde trabajando para los Ambrose.

Cruzo la calle y toco la puerta rezando internamente por que me abra Landon.

La puerta se abre y... Es Liam. El hermano mayor de Lysander. Landon es el menor, mi enemigo el mediano y Liam el mayor.

—¿Laura? —pregunta extrañado. Vaya, se sabe mi nombre. Esto es nuevo.

—Hola, ¿no te lo han dicho? Voy a trabajar aquí durante un año.

Él parece recordar algo.

—Oh, claro. Por el lío que armastéis Lysander y tú. —le respondo con un asentimiento y un poco de vergüenza. Vamos, déjame pasar.

Después de lo que me parecieron dos siglos, Liam se aparta y me deja pasar. Él me pone nerviosa porque, aunque no sea gruñón, es demasiado serio y eso me produce escalofríos. Sus brazos están llenos de tatuajes a diferencia de Landon. Lysander tiene unos pocos, pero nada comparado con su hermano mayor.

Es literalmente la imagen del típico chico malo.

Por un momento, me planteo preguntarle por su madre, después de todo es ella la que me tiene que decir que hacer, pero prefiero ahorrarme mis preguntas. Esperaré.

Vago por la casa sin rumbo alguno hasta que me encuentro con Landon en su enorme salón. Él camina hasta mí con una sonrisa amplia.

—Hola, Laura. ¿Has venido por el trabajo de mi madre?

—Sí, ¿sabes dónde está?

—Oh, ¿no te lo sabes? —me mira extrañado— Se ha ido de viaje con mi padre. Esta semana no tienes que trabajar, sólo tienes que pintar las paredes del gimnasio, como dijo el director.

—Ah, vale. ¿Dónde está Lysander? —él hace una mueca que identifico como pena.

Oh, no. Esto no pinta nada bien.

—Eh... Él no te va a ayudar, nunca lo hace. Se ha ido con sus amigos a sus prácticas de fútbol.

Siento una punzada de rabia y algo que parece tristeza.

Por supuesto. Don estúpido Ambrose no piensa ayudar. ¿De casualidad se me olvidó mencionar que juega al fútbol y mejor que nadie? Claramente no mejor que los famosos, pero si mejor que todos los de su equipo. No sabía que tenía práctica hoy porque su hermano Liam va a casi todas ellas. Un rompecorazones con buen corazón, toda una ironía.

—Lo buscaré. Me va a ayudar, quiera o no. —espeto, con decisión. La cara de Landon sigue reflejando pena por cada poro. Dios, que pare ya.

—Laura... no te lo recomiendo. No quiero que te humille, ya sabes como es mi hermano.

Sí, es un capullo integral, pero eso no se lo voy a decir a Landon porque él tampoco tiene la culpa.

—No te preocupes por mí, vecino favorito. —le regalo una sonrisa.

Él me envuelve con sus brazos por unos segundos.

—Buena suerte, la vas a necesitar. Pero, ahora que lo pienso, no...

Me doy la vuelta en cuanto puedo y salgo de la casa Ambrose ignorando las ochocientas veces que el rubio dice mi nombre a voces. Lo siento, Landon, no me vas a convencer.

Camino a paso rápido por las calles de Shoreline, un pueblo de Seattle. Es más bien de tamaño mediano, así que no tardaré más de diez minutos en llegar allí aunque me quedaré sin respiración y sudando. Necesito ponerme en forma con urgencia.

¡Qué empiece la guerra! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora