Capítulo 7 ✔

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Estoy sentada en un banco con la ropa y el pelo empapados totalmente por la lluvia y con un humor de perros. A mi lado; David, Lysander y Landon tampoco están mejor que yo.

El coche está estampado en un árbol gracias a mí y ahora estamos esperando a la grúa en un banco del parque.

—Si miras la parte positiva... —inicio yo. Los tres me miran—. Al menos lo he estampado cerca de un parque.

Lysander me contempla como si quisiera asesinarme. Luego, mira el coche y la humareda que sale del capó.

—Tienes razón, el sueño de mi vida era ir a un parque con los columpios rotos. —ironiza el propietario del coche.

Los cuatros miramos fijamente «los columpios». A uno le falta el asiento y al otro una de las cadenas que lo sujetan.

—También está roto el tobogán.

Miro mal a David por echarle más leña al fuego. Cuando voy a responder, la grúa llega. Lysander corre hasta ella y empieza a hablar con el conductor. Finalmente, él le paga y ellos se empiezan a llevar el coche. Instantáneamente me siento culpable, él va a pagar por mi culpa.

Cuando llega hasta nosotros, me acerco a él. Iba a disculparme, pero no me dejó.

—No te preocupes, Cereza, después de todo, esto tampoco fue idea tuya. Lo importante es que todos estamos bien.

Peeero... os voy a contar todo lo que pasó antes de llegar hasta aquí.

Dos horas antes.

—¡Reduce la velocidad, maldita loca! —grita David desde su asiento perdiendo la paciencia.

—¡Tuerce a la izquierda! —chilla mi copiloto, Lysander. Hago lo que me piden los dos pesados.

—¡Tu otra izquierda!

Lo miro confusa. Oh, no, ¿cómo he podido confundir la derecha con la izquierda? Eso lleva sin pasarme desde que tenía nueve y...

—¡Mira a la carretera! —Lysander se acerca a mí y gira el volante por mí. Dejo de mirarlo a él y vuelvo a centrarme en la carretera.

Landon lleva callado tanto tiempo que si no llego a mirarlo por el retrovisor, me pienso que le ha dado un infarto. Está pálido y sus manos se aferran al asiento como si se le fuera la vida en ello.

Lysander por fin suelta el volante. He reducido la velocidad muchísimo y ahora ya vamos como tendríamos que ir.

La cara de Landon está menos pálida, David ha dejado de soltar improperios y los hombros de Lysander ya no están tensos.

—¡Yuju! —rompo el silencio con una exclamación. Los tres me miran como si me hubieran salido tres cabezas.

—¿Yuju? ¡Casi nos matas! —me dedican una mirada mortal que podría enterarme a tres metros bajo el suelo.

—No dramatices, Hayes. —lo miro desde el retrovisor con una mueca burlona.

He reducido mucho la velocidad del auto y, por eso, ahora están todos relajados. Espero no tener que volver a acelerar...

—¿Ese de ahí no es tu hermano, Laura? —habla por fin Landon.

—Sí, es él. —respondo con tranquilidad, ajena a los problemas que eso me puede traer.

—¿Qué va a pensar o decir si te ve fuera de clase y conduciendo sin carnet?

Miro a Lysander, tiene razón, tengo que correr.

—Mierda... —susurro y piso a fondo el acelerador por segunda vez hoy. Esto no pinta nada bien.

Voy haciendo eses por la carretera como una psicópata al volante. Landon vuelve a estar pálido, Lysander se tensa de nuevo y David ya está soltando improperios por su sucia boca.

¡Qué empiece la guerra! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora