Capítulo 27 ✔

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Maratón 2/3

Mi cabecera sube y baja. La golpeo para que se esté quieta y me deje dormir cuando escucho un quejido.

—¿Cereza? ¿Por qué demonios me golpeas?

Abro los ojos asustada, pero me relajo cuando veo a Lysander medio dormido. Entonces, sonrío como una boba cuando los recuerdos de anoche llegan a mi cabeza.

—Te confundí con mi cabecera.

—Y, ¿golpeas a tu cabecera nada más despertarte? —arquea una ceja con diversión.

—No es que... —sacudo la cabeza—, olvídalo. Buenos días.

Él sonríe y acaricia mi pelo.

—Buenos días, Cereza golpeadora.

Bufo cuando sigue burlándose de mi pequeño percance.

—No lo dejarás pasar, ¿verdad?

—Nunca.

—Seremos ancianos y me seguirás recordando el día en que te di un golpe para despertarte.

—Exactamente.

Ruedo los ojos y mi estómago gruñe.

—¿Tienes hambre? —me pregunta, poniéndose en pie y vistiéndose.

—Mucha —sonrío—. Digamos que el ejercicio de ayer me dejó exhausta.

Él sonríe con picardía y me ayuda a levantarme, deja un beso corto en mis labios y espera a que me vista.

—Me tienes haciendo pucheros. —dice derrepente.

—¿Por qué? —termino de ponerme mis pantalones.

—Porque aunque la ropa te quede de maravilla, sin ropa vas aún más preciosa.

Me sonrojo y niego con la cabeza.

—Sólo tú podrías convertir algo sexual en algo romántico.

Bajamos a la cocina para tomar algo ligero de desayuno cuando nos encontramos con Landon que nos mira expectante.

—Ya decía yo que anoche se oían ruidos raros. —comenta con sorna.

—No marees, Landon. —protesta Lysander mientras abre el frigo y saca el zumo de naranja.

—Mi vecina favorita y... ¿el mono de mi hermano haciendo cosas impuras? Lo imaginaba. Todos lo hacíamos, en realidad.

Me sonrojo y me siento en la silla en completo silencio. Será mejor no intervenir en esta conversación tan extraña.

—El único mono eres tú —gruñe—. Laura es ahora mi novia.

Landon abre los ojos con sorpresa.

—¡No puede ser! ¿Podéis no decírselo a Ela? Tenía una apuesta con ella, creía que nunca llegaríais a ser algo por la estupidez de Lysander.

Suelto una carcajada, pero la corto cuando el aludido me fulmina con la mirada.

—Me parece que ya es tarde, ella nos vio por la ventana y seguramente ya lo sabe. —hablo por primera vez.

Lysander me pasa un vaso de zumo de naranja junto con dos tostadas llenas de mantequilla y mermelada. Le agradezco y empiezo a comer como si hubiese pasado un mes en abstinencia.

—¡No puede ser! Voy a perder la apuesta con Elado. —mira mal a Lysander, como si tuviera toda la culpa de sus problemas.

—¿Y qué más da? —mi novio se cabrea— Sólo acepta que has perdido y ya.

¡Qué empiece la guerra! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora