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JunMyeon se vistió y salió de su casa. Recordó que había dejado su automóvil estacionado afuera del edificio donde vivía KyungSoo. Decir que estaba nervioso por regresar, era poco. Aunque había decidido no subir a ver a su amigo, lo estresaba la idea de encontrarlo por casualidad, mientras recogía su vehículo.

Tomó un taxi y pasó todo el recorrido pensando en sus sentimientos. ¿Cómo debía enfrentar todo eso? Sabía que KyungSoo no era del tipo romántico o cursi. Pero, no estaba seguro de cómo abordarlo para hablarle de sus deseos. El doctor Kim quería una relación con el muchacho, quería algo serio, un compromiso real. Sin embargo, sabía que, muy probablemente, su joven prospecto no estaría de acuerdo con eso. Ni siquiera estaba seguro de que correspondiera sus sentimientos.

Mientras buscaba las llaves del auto en su bolsillo, miró hacia arriba. La ventana de la habitación de KyungSoo estaba abierta. Comenzó a sentir el impulso de subir, como si su corazón se lo gritara. Pero, ¿qué diría?

JunMyeon no era un hombre impulsivo, siempre pensaba bien, se tomaba su tiempo para decidir, era metódico y exacto. Sin embargo, ese día siguió a su corazón.

El doctor Kim tocó a la puerta suavemente. Miles de palabras giraron en su cabeza, mientras trataba de acomodarlas en frases coherentes para decir. De pronto, un déjà vu. Un hombre desconocido abrió la puerta, lo miró con severidad y pasó a su lado sin decir nada, dejando la puerta abierta para él. JunMyeon sintió que la ira comenzaba a hervir en sus venas. Al parecer, KyungSoo había regresado a sus actividades laborales.

Tratando de contener sus emociones, entró al departamento. KyungSoo salió de la habitación, vistiendo nada más que la bata roja. La expresión en su rostro era de clara sorpresa.

—Junnie... ¿Qué haces aquí?

—Yo...

La mente de JunMyeon quedó en blanco, como si todos sus pensamientos hubieran sido borrados de repente. Sólo sus emociones palpitaron dentro de él. El rostro apanicado de KyungSoo alimentó las llamas de su enojo. Quería gritarle, quería exigirle que dejara de acostarse con otros. Quería hacerle mil promesas y reclamarlo como suyo. Se estaba ahogando en un instintito primigenio, casi animal, porque no quería que otras manos lo tocaran. En ese momento, sintió que podía arrodillarse sobre la más afilada humillación. Porque deseaba tanto al chico, que nada importaba ya. KyungSoo podía escupirlo y él estaría agradecido. Aquello sólo logró hacer que se enojara más, consigo mismo y con las circunstancias.

JunMyeon no analizó las posibles consecuencias de sus actos. Sólo se entregó de lleno a su impulso y se acercó a KyungSoo. Lo tomó entre sus manos y estampó los labios sobre los suyos. Esperaba que el muchacho luchara, que lo rechazara, quizá un golpe o dos. Pero, no ocurrió nada de eso.

Por el contrario, KyungSoo se dejó hacer, sus brazos rodearon el cuello del doctor, mientras sus cuerpos parecían fundirse en un calor desconocido. JunMyeon tuvo un momento de razón, cuando sintió la lengua hambrienta de su amigo peleando contra la suya.

El beso se rompió por un momento y ambos se miraron a los ojos. Ninguno sabía qué decir, así que retomaron la romántica acción, mientras avanzaban torpemente hacia la habitación. JunMyeon sentía cómo KyungSoo lo halaba hacia él, como un animal salvaje que atrae a la presa a su madriguera. Cuando cayeron sobre la cama, el doctor se detuvo.

—No puedo... no aquí... tú acabas... —JunMyeon miró vacilante al muchacho. Estaba sobre él, sintiendo el calor de su cuerpo, a través de la delgada bata de seda.

Una chispa de entendimiento iluminó los ojos del más joven. Acarició el cabello oscuro del doctor, un acto de ternura que lo descolocó.

—Yo no hice nada aquí, Junnie... No pude.

Diario de un observador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora