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En el fin del mundo, no estuviste a mi lado.

YulRi se veía tan frágil. Ya no quedaba nada de aquel ligero rubor en sus mejillas. En tan sólo unas horas, parecía que había perdido la suave vitalidad que le quedaba. BaekHyun estaba a su lado, sosteniendo su mano, mientras el respirador emitía un sonido constante. Ella no podía respirar por sí misma aún, y no había nada más aterrador en el mundo.

—Baek. Dice JunMyeon que vayas a su consultorio a dormir un poco. Acondicionó uno de los sillones para ti —KyungSoo entró a la habitación, luciendo tan cansado como su mejor amigo. Llevaban treinta horas sin dormir, turnándose para tomar algo.

—No.

—Baek... Tienes que descansar. Yo cuidaré a mamá.

—No, KyungSoo.

El muchacho no insistió. Con un suspiro, arrastró la otra silla que quedaba, para sentarse cerca de YulRi. En momentos así, no se podía discutir. KyungSoo sabía muy bien cómo se sentía su amigo, porque él se sentía igual.

***

Debemos esperar. Ahora todo depende de ella. Ya le hemos suministrado todos los medicamentos posibles. Esas fueron las palabras de JunMyeon. BaekHyun las repetía en su cabeza una y otra vez. Cuando YulRi se estabilizó, la trasladaron a una habitación privada. Era algo más que el muchacho debía agradecerle al buen doctor. A pesar de que la mujer seguía conectada al respirador, sus signos vitales no habían cambiado mucho.

Estaba sumergida en un sueño muy profundo, y BaekHyun no sabía si su voz podría alcanzarla. Sin embargo, él continuaba hablándole. Su rostro estaba tan demacrado como el de ella. Luego de dos días enteros sin dormir, la piel alrededor de sus ojos estaba oscurecida.

—Baek... ¿Por qué no vas por un café? Yo estaré aquí. Prometo no despegarme de ella —KyungSoo palmeó suavemente la espalda de su amigo. Su preocupación era doble, porque YulRi no reaccionaba y porque BaekHyun no se movía de su lado.

—¿Y si despierta?

—Te llamaré enseguida. Gritaré tan alto, que todos los empleados y pacientes me escucharán. Anda, ve. Por favor, debes tomar algo. La sopa en la cafetería está deliciosa hoy. No quieres enfermarte también, ¿verdad? ¿Quién cuidará de mamá si tú te enfermas? —KyungSoo encontró la forma de convencer a su amigo. Era una pequeña manipulación, por una buena causa.

Como si fuera un zombie, el muchacho salió de la habitación. Gracias a que había pasado mucho tiempo en el hospital, ya conocía casi todas las áreas. Si hubiera sido su primera vez ahí, se habría perdido irremediablemente. Caminaba casi mecánicamente. Su cerebro estaba totalmente adormecido y todos sus músculos dolían. No sentía hambre, ni sueño, ni frío. Sólo sentía un dolor seco, instalado en su pecho, que se derramaba por todo su cuerpo. Una energía opaca y pesada, que no lo dejaba respirar apropiadamente.

—Toma, cariño —la empleada detrás de la barra de comida, le ofreció una bandeja con diferentes platillos. La mujer lo conocía de vista ya, pero era imposible no notar su precario estado.

BaekHyun intentó sonreír, pero no estaba seguro de haberlo logrado. Se sentó en una de las mesas vacías de la cafetería, y miró la bandeja por un largo rato. Sentía náuseas. Su estomago estaba clausurado. Pero, sabía que su cuerpo necesitaba el combustible para funcionar. Comenzó a comer la sopa.

—Hola, Baek —JunMyeon lo saludó. Se sentó frente a él en la misma mesa. También llevaba una bandeja de comida. Quería mostrarse optimista y alegre, pero BaekHyun sabía que todo era una actuación—. Me da gusto ver que estás comiendo.

—No tengo apetito.

—Lo sé. Pero, aún así debes comer —el doctor no dijo más. Simplemente se quedó ahí, acompañando al muchacho mientras comía. En el fondo, él sólo quería asegurarse de que BaekHyun no terminara tirando todo a la basura.

***

Eran las tres de la tarde, cuando un sonido poco familiar despertó a BaekHyun. Se había quedado dormido en la silla, junto a la cama de YulRi. La máquina que la mantenía respirando, emitía un pitido agudo. El corazón del muchacho se detuvo con el terror.

No tuvo tiempo de reaccionar, antes de que pudiera pedir ayuda, dos enfermeras entraron apresuradas a la habitación. JunMyeon entró unos segundos después. BaekHyun se hizo a un lado, mientras el equipo médico trabajaba sobre su madre.

—¿Qué está pasando? —preguntó el muchacho, con un hilo de voz. Nadie lo escuchó.

—¡Debemos llevarla al quirófano! —JunMyeon dio la orden y se apresuró a empujar la cama de la enferma—. ¡BaekHyun, sube a la sala de espera!

El muchacho salió corriendo detrás de ellos. A su paso, se topó con su mejor amigo, que había ido por un poco de café.

—¿Baek? ¿Qué ocurre? —KyungSoo botó el café un cesto de basura y corrió tras el caos.

El mundo se tambaleaba frente a sus ojos.

***

Era un domingo ocho de mayo, cuando YulRi Byun falleció. A pesar de que los días habían pasado confundiéndose unos con otros, BaekHyun estuvo muy consciente esa mañana.

KyungSoo estaba sentado en el piso de la sala de espera. Lloraba sin parar, con el rostro enterrado en sus manos. Había muchos ruidos y, al mismo tiempo, todo parecía estar en silencio. BaekHyun miraba el rostro triste de JunMyeon, había lágrimas en sus ojos también, pero eran más discretas. Lo siento, lo siento, repetía el buen doctor Kim.

Sin embargo, ninguna disculpa, ninguna palabra buena o mala, podía apaciguar el dolor inmenso en su interior. Su madre ya no estaba ahí. El cuerpo vacío en la cama, era sólo el cascarón. La luz, el amor, el calor, la sabiduría que era YulRi, se había ido.

BaekHyun corrió por los pasillos del hospital. No supo con exactitud hacia dónde se dirigía, y no le importaba. Simplemente quería huir de la realidad. ¿Cómo podría vivir ahora? ¿Qué sentido tenía? Su corazón latía pesadamente, su estómago estaba revuelto. El muchacho terminó vomitando en un cesto de basura, en el último piso del edificio.

Se encontró en un pasillo solitario, preguntándose si habría pacientes allí. Parecía más un área de almacenaje. Daba lo mismo. Jamás iría a otro lugar, porque sus piernas dejaron de responderle. Se dejó caer en el piso frío. La claridad del día, que entraba por las ventanas, lo envolvió. Era el fin del mundo. El final de toda su existencia, como la había conocido. Era extraño, porque todo colapsaba dentro de él, pero afuera la gente seguía viviendo. Estaba solo con su dolor.

Palmeó el bolsillo de su pantalón de mezclilla, para sentir su teléfono. Lo sacó y lo puso frente a sus ojos. No había mensajes nuevos, ni llamadas, ni notificaciones. Su última conexión con la realidad, acababa de romperse.

Era el fin del mundo, y Dark no estaba allí. Era el fin del mundo, y BaekHyun estaba completamente solo. Cerró los ojos, dejó que sus lágrimas salieran por fin. Gritó con todo el dolor de su corazón, hecho un ovillo en el piso frío del hospital. 

Diario de un observador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora