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Marinette

Ya todas las cajas estaban en donde sería mi habitación.

El cuarto era muy espacioso con las paredes pintadas de rosa pastel y un balcón que tenía vista a la Torre Eiffel.

Acababa de mudarme a París porque el negocio de panadería de mis padres estaba creciendo, aunque la noticia no fue un problema para mi.

Abrí las puertas que llevaban al balcón y me apoyé en el barandal, la vista era de verdad hermosa, había encontrado inspiración para mis diseños.

- Hola vecina.

Gire mi rostro en donde provenía la voz, era de una chica rubia que parecía de mi edad. No me había dado cuenta de que mi balcón estaba unido con el de al lado.

- ¿Hola?- no sé si eso fue un saludo, para mi era algo raro que alguien fuera tan amistoso conmigo.

Ella ahora estaba a mi lado, tampoco me había dado cuenta de que nada separaba los balcones.

- Soy Chloe Bourgeois, es un placer- me extendió la mano y yo con algo de duda, la acepté- ¿Y bien? ¿Cómo te llamas?

- Ma-Ma-Marinettte- hablé en susurros.

- Parece que no hablas mucho- se cruzó de brazos con una mueca en su rostro, pero esta rápidamente cambió a una sonrisa.

Tomó mi mano y me arrastró a la que parecía su habitación, eso creo. También era espaciosa, paredes blancas, dos camas y un enorme armario.

En una de las camas había un chico leyendo, era tan guapo. Cabello rubio, piel bronceada, no podía ver muy bien el color de sus ojos ya que estaba absorto en el libro.

- Hermanito, te presento a la nueva vecina.

El zagal levantó la vista y en ese momento me sentí desfallecer cuando sus ojos verde esmeralda se conectaron con mis azules, se levantó de la cama y dejó el libro a un lado, camino hacia nosotras y me dedicó una hermosa sonrisa.

- Adrien Agreste, un gusto- cuando él me ofreció su mano, no dudé en tomarla, pero tampoco quería parecer desesperada.

Lo que no me cuadraba eran sus apellidos, Chloe hace un rato lo llamo hermanito, y si alguno de los dos fuera adoptado, tendrían el mismo. Solía ser una chica muy curiosa, pero tampoco me meto en lo que no me incumbe.

- ¡Mamá!

La rubia pegó el grito al cielo mientras salía de la habitación, dejándome sola con su atractivo hermano. No sabía cómo actuar, nunca había estado a solas con un hombre... bueno, si, pero solo si se trataba de algún trabajo escolar.

- Seguramente te estás preguntando porqué nuestros apellidos son diferentes- su voz me sacó de mi ensoñación, volvió a la cama y agarró el libro, yo asentí en respuesta apartando la mirada- Es algo que Chloe ya te contará, será mejor que vuelvas a tu casa, ella irá en un momento.

Salí al balcón y volví al mío, me senté en frente de una caja y la abrí, sacando de él mi libreta de diseño, pero antes de que pudiera ojearlo, escuché voces que provenían del piso de abajo. Pude reconocer, la de mi madre y, si no estaba equivocada, también la de Chloe, pero la tercera voz era desconocida para mi.

- ¡Marinette, ven por favor!

Sin rechistar, volví a poner la libreta en su lugar y bajé las escaleras, y en efecto, allí estaba Chloe, sentada junto a una mujer alta, rubia y vestía un traje blanco. Ambas estaban sentadas en la barra de la cocina en frente de mi madre.

- Hija, quiero que conozcas a Chloe y Emilie, nuestras vecinas.

Me situé al lado de mi madre, las saludé con la mano y un "hola". No me atrevía a mirar a ninguna a los ojos, no es lo mío.

- Es muy tímida- dijo me progenitora poniendo una mano en mi hombro- Cariño ¿Por qué no llevas a Chloe a la sala y platican un rato?

Yo como la buena hija que soy, le pedí a Chloe con la mano que me acompañara y nos sentamos en el sofá, una al lado de la otra.

- ¡Tu mamá es grandiosa! y cocina muy bien, nos dio unos croissants de chocolate que resultaron ser exquisitos.- dijo encantada.

- Si... son deliciosos...- murmuré, no me sentía muy cómoda teniéndola tan cerca.

- ¿Quieres ser mi mejor amiga? Estoy segura de que nos llevaremos muy bien.

Me sorprendí ante esa pregunta, era la primera vez que alguien me pedía ser su amiga. Gracias a mi timidez fui etiquetada la típica chica rara en mi antigua escuela en Marsella, para los trabajos en grupo o en parejas, pues los maestros los elegían, y queda decir que no falta la persona que nunca hace nada y de todas maneras se lleva el crédito, pero yo nunca me dejé.

- Ehh... C-claro...

- Hay que hacer algo con esa timidez- se cruzó de brazos y me inspeccionó de arriba a abajo con la mirada- Comenzaremos mañana, te enseñaré a hacer amigos, no es bueno que estés sola todo el tiempo.

- ¡Chloe, nos vamos!- la voz esta vez provino de la puerta principal, y debo admitir que era hermosa.

- ¡Ya voy mamá!- gritó la rubia de regreso- Hablamos mañana, lo haría en cuanto llegue a mi casa, pero mañana tengo escuela y apenas entré a la habitación debo lanzarme a la cama.

Me dio un beso en la mejilla como despedida y se fue, me quedé allí pensando en si debería dejar que me ayudara, aunque siempre estuve satisfecha con mi soledad.

- Cariño, mira lo que nos trajeron- mamá se acercó a mi con una gran canas entre sus brazos, pude ver que en ella habían galletas y pastelillos- Chloe me agradó ¿Por qué no convives más con ella?

- Mamá...

- Debes socializar cielo, no es bueno que todo el tiempo estés sola.

- Lo intentaré, pero no prometo nada.

- Algo es algo- ella se encogió de hombros y desapareció de la sala.

Yo volví a mi habitación y salí al balcón, el atardecer era más hermoso aquí que en Marsella, podría acostumbrarme rápidamente a París.

- La vista es hermosa ¿No es así?

La verdad, no me sorprendió, ya lo había visto de reojo cuando salí, pero fingí no notarlo ya que yo no quería ser la primera en romper el hielo, soy muy mala en eso.

- Sí, es hermosa- respondí sin apartar mi vista del atardecer.

- Tengo algo para ti- gire mi rostro hacía él y vi que me extendía una rosa roja- Un regalo de bienvenida.

- Pero si ya nos trajeron uno.

- Este es de mi parte.

No sabía qué era lo que estaba sintiendo en mi pecho, pero la sensación era agradable. Acepté la rosa, no era mi flor favorita, pero de todas maneras me gustaba. Adrien agarró mi mano libre y dejó un beso en el dorso, con esa acción sentí como la sangre se acumulara en mis mejillas.

- Hasta mañana- dijo con voz ronca para después entrar a su habitación.

Era la primera vez que me sentía de esta manera, ningún chico me había tratado así.

Esa noche, soñé con ese par de ojos verde esmeralda, y por más que lo intentara, no podía olvidar esa mirada.

▪︎Por lástima▪︎ |Adrinette|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora