Capítulo VIII

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Después de mucha discusión y estrategias, el plan estaba hecho, los hombres más aptos habían sido elegidos, y esa mañana ambos ejércitos habían partido a las afueras de Brexfarn. Sin importar mis súplicas, el rey Alaric no me permitió ir con las tropas, Leathan y Bastian estaban de acuerdo, y tenían razón, su argumento fue que, si yo moría, el movimiento también lo haría y toda la planeación sería un desperdicio. Pero nadie me entendía, sentía la responsabilidad de salvar a mi madre, quería ser yo a quien viera por primera vez al salir de su prisión y hacerle saber que estaría a salvo y que nada ni nadie la dañaría nunca más.

Sabíamos por cartas de Donovan, que mi madre no estaba en el castillo, sino que se encontraba custodiada en una casa a las afueras del pueblo. Sloan había decido tratarla con más decoro pues así comenzaba a ganarse la simpatía de unos cuantos, a quienes les había llenado la cabeza con ideas falsas de mi padre, haciéndolo quedar como un tirano y el causante de todos los males del pueblo y de mi madre, pero la gente que había conocido a mi padre sabía que él no era así, él había sido uno de los reyes más justos que Brexfarn tuvo, uno de los reyes que dio al reino mucha prosperidad y eso Sloan no lo podría cambiar jamás.

Mientras los días pasaban mis ansias aumentaban, la desesperación por saber si nuestros hombres habían salido victoriosos me estaba volviendo loca; diariamente los imaginaba volviendo con mi madre, quien al verme me dirigía la más tierna de las sonrisas, esa sonrisa que solo una madre puede darle a sus hijos; pero ni un informante se había aparecido aún, por lo que no sabíamos si la misión había sido un éxito o un total fracaso. Tanto Leathan como Bastian intentaban calmarme diciéndome que todo estaría bien, cosa que ni ellos mismos sabían y sus palabras, ciertamente no me tranquilizaban, solo los hechos lo harían.

Cinco días después de que las tropas partieron los guardias anunciaron que el informante traía noticias de la primera misión; no esperé a que el hombre entrara al castillo, sino que en cuanto escuché que había llegado salí corriendo para encontrarlo en el patio principal.

— ¿Qué noticias hay? ¿Mi madre está bien? — Pregunté con desesperación.

— Alteza... lo lamento mucho, su madre no estaba en el lugar informado.

— ¡Maldición! — Grité enfurecida. —¿Cómo que no estaba ahí?

— En este pliego viene una descripción de los hechos.

Arrebaté el pliego de las manos del hombre y comencé a leerlo.

Alteza

La primera misión ha sido infructuosa. La reina Teresse no se encontraba en el sitio que atacamos, a pesar de que logramos entrar y estábamos seguros de nuestra victoria la reina no estaba ahí.

De igual manera reporto que no hubo bajas de nuestros hombres, más si las hubo en los hombres del enemigo, por lo que estamos preparados para cualquier ataque en nuestra contra.

No quise seguir leyendo el resto del pliego, lo que me importaba saber ya lo sabía y desgraciadamente no eran buenas noticias.

— ¡Demonios! — Grité nuevamente lanzando el pliego al suelo.

— Rowan, por favor tranquilízate. — Dijo Bastian detrás de mí, no había notado que tanto él como Leathan estaban ahí.

— ¿Cómo quieres que me tranquilice? ¡Mi madre sigue en las manos de ese bastardo! Para este momento ya se ha enterado que queremos salvarla, ¡Fracasamos! Y ahora ella podría pagar las consecuencias, ¡No me pidas que me tranquilice! — Me desplomé en el piso llorando de impotencia, maldiciendo incontables veces a Sloan.

— Rowan, ven, debemos entrar. — Dijo Bastian tomándome de ambas manos, tratando de levantarme del suelo, me lancé a sus brazos y lloré sintiendo que todos los esfuerzos realizados no habían servido de nada.

Huyendo de la traiciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora