Capítulo 22 ✔

611 32 1
                                    

Maratón 1/2.

Quedan sólo dos días para la graduación de mi hermano y eso me pone bastante depresiva. No quiero que se vaya a la universidad.

Estoy recostada en la cama, pero mentalmente estoy en el pasado. Mi mente viaja a los recuerdos que tengo de Ángel cuando era un niño. Recuerdo cuando pintamos con la pintura de mi madre un edredón de mi cama, cuando salvamos a un pájaro que estaba herido, la vez que casi quemamos la cocina, pero sobretodo recuerdo todas las veces que me ha reconfortado y consolado tras la muerte de nuestro padre.

Decido dejar de pensar en Ángel, él no quiere que yo llore por que se va, él quiere que sea feliz. Además, yo sé que si empiezo con lloriqueos, él es capaz de dejar la beca que ha conseguido sólo por mí pero yo no puedo permitir eso.

Ayer vino un importante entrenador de uno de los equipos de fútbol de Seattle para dar dos becas. Mi hermano y un chico que no conozco han sido los afortunados, él por fin va a cumplir su sueño y yo no voy a interferir.

Mi mente ahora va hacia los recuerdos con Lysander, hacia todas las tutorías que le he dado en poco tiempo, también hacia su cálida actitud cuando éramos pequeños y la frialdad que adquirió de la nada. Si indago mucho en los recuerdos, me percato de que su frialdad empezó hace apenas unos años, cuando se fue de viaje a Miami. ¿Qué fue lo que pasó en aquel lugar para que perdiera toda su calidez? ¿Y por qué no me planteé esto antes?

La única respuesta, o más bien excusa, que encuentro es que yo estaba totalmente centrada en mis problemas. No sólo en la muerte de mi padre, si no en otra cosa más. Lo que destruyó mi autoestima y parte de mi amor propio.

De igual manera, creo que debo hablar con él.

No voy a mentir, fue muy difícil recuperarme, incluso actualmente sé que todavía no me tengo tanta estima como antes, pero cada día mejoro un poco más. Ya no voy al psicólogo, pero nunca olvido los consejos que me dio y los pongo en práctica en los peores días en los que no quiero verme.

Me incorporo cuando suena la puerta y centro toda la atención en mi madre, que se sienta junto a mí.

—Laura, cielo.

—¿Qué? —la miro con cautela. Desde que le dio aquel ataque no puedo quedarme tranquila.

—Que no sé cómo lo vamos a hacer sin tu hermano.

Sus ojos oscuros como los míos muestran preocupación y angustia. Sinceramente, yo tampoco sé cómo pasar sin mi hermano.

—Nos las apañaremos, Ángel tiene una beca con residencia y todo pagado, y yo puedo encontrar un trabajo y...

—Laura, no. —corta tajante.

—¿Cómo que no? No creo que lleguemos a fin de mes si sólo tú trabajas, mamá.

—Es por eso que debéis meterme en una residencia de ancianos.

Mi pecho se aprieta al oirla. Aguanto las lágrimas y la enfrento.

—¡No! —me levanto con brusquedad— ¿Cómo puedes si quiera insinuar eso? No te vamos a dejar allí.

—Laura, es necesario. Es eso o quedarnos en la ruina, la herencia de tu padre es muy pequeña decido a su corta vida y mi trabajo no da para tantos gastos. Por culpa de mí enfermedad, voy a perder mi independencia y no puedo cargar ese peso sobre ti.

Niego con la cabeza, esta vez las lágrimas caen por mis mejillas y mi pelo castaño se pega a mi cara. Suelto un grito de frustración.

—¿Les ha dicho esto a Ángel?

—Sí, lo hablamos ayer. Él está de acuerdo conmigo.

—¿Pero cómo me voy a quedar aquí sola? ¡Sólo tengo diecisiete años! Soy menor de edad.

—Te quedarías con la familia Steel, los chicos son muy amigos tuyos y has estado allí muchas veces.

—¡No es lo mismo! Mamá, no hagas esto por favor —agarro su mano—. Estarás sola en ese sitio desconocido.

—Pues claro que no estaré sola, hay un montón de personas para hacer amigos y vosotros podréis visitarme cada vez que podáis. Seguiremos siendo una familia.

—Una familia separada. —digo las palabras con amargura.

—Cielo, hazlo por mí. No podemos seguir así.

—¿Lo haces porque no podemos o porque la casa te recuerda a papá?

La expresión de mamá cambia a una más adolorida e instantáneamente siento la culpa golpearme.

—Lo siento, no quería...

—No, es la verdad —mira hacia el suelo—. Siempre he querido irme de esta casa porque está repleta de recuerdos con tu padre que me hacen daño y me impiden sanar.

Sus ojos son suplicantes. Sé que ella necesita que yo le dé mi aprobación para ir a esa residencia y aunque me parta en pedazos, es lo mejor. Ella sanará y hará amigos y no tendremos que preocuparnos por llegar a fin de mes. Es una de las decisiones más duras que he tenido que hacer en mi vida pero no tengo ninguna duda en mi cabeza, sé exactamente que decir.

—Está bien, mamá. Si eso es lo que quieres, eso se hará. ¿El dinero para pagar la residencia será el de la herencia?

—Sí. Tus gastos deben de ser mínimos, Laura. Después de todo, la familia Steel no tendría que pagar nada, pero lo va a hacer. Ellos te quieren mucho.

Sé que ese ellos no incluye al señor Steel. Él nunca le ha hecho caso a Ela y a Mark, mucho menos a su esposa, y ahora va y viene cuando le da la gana. Además, siempre me mira por encima del hombro, igualito a la señora Ambrose. Quizás, cuando vaya a vivir no está presente.

Creo que eso fue el principal motivo por el que Ela y Ángel se entienden tan bien. Ambos con un padre ausente aunque sea por diferentes motivos.

Mi madre sale de la habitación dejándome de nuevo sola con mis pensamientos. Antes de que éstos se vuelvan destructivos o hirientes, voy a tomar una ducha para despejarme.

Pero, entonces, un pensamiento me invade la mente. Me lo pienso durante unos pocos segundos antes de ejecutarlo.

Y le mando un mensaje a quien menos espero: a Nick.

***

Hola, guerreros. Lo sé, capítulo con mucha información y con demasiados sentimientos.

¿Qué será lo que le pasó a Lysander en Miami? Dejen sus teorías.

¿Y qué habrá destrozado tanto a Laura? Más teorías, por favor.
Hasta pronto.

Hasta pronto

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
¡Qué empiece la guerra! ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora