Capítulo 16 ✔

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—¡Joder! —es lo primero que dice Liam.

—¿Nos has seguido? —pregunta Mark, conteniendo la acusación. Su pelo rojizo está revuelto y sus ojos claros contienen pánico. Pánico de que los delate.

—¡No! Me he confundido de baño. ¡Lo siento mucho! —murmuro apenada.

—Laura, por favor —se acerca a mí y toma mi mano—, no digas nada a nadie. Todavía no estamos listos.

—Vuestro secreto está conmigo —hago el gesto de sellar mis labios. Al instante, los dos se relajan.

—Gracias. —me dice Liam. Es la primera vez que lo veo agradecer. Mark sólo me abraza, luego, me deja salir del baño.

—¡Usad condón! —les grito antes de irme.

Sonrio victoriosa ante sus sonrojadas mejillas. Entro al baño (esta vez, de chicas) y me reúno de nuevo con Lysander.

—¿Por qué has tardado tanto? —mira su reloj en la muñeca.

Oh, mierda, no. Hay que improvisar. Piensa, piensa, Laura.

—Ehm... tuve un percance. —miento.

—¿Cómo que un percance? —eleva una ceja— No sabías bajarte las bragas, ¿o qué?

Abro los ojos con amplitud, nerviosa. Mierda, esto de mentir no es lo mío.

—Para nada —hago un aspaviento con la mano—. Es sólo que... no lo quieres saber, ¿vale? Involucra muuuucha sangre.

—Está bien —me mira extrañado y medio horrorizado, pero no insiste—. ¿A dónde quieres que vayamos?

Se apoya en la fachada de la casa con la típica pose de chico cool: el codo apoyado en la pared, la cabeza ladeada, el cuerpo inclinado y la sonrisa de seductor. Ruedo los ojos ante el cliché.

—¿Qué tanto me miras, Cereza? No te vayas a enamora...

—Has apoyado tu brazo sobre un chicle masticado. —aguanto la risa como puedo.

Él se aparta con una mueca de asco y contempla el chicle pegado a su perfecta camisa. No lo aguanto más, estoy a punto de caer al suelo entre carcajadas.

—¡Jod...!

—Cuida esa boca.

Empezaba a pensar que esa palabra era típica de los Ambrose, pues cuando he entrado al baño de chicos, Liam la ha dicho y ahora su hermano. Sólo falta Landon.

—Ya me cuidas tú muy bien la boca. —me guiña un ojo en broma mientras desabrocha los botones de dicha prenda.

Trato de no enfocar mis ojos en su abdomen, pero fallo estrepitosamente y eso lo hace sonreír. Será engreído.

—¿Q-qué haces?

—Pues quitarme la camisa, ¿no lo ves?

Ruedo los ojos a la vez que golpeo suavemente su hombro limpio por ser un estúpido.

—El sarcasmo no te queda bien, Ambrose.

—Al menos me queda mejor que a ti, Torres. —saca su camisa por completo; con su mano libre, toma mi mano y camina hasta su coche.

Rezo internamente por que no me sude la mano por los nervios de tenerlo cerca.

Esto es la guerra, concentrate.

Ignoro a mis subconsciente con tremendo éxito.

El rubio abre su maletero, guarda la camisa y saca una camiseta básica.

¡Qué empiece la guerra! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora