— ¡Despierta muchacha holgazana! ¡Esas cervezas no se servirán solas! — Gritó la señora Mae tirando de mis cobijas; di la vuelta y volví a cubrirme hasta la cabeza. Si había algo que extrañaba era ser yo quien daba las órdenes y también mi mullida cama, dormir sobre un montón de paja no era cómodo. Leathan ya no estaba, seguramente él ya había comenzado sus labores y el muy traidor no me había despertado.
Me vestí a prisa, até mi cabello y bajé a comenzar mi día. La vida es muy curiosa, un día era una princesa viviendo en un castillo y al siguiente era una fugitiva que vivía en un reducido cuarto compartido al que tenía derecho por servir cerveza en una sucia taberna.
— ¿Por qué no me despertaste? — Reclamé a Leathan cuando lo encontré en la barra limpiando unos tarros.
— Me lo debías, hace dos semanas me hiciste lo mismo. — Dijo divertido.
— Yo te desperté, pero tu decidiste volver a dormir.
— Y tú debiste volver a despertarme cuando viste que no aparecía.
— Eso no es justo.
— Tal vez debamos discutir eso en otro momento, ahora apresúrate a servir las cervezas, la señora Mae te mira molesta.
— Esa es su mirada habitual. — Dije como pretexto.
— Sólo haz lo tuyo y deja de quejarte. — Dijo entregándome dos tarros llenos de cerveza.
Caminé hacia una mesa donde dos hombres desaliñados esperaban sus bebidas, coloqué los tarros en la mesa y regresé a donde estaba Leathan. Ese era un día común para ambos y esas labores era lo que nos garantizaba un techo y comida, cuando llegamos aquí, a Vetwik, pasamos tres días prácticamente mendigando comida y durmiendo en cualquier lugar que nos cubriera del frío; hasta que la señora Mae nos encontró, nos dijo que tendríamos asegurados comida y un techo siempre y cuando trabajáramos para ella en su taberna, y así fue, nos dio una pequeña habitación que Leathan y yo compartíamos, estaba en la planta alta de la taberna y diariamente teníamos un plato de comida y también bebida. No era una vida muy cómoda, pero al menos era una vida segura y que satisfacía nuestras necesidades básicas; tuvimos que esconder nuestras identidades, todos aquellos que nos conocían "sabían" que nuestros nombres eran Alistair y Diot. A pesar de eso, yo vivía a cada momento con el miedo de ser encontrada por los hombres de Sloan y también con la incertidumbre de la suerte de mi madre. Leathan pensaba que mi plan al escapar era comenzar una nueva vida, olvidar todo el horror que había vivido y dejar atrás mi pasado, pero yo no quería eso, quería volver, salvar a mi madre, vengar a mi padre y reclamar el trono que por derecho me pertenecía, pero no tenía un plan, ni siquiera tenía alguien que me siguiera y apoyara mis pretensiones, necesitaba fondos y un ejército poderoso, pero no tenía nada.
— ¡Diot! — Dijo Leathan sacándome de mis pensamientos. — Lleva este tarro a la mesa de la esquina. — Dijo señalando a un hombre solitario y que evidentemente estaba ebrio; tomé el tarro y me encaminé, al llegar lo dejé sobre la mesa, nunca intercambiaba palabras con los clientes, esa vez no fue la excepción, pero el hombre inmediatamente tomó mi muñeca con fuerza y alzó la vista hacia mí.
— ¿Se le ofrece algo más señor? – Pregunté al no saber qué hacer, pero el hombre siguió observándome sin decir palabra alguna, esbozó una sonrisa torcida y con un rápido movimiento me jaló hacia él sentándome en sus piernas. — ¿Qué le ocurre? ¡Quíteme las manos de encima! — Grité con una mezcla de horror y furia, pero el hombre solo reía al tiempo que me abrazaba, por más que lo golpeaba y forcejeaba no lograba hacer que me soltara, entonces pude ver como Leathan, percatándose de lo que ocurría saltó sobre la barra y corrió hasta donde yo forcejeaba con el hombre.
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Huyendo de la traición
Historical FictionDespués de que el más fiel consejero de su padre lo asesinara para quedarse con el trono, Rowan la princesa de Brexfarn, logra huir con ayuda de uno de los sirvientes del palacio, quien también es su más grande amigo y amor secreto. A pesar de que a...