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Era abril. Casi había pasado un año desde que su madre se fue, y BaekHyun no podía dejar de sentir aquella tristeza inmensa que lo consumía. La extrañaba cada hora de cada día. Su vida transcurría en cámara lenta, no podía esperar a que la historia llegara a su final.

Mientras caminaba de regreso a su departamento, sintió el primer golpe; no le dolió, fue más la sorpresa que lo descolocó. El segundo golpe le sacó el aire, después su cuerpo cayó al suelo.

BaekHyun estaba tirado en un callejón, cerca de su departamento, recibiendo la paliza de su vida. No entendía del todo lo que pasaba, pero no estaba asustado.

—¡Sé que tienes mucho dinero, maldito maricón! —dijo el hombre entre golpes.

Por un momento, el chico Byun recordó sus malos momentos en la preparatoria, cuando era insultado de todas las maneras posibles.

—¡No te daré nada!... ¡Mátame si quieres! —replicó con el poco aire en sus pulmones. Cada palabra había sido dicha con convicción. BaekHyun quería morir. Si aún no había intentado quitarse la vida, era por falta de valor. Ahora, ese asalto parecía una oportunidad de oro.

Sin embargo, los golpes se detuvieron de pronto. El muchacho pudo escuchar el sonido de una pelea, pero él ya no estaba involucrado.

—¡Déjalo!

Esa voz... Esa voz era como oro líquido para sus oídos. Podría reconocerla en medio de una guerra. BaekHyun abrió los ojos, pero sus párpados comenzaban a hincharse, además había sangre nublando su vista. Sólo pudo distinguir dos figuras mezclándose entre golpes y gruñidos; después perdió el conocimiento.

***

Cuando BaekHyun despertó, se encontraba en su departamento. Lo supo por el aroma a cerezas del aromatizante. Sus ojos estaban más hinchados, y apenas podía ver a su alrededor. La tenue luz de la tarde se filtraba por la pequeña ventana de la sala.

—Shh... Descansa —alguien susurró muy cerca de él.

Fue entonces, que el muchacho comprendió que su cuerpo estaba rodeado por un par de cálidos brazos. Quiso levantarse, pero las manos fuertes del extraño se lo impidieron.

—No, no... Tienes que descansar. Te dieron una buena paliza.

El corazón de BaekHyun estalló con adrenalina, cuando reconoció el aroma cítrico en el desconocido. No podía ser verdad. Dark desapareció de su vida, como su voluntad de vivirla. Sin embargo, la calidez de su cuerpo, su aroma, su dulce voz, eran inconfundibles.

—¿Da-Dark?

—Sí

—¿Cómo?... ¿Cómo es que estás aquí? —la voz de BaekHyun salió ronca de su boca seca.

—Yo... Me apena admitir esto, pero te he seguido un par de veces. Te vi por casualidad el otro día, en el supermercado que está a unas cuadras. Me enteré de que KyungSoo te ha estado buscando así...

—No le dijiste que me viste, ¿verdad? ¡Diablos! —BaekHyun intentó levantarse de nuevo, pero el hombre se lo impidió.

—No le dije nada. Tranquilo. Quería estar seguro de tu dirección, antes de contactarlo. ¿Por qué huyes de él?

—¿Qué te importa? ¡Suéltame!

BaekHyun logró zafarse del agarre. Se levantó del sillón e intentó alejarse del hombre. Aunque estaba muy mareado y adolorido, así que terminó sentándose en el otro sillón. Sus ojos heridos no le permitían ver al hombre con claridad, era tan frustrante. El recuerdo de sus encuentros con Dark lo golpeó fuerte; el recuerdo de su abandono fue peor. Sintió que las lágrimas se agolpaban en sus ojos lastimados.

Diario de un observador Donde viven las historias. Descúbrelo ahora