Capítulo II

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— ¡Despierta muchacha holgazana! ¡Esas cervezas no se servirán solas! — Gritó la señora Mae tirando de mis cobijas; di la vuelta y volví a cubrirme hasta la cabeza. Si había algo que extrañaba era ser yo quien daba las órdenes y también mi mullida cama, dormir sobre un montón de paja no era cómodo. Leathan ya no estaba, seguramente él ya había comenzado sus labores y el muy traidor no me había despertado.

Me vestí a prisa, até mi cabello y bajé a comenzar mi día. La vida es muy curiosa, un día era una princesa viviendo en un castillo y al siguiente era una fugitiva que vivía en un reducido cuarto compartido al que tenía derecho por servir cerveza en una sucia taberna.

— ¿Por qué no me despertaste? — Reclamé a Leathan cuando lo encontré en la barra limpiando unos tarros.

— Me lo debías, hace dos semanas me hiciste lo mismo. — Dijo divertido.

— Yo te desperté, pero tu decidiste volver a dormir.

— Y tú debiste volver a despertarme cuando viste que no aparecía.

— Eso no es justo.

— Tal vez debamos discutir eso en otro momento, ahora apresúrate a servir las cervezas, la señora Mae te mira molesta.

— Esa es su mirada habitual. — Dije como pretexto.

— Sólo haz lo tuyo y deja de quejarte. — Dijo entregándome dos tarros llenos de cerveza.

Caminé hacia una mesa donde dos hombres desaliñados esperaban sus bebidas, coloqué los tarros en la mesa y regresé a donde estaba Leathan. Ese era un día común para ambos y esas labores era lo que nos garantizaba un techo y comida, cuando llegamos aquí, a Vetwik, pasamos tres días prácticamente mendigando comida y durmiendo en cualquier lugar que nos cubriera del frío; hasta que la señora Mae nos encontró, nos dijo que tendríamos asegurados comida y un techo siempre y cuando trabajáramos para ella en su taberna, y así fue, nos dio una pequeña habitación que Leathan y yo compartíamos, estaba en la planta alta de la taberna y diariamente teníamos un plato de comida y también bebida. No era una vida muy cómoda, pero al menos era una vida segura y que satisfacía nuestras necesidades básicas; tuvimos que esconder nuestras identidades, todos aquellos que nos conocían "sabían" que nuestros nombres eran Alistair y Diot. A pesar de eso, yo vivía a cada momento con el miedo de ser encontrada por los hombres de Sloan y también con la incertidumbre de la suerte de mi madre. Leathan pensaba que mi plan al escapar era comenzar una nueva vida, olvidar todo el horror que había vivido y dejar atrás mi pasado, pero yo no quería eso, quería volver, salvar a mi madre, vengar a mi padre y reclamar el trono que por derecho me pertenecía, pero no tenía un plan, ni siquiera tenía alguien que me siguiera y apoyara mis pretensiones, necesitaba fondos y un ejército poderoso, pero no tenía nada.

— ¡Diot! — Dijo Leathan sacándome de mis pensamientos. — Lleva este tarro a la mesa de la esquina. — Dijo señalando a un hombre solitario y que evidentemente estaba ebrio; tomé el tarro y me encaminé, al llegar lo dejé sobre la mesa, nunca intercambiaba palabras con los clientes, esa vez no fue la excepción, pero el hombre inmediatamente tomó mi muñeca con fuerza y alzó la vista hacia mí.

— ¿Se le ofrece algo más señor? – Pregunté al no saber qué hacer, pero el hombre siguió observándome sin decir palabra alguna, esbozó una sonrisa torcida y con un rápido movimiento me jaló hacia él sentándome en sus piernas. — ¿Qué le ocurre? ¡Quíteme las manos de encima! — Grité con una mezcla de horror y furia, pero el hombre solo reía al tiempo que me abrazaba, por más que lo golpeaba y forcejeaba no lograba hacer que me soltara, entonces pude ver como Leathan, percatándose de lo que ocurría saltó sobre la barra y corrió hasta donde yo forcejeaba con el hombre.

Huyendo de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora